Una democracia estancada
A primera hora de la ma?ana del pasado lunes, d¨ªa de su asesinato, uno de los ¨²ltimos sondeos electorales de la campa?a ahora suspendida le daba al partido de Pim Fortuyn 38 de los 150 esca?os del Parlamento holand¨¦s. A las seis de la tarde, el pol¨ªtico m¨¢s controvertido del pa¨ªs y el ¨²nico que parec¨ªa inc¨®modo en cualquiera de los casilleros dispuestos para el etiquetado ideol¨®gico de los l¨ªderes con ansias de poder, yac¨ªa muerto en el suelo de un aparcamiento. Un s¨®rdido final para un candidato que se consideraba en todo caso un populista de derechas y hab¨ªa revelado el abismo que separa hoy en Holanda a los gobernantes de buena parte de la ciudadan¨ªa.
En una sociedad que cre¨ªa tenerlo todo resuelto y donde el dimisionario primer ministro socialista, Wim Kok, lleg¨® a decir que 'el debate sobre el multiculturalismo est¨¢ cerrado', Fortuyn supon¨ªa algo m¨¢s que una curiosidad. Lejos de aislarlo, sus ideas xen¨®fobas y expeditas lo hab¨ªan transformado en una alternativa v¨¢lida. ?De qu¨¦ modo? En su af¨¢n de ganar sufragios olvidando que los hab¨ªa emitido un votante en constante evoluci¨®n, los dem¨¢s partidos han ido difuminando en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas sus idearios. Tanto, que el centrismo es ahora en Holanda una nebulosa ideol¨®gica lista para tranquilizar a los muchos electores que se supon¨ªa m¨¢s c¨®modos en esa zona del espectro pol¨ªtico.
Como consecuencia de ello, faltaba un verdadero debate pol¨ªtico y los gobernantes hab¨ªan cometido el error de mostrarse ensimismados y paternalistas con sus conciudadanos. Todo deb¨ªa resolverse por medio del arraigado consenso nacional, el modelo p¨®lder en el que ceder permite seguir tranquilos hasta la siguiente legislatura. Un sistema presentado como paradigma de estabilidad en el resto de Europa que, sin embargo, no ha satisfecho a sus propios ciudadanos y ha dejado sueltos flecos tan gruesos como las pol¨ªticas de inmigraci¨®n.
Mito de la tolerancia
Un apartado para el que s¨®lo Fortuyn parec¨ªa tener planes concretos, porque hurgaba sin contemplaciones en uno de los tab¨²es holandeses, tierra de acogida temerosa de quebrar el mito de su tolerancia hablando siquiera de integraci¨®n.
Ahora que ya no est¨¢, las cr¨ªticas acumuladas durante los ¨²ltimos meses por Fortuyn se han vuelto contra sus m¨¢s veteranos rivales. Paralizados por su popularidad en vida y preocupados de que su violenta muerte le gane a su partido, Lista Fortuyn, -que en la actualidad no tiene representaci¨®n parlamentaria- un buen n¨²mero de votos de simpat¨ªa, los dem¨¢s l¨ªderes siguen sin analizar los cambios experimentados por la sociedad. Sospechan tambi¨¦n que su tradicional falta de pasi¨®n en el ejercicio de su labor le hab¨ªa ganado simpat¨ªas al colega asesinado, menos distante en el juego electoral del contacto con la calle a pesar de ser un novato. Y lo que es m¨¢s importante, su ausencia deja abierto el an¨¢lisis m¨¢s fino que les incluye a ellos como gobernantes y al papel que han jugado en la insuficiente renovaci¨®n de la democracia en Holanda.
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