Bajar al infierno
El penoso episodio del ¨¦xito electoral de Le Pen ha sido analizado b¨¢sicamente desde la perspectiva del progreso de la extrema derecha en Europa. Es un enfoque justo, pero que deja fuera de campo otra cuesti¨®n pol¨ªtica no menos importante: el desconcierto de la izquierda. Y no es que Jospin haya sido un ejemplo de pensamiento ¨²nico ni que su gesti¨®n fracasara: acometi¨® reformas arriesgadas y significativas, tales como la jornada de 35 horas, el salario para los j¨®venes o una moralizaci¨®n que buena falta hac¨ªa en la gesti¨®n de los asuntos p¨²blicos. Su campa?a fue mala, entre otras cosas porque fue siempre el hombre menos adecuado en la escena pol¨ªtica francesa para hacer su oferta en t¨¦rminos de marketing. Pero, sobre todo, el desastre fue debido al festejo suicida a que se entregaron sus socios en la Izquierda plural, presentando candidaturas como si se tratara de unas primarias donde el enemigo a batir era el primer ministro saliente y no existieran candidatos de derecha y extrema derecha. ?Qu¨¦ pintaba Chev¨¨nement sosteniendo su presencia hasta el final cuando carec¨ªa ya de toda posibilidad? Hubiese bastado con un comportamiento juicioso de la candidata radical de izquierda, que recibi¨® 600.000 votos, cuando la diferencia entre Le Pen y Jospin fue inferior a 200.000, para que todo quedara en un buen susto. La lecci¨®n es doble: la cohabitaci¨®n resulta perniciosa para un primer ministro en la carrera presidencial y la desuni¨®n de la izquierda razonable lleva inexorablemente a su derrota.
La ense?anza anterior concierne sobre todo entre nosotros al PSOE, con sus pugnas internas, pero, como ya se ha destacado por algunos comentaristas, la ausencia de extrema derecha en nuestro espectro pol¨ªtico no elimina el riesgo de ese progresivo descenso hacia los infiernos que ha emprendido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas el electorado franc¨¦s. En primer t¨¦rmino, porque como ocurriera en la Alemania de los a?os veinte, el fascismo pasa por un periodo de incubaci¨®n en que resulta minusvalorado dado que su expresi¨®n electoral resulta m¨ªnima. Por lo que nos toca, cabe de este modo ignorar la violencia impune con que se manifiestan los grupos fascistas acogidos al sagrado de los clubes de f¨²tbol o las muestras cada vez m¨¢s palpables de que un sector de la opini¨®n piensa que el problema de la inmigraci¨®n se resuelve a golpes de discriminaci¨®n y de rechazo. Bastar¨ªa un periodo de crisis econ¨®mica, como ocurriera en Francia entre 1981 y 1983, para que ese respaldo subiese en flecha, con el agravante de que tal vez en Espa?a ni siquiera sea preciso la formaci¨®n de grupos de extrema derecha, dado que los criterios propios de ¨¦sta pueden convertirse en patrimonio del Partido Popular. Las declaraciones en torno a la inmigraci¨®n y el rechazo tajante del multiculturalismo y la obsesi¨®n antiterrorista por parte de Aznar no auguran nada bueno. Pudo observarse esta tendencia en el reciente debate con camisa de fuerza que La 2 organiz¨® sobre Le Pen: el portavoz popular, am¨¦n de exhibir esa mezcla de pretendida elegancia y estilo hortera propia de la casa, se limit¨® a atacar a los socialistas franceses de forma primaria y a ensalzar la receta de su partido sobre la inmigraci¨®n, como si no se tratara de una cuesti¨®n de Estado que requiere un m¨¢ximo de debate y de consenso entre los partidos democr¨¢ticos.
Los an¨¢lisis sobre el ascenso imparable del lepenismo en espacios pol¨ªticos antes democr¨¢ticos, tales como el municipio ex socialista de Vitrolles, conquistado en su d¨ªa por el matrimonio Megret, muestran que esa conquista de la opini¨®n encuentra una ayuda inestimable en las concesiones de los grupos democr¨¢ticos a la demagogia de la extrema derecha. Es lo ocurrido con la puja en torno a la inseguridad aceptada por Chirac como si fuera el gran problema de Francia. Inseguridad e inmigraci¨®n se convierten as¨ª en los dos campos privilegiados para que se produzca el deslizamiento de la conciencia democr¨¢tica hacia la intolerancia. Y la responsabilidad es aqu¨ª general. Si como en Premi¨¤ de Mar la presencia de inmigrantes es contemplada, y con una Administraci¨®n socialista, bajo el prisma de la discriminaci¨®n, al serles impedida la construcci¨®n de su mezquita en el centro urbano, dando por sentado que ellos o su religi¨®n son unos indeseables, el proceso de degradaci¨®n estar¨¢ garantizado, con o sin un Le Pen en nuestro pa¨ªs.
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