Cuatro historiadores prueban el exterminio de 50.000 'rojos' durante la posguerra
Un libro coordinado por Juli¨¢n Casanova relata el paso del terror caliente a la violencia oculta
Al menos 50.000 personas fueron ejecutadas en Espa?a entre el 1 de abril de 1939 (d¨ªa del fin oficial de la guerra civil espa?ola) y 1946. El dato lo ofrece el libro colectivo Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, que ha editado Cr¨ªtica. Coordinado por Juli¨¢n Casanova, incluye adem¨¢s textos de Francisco Espinosa, Conxita Mir y Francisco Moreno, que documentan el paso del terror caliente de la guerra civil a la violencia fr¨ªa y oculta de la dictadura. Una violencia, dice Casanova, que 'cont¨® con la complicidad de una amplia base social y de la Iglesia cat¨®lica'.
La sublevaci¨®n franquista del 18 de julio de 1936 fue mucho m¨¢s que un golpe de Estado m¨¢s o menos irracional. La violencia que sigui¨® al alzamiento africanista obedeci¨® a un plan previo de exterminio y represi¨®n cuyo objetivo era arrasar todo lo relacionado con la Rep¨²blica y aniquilar a sus protagonistas, sus familias y sus amigos. Ese organizado proceso genocida, que se cobr¨® 100.000 v¨ªctimas en la zona nacional entre julio del 36 y abril del 39 al calor del terror b¨¦lico (60.000 en la zona roja), se prolong¨® en una sedienta cascada de venganzas, delaciones y ejecuciones sumarias tras la guerra hasta que cay¨® el eje Berl¨ªn-Roma: 50.000 rojos m¨¢s fueron asesinados por la maquinaria del terror franquista entre 1939 y 1946, y a esa cifra hay que sumar las v¨ªctimas que a¨²n no han sido registradas (se calcula que pueden ser 13.000) en las ¨²ltimas zonas republicanas: gran parte de Madrid, Toledo, Badajoz, Vizcaya...
Estos datos escalofriantes son la gran novedad de este libro, concebido por el profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Zaragoza Juli¨¢n Casanova para 'tratar de equilibrar la desmemoria en que el tiempo, la historiograf¨ªa y la transici¨®n sumieron a las v¨ªctimas de la guerra civil y la posguerra incivil'.
Casanova cuenta que, investigando en archivos recientemente abiertos, como los de la Ley de Responsabilidades Pol¨ªticas, y oyendo testimonios nuevos, como los de los hijos arrebatados a sus madres durante y despu¨¦s de la guerra para ser entregados en adopci¨®n ilegal (cerca de 10.000, muchos de ellos de mujeres que fueron llevadas a conventos para purificarse), los historiadores han podido conocer en los ¨²ltimos a?os las m¨²ltiples caras de un terror que funcion¨® durante casi tres lustros. Y ahora empiezan a hacer balance: 'La represi¨®n franquista se organiz¨® por arriba y por abajo. Cont¨® con una base social muy amplia y con la complicidad impune de la Iglesia cat¨®lica, que se implic¨® pueblo a pueblo en perseguir y denunciar a los sospechosos de republicanos o rojos. Por un lado, se dispar¨® el terror caliente y arbitrario de la maquinaria militar. Por otro, la violencia se institucionaliz¨® y se legaliz¨® desde 1939. A base de delaciones, informes, control social y moral religiosa. Esas ejecuciones se basaban en tres informes: el del comandante de puesto de la Guardia Civil; el del alcalde, que sol¨ªa ser el jefe de Falange, y el del cura, que sol¨ªa ser definitivo'.Esa enorme trama de verdugos voluntarios, 'que se alarg¨® en el tiempo en parte porque la Iglesia no hizo nunca un gesto de reconciliaci¨®n y en parte porque segu¨ªan vigentes el nazismo y el fascismo', respond¨ªa, dice Casanova, no s¨®lo a un deseo de venganza exacerbado por d¨¦cadas de anticlericalismo salvaje (7.000 eclesi¨¢sticos y 3.000 miembros de Acci¨®n Cat¨®lica fueron pasados por las armas en la guerra), sino tambi¨¦n a un sencillo acto de fe pol¨ªtica, de mera supervivencia: la delaci¨®n supon¨ªa la tranquilidad, cuando no un premio concreto para el delator. 'Muchas veces supon¨ªa la obtenci¨®n de un empleo; algunas, incluso, la del mismo puesto de trabajo que ocup¨® el delatado'.
El libro se detiene en las peque?as, terribles, historias locales para ense?ar el lado m¨¢s oscuro desde cerca. Francisco Espinosa repasa la microhistoria de Extremadura y Andaluc¨ªa, 'el territorio de Queipo de Llano', y, a la luz de diversos archivos y documentos militares, refuta la tesis del golpe de Estado que se fue de las manos y se convirti¨® en contienda fratricida. A su juicio, la represi¨®n en esa zona obedeci¨® a un plan de exterminio y terror, a un genocidio cuidadosamente preparado ('no hay que olvidar que la sublevaci¨®n cont¨® con la ayuda de Alemania', dice Casanova): 'Con apenas oposici¨®n ni terror rojo, se asesin¨® a miles de personas, empezando por Lorca y diversos pol¨ªticos ilustres y acabando por una cantidad inmensa de jornaleros'.
El control social
Conxita Mir documenta c¨®mo Franco fue recibido como un libertador por los peque?os y medianos propietarios de la Catalu?a rural, que hab¨ªa sido colectivizada; narra los entresijos del control social desde abajo (el acoso al adulterio de la f¨¦rrea moral cat¨®lica, las delaciones forzosas), y prueba la importancia de los lazos de sangre en las denuncias (muchos delatores fueron familiares de v¨ªctimas de los rojos).
Y Francisco Moreno desmitifica en el ¨²ltimo cap¨ªtulo el romanticismo del maquis, al demostrar que el partido comunista acab¨® organizando a los 7.000 guerrilleros con normas similares a las de los partisanos de la resistencia europea.
'Todas son lecciones muy poco fruct¨ªferas', concluye Casanova. 'Pero es nuestro compromiso moral derribar los mitos'.
Babelia
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