Nuestras bajas pasiones
Entre las muchas virtudes de mi padre no se halla, desde luego, la del optimismo. Fichaba el Valencia a Aristiz¨¢bal, un delantero de moda con fama de matador y ¨¦l, antes siquiera de verlo evolucionar en el campo, hab¨ªa sentenciado: un petardo. Se hac¨ªa nuestro club con los servicios de Rommel Fern¨¢ndez, de Pizzi, de Salenko... y, en cuanto fallaban dos goles en Mestalla, conclu¨ªa: otro guindo.
Y lo peor es que no se equivocaba en sus vaticinios. Nunca he visto un hincha m¨¢s recalcitrante y a la vez m¨¢s intransigente con su equipo. Nos colaban un gol en el minuto dos y ya estaba ¨¦l asegur¨¢ndole indignado a todos sus amigotes que lo que de verdad le apetec¨ªa es que nos metieran cinco. Y mi hermano y yo, a nuestros siete y ocho a?os, no acab¨¢bamos de comprender por qu¨¦ luego, en cuanto marc¨¢bamos nosotros, gritaba casi m¨¢s que cuando nos dej¨¢bamos los calcetines sucios en el cuarto de ba?o.
Hay amores que matan, y ¨¦l hubiera estrangulado de buena gana a toda la plantilla cada vez que el contrincante de turno nos hac¨ªa un roto. S¨ª, ocho a?os ten¨ªa yo cuando el Valencia gan¨® la ¨²ltima Liga y, al comienzo de la siguiente temporada, ya andaba ¨¦l asegurando que se morir¨ªa antes de que volvi¨¦ramos a cantar el alir¨®n. Lo peor es que los de los pantalones cortos parec¨ªan empe?ados en confirmar sus dotes de pitoniso.
Pero, muy de vez en cuando, el mundo consiente en volverse del rev¨¦s como un calcet¨ªn y ese d¨ªa uno sale de la fiesta cogido de la mano con la chica m¨¢s guapa, replante¨¢ndose la posibilidad de que exista verdaderamente el buen dios al que rezaba de peque?o.
En lo referente al patronazgo futbol¨ªstico-liguero de nuestro Valencia, la corte celestial hace tiempo que estaba de vacaciones, a pesar de la promesa que, seg¨²n don Pedro Cort¨¦s, le hizo nuestra m¨¢xima valedora en las alturas. Sin embargo, este a?o, y a tenor de lo visto, por ejemplo, en el antepen¨²ltimo partido contra el Espanyol, parece que no s¨®lo la Cheperudeta, sino tambi¨¦n nuestros dos San Vicentes han resuelto hacer del Valencia lo que nunca acostumbr¨® a ser: un equipo infalible.
A m¨ª, la verdad, esta Liga me pilla ya muy mayor y algo desencantado. Estoy de acuerdo con la opini¨®n que, de un tiempo a esta parte, sostiene mi padre: al fin y a la postre, ?a qui¨¦n representa ese grupo multi¨¦tnico de millonarios en calzones, y qu¨¦ va a aportarle verdaderamente a mi vida que ganen o dejen de ganar tal o cual t¨ªtulo si, pasado ma?ana, yo seguir¨¦ siendo igual de pobre y haci¨¦ndome m¨¢s viejo? Y adem¨¢s, no soy partidario de los m¨¢s beligerantes instintos nacionalistas; prefiero el mestizaje, la cooperaci¨®n entre los pueblos y el imperio de la raz¨®n frente a los excesos de las v¨ªsceras. Pero ?qu¨¦ gusto da follarse al Madrid en su a?o santo, eh, pap¨¢! Amunt Val¨¨ncia.
Vicente Gallego es poeta, autor del libro Santa deriva.
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