Quince formas de usar la lengua
Sabores y lenguas: 15 platos capitales es un proyecto concebido por el artista catal¨¢n Antoni Miralda (Tarrasa, 1942) respondiendo al hecho de la presidencia espa?ola de la Uni¨®n Europea, aqu¨ª aludida a trav¨¦s de la identidad culinaria de cada una de las ciudades capitales que configuran su actual entramado pol¨ªtico. Los comisarios de este original proyecto han sido Eva Fern¨¢ndez del Campo y Jos¨¦ Luis Gallero, que, en este caso, han tenido que pilotar no s¨®lo una instalaci¨®n, sino un equipo, porque, como a continuaci¨®n se explicar¨¢, esta obra compleja responde a un proceso de trabajo que no podemos reducir a la plasmaci¨®n material de su resultado final en la sala.
Activo desde mediados de los sesenta, Miralda form¨® parte de ese heter¨®clito y pujante grupo de, vamos a llamarlo as¨ª, 'conceptuales' catalanes de fines de los sesenta y comienzos de los setenta, muchos de los cuales, con el paso del tiempo, cambiaron de perspectiva o derivaron hacia posiciones diferentes de las originales. Una de las pocas excepciones fue Miralda, que ha mantenido una coherencia, tem¨¢tica y t¨¦cnica, a lo largo de los a?os. Quiz¨¢ le haya ayudado su actitud cosmopolita, pues, durante los ¨²ltimos 40 a?os, los de su actividad art¨ªstica, ha residido sucesivamente en Par¨ªs, Nueva York y Miami, la ciudad donde, en la actualidad, vive y trabaja.
SABORES Y LENGUAS: 15 PLATOS CAPITALES
Fundaci¨®n ICO Zorrilla, 3. Madrid Desde el 15 de mayo hasta el 20 de septiembre
Hay que a?adir que esta
coherencia de Miralda se ha basado en su inter¨¦s sostenido por el material antropol¨®gico de la cultura urbana industrial y posindustrial, fij¨¢ndose en los ritos m¨¢s primarios y cotidianos, como, entre otros, las 'maneras de la mesa', el vasto y significativo universo de lo culinario, en el que se reflejan tantas cosas de la actual sociedad de consumo, con su riqu¨ªsima cola de antecedentes y consecuentes. En el caso de la instalaci¨®n que nos ocupa, hay un aspecto m¨¢s, si se quiere, 'convencional', consistente en la serie de platos ampliados, de 1,80 metros de di¨¢metro, que se ubican en las paredes de la sala, pintadas con el azul de la bandera europea, conteniendo cada uno un texto impreso en platino. Junto a este montaje, hay tambi¨¦n sucesivos empapelamientos del restante per¨ªmetro mural, en este caso con el collage del material gr¨¢fico elaborado por un equipo amplio de colaboradores desplazados a cada una de las capitales europeas, adem¨¢s de la creaci¨®n de un espacio dedicado espec¨ªficamente a la documentaci¨®n del artista, que ha estado desde siempre preocupado por los sabores y las lenguas, o, si se quiere, las relaciones entre el paladar y la palabra.
Como se puede apreciar, este nuevo proyecto de Miralda es, en efecto, procesual, complejo y participativo, y, asimismo, inscrito en una investigaci¨®n m¨¢s amplia y general, que es, en este caso, el del Museo de la Cultura Alimentaria. Precisamente por esta riqueza de elementos y significaciones, es muy dif¨ªcil saldar el contenido de la presente instalaci¨®n con lo que hemos descrito hasta el momento, por lo que interesa especialmente en este caso llamar la atenci¨®n sobre el trasfondo perverso y cr¨ªtico que subyace, que no es otro que solapar la variedad de las ra¨ªces a trav¨¦s de la creciente homogeneidad que las borran, reflejada en la fasta food y su poderoso fetiche simb¨®lico del Big Mac; o sea: que lo que nos une a los europeos es la comida americana, dicho sea con premeditada simplificaci¨®n. Miralda ha combinado siempre muy bien el material del pop, de grueso calibre sem¨¢ntico y formas kitsch, con la iron¨ªa y un notable sentido po¨¦tico, algo que ha multiplicado muy eficazmente su potencial efectista, sin merma de sentido cr¨ªtico. El encadenamiento de met¨¢foras y juegos en esta ocasi¨®n dan un especial relumbre a este montaje, que probablemente es uno de los m¨¢s sugestivos en los que se ha embarcado, no s¨®lo por s¨ª, sino porque estoy convencido de que involucrar¨¢ al p¨²blico de una manera especial.
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