Cl¨¢sicos y modernos
Hay un criterio simple -el generacional- que es en el que suelen refugiarse publicaciones de prestigio como The New Yorker y Granta a la hora de, peri¨®dicamente, revelar al mundo '20 escritores para el siglo XXI' o 'los mejores novelistas j¨®venes de Am¨¦rica'. Es un criterio funcional e incontestable, pero que -siempre obligado por la presi¨®n del modelo nuevo- suele esquivar el hecho de que un pa¨ªs como Estados Unidos nunca deja de mantener una relaci¨®n con un pasado que suele enorgullecerlos o, por lo menos, resultarles siempre digno de inter¨¦s. Lo mismo ocurre con su literatura: cambian los apellidos y las est¨¦ticas, pero ciertos temas y paisajes permanecen. Por eso las nuevas generaciones de escritores made in USA contin¨²an sin culpa ni disimulo el trabajo de las que las precedieron, y todos felices. Y el lector tambi¨¦n a la hora de disfrutar de la paradoja posible de un c¨®ctel tan cl¨¢sico como original: una medida de la m¨ªstica metaficcional de Herman Melville, una de viaje inici¨¢tico de Mark Twain, una de puritanismo pagano de Nathaniel Hawthorne, agitar con fuerza, colar a trav¨¦s de tantos otros apellidos que vinieron despu¨¦s, servir bien caliente en una copa moderna. Por eso tambi¨¦n -a la hora de explorar los territorios y tramas de estos nuevos, muchos de ellos ya en tr¨¢mite de ceder su sitial a nuevos-nuevos- se comprueba que el estilo puede variar pero las postales son enviadas desde los mismos lugares de siempre.
Se sirve en copa posmoderna este c¨®ctel: una de m¨ªstica metaficcional, una de viaje inici¨¢tico y una de puritanismo pagano
As¨ª -algunas puntas de un ice-
berg de muchas puntas- Jeffrey Eugenides, Charles Baxter, A. M. Homes y Michael Knight vuelven a redescubrir el suburbio -ese epif¨¢nico infierno chico que ya exploraron gente como John O'Hara, Richard Yates y, sobre todo, John Cheever- como sitio de fracaso y redenci¨®n con destellos casi mitol¨®gicos. Heidi Julavits viaja a los pueblos muertos de la Gran Depresi¨®n con los modales barrocos de William Faulkner y Carson McCullers. Nathan Englander recupera la fuerte tradici¨®n del jud¨ªo m¨¢gico y p¨ªcaro -en la que lo precedieron Isaac B. Singer, Bernard Malamud y Philip Roth- mientras que Ethan Canin y Michael Chabon hacen lo propio con nuevas versiones del ¨¢ngel ca¨ªdo blanco, anglosaj¨®n y protestante de Francis Scott Fitzgerald disfrazado de dibujante de c¨®mics o escritor bloqueado. David Sedaris, Melissa Bank y Matthew Klam modernizan el concepto del humorista en serio ¨¤ la Dorothy Parker o Woody Allen o Jerry Seinfeld con relatos de mec¨¢nica cercana al mon¨®logo de stand-up comedian. Jonathan Franzen y Lorrie Moore se sientan a la mesa de esas familias disfuncionales que John Updike tantas veces fotografi¨® en sus cuentos y en las novelas de la saga de Rabbit Angstrom. Dave Eggers, Rick Moody y William T. Vollmann reinventan sus propias vidas recibiendo la herencia del fantasma verdadero del palad¨ªn de la cripto-autobiograf¨ªa Jerome David Salinger; mientras que Donald Antrim, George Saunders, Chuck Palahniuk y David Foster Wallace se reparten a partes iguales el legado entr¨®pico y sat¨ªrico de Thomas Pynchon y Kurt Vonnegut a la hora de destruir el planeta o, por lo menos, patear ese puzle al que s¨®lo le faltaba una pieza para terminarlo de armar. Richard Powers es el perfecto disc¨ªpulo de Don DeLillo cuando se trata de comprender la historia p¨²blica de su pa¨ªs a trav¨¦s de las historias privadas de sus personajes. Jonathan Lethem -replicante de Philip K. Dick- se consagra como escritor 'de g¨¦nero' tan apto para la ciencia-ficci¨®n como para el policial paran¨®ico-existencialista. James Gunn y Denis Johnson -el mayor de todos ellos en todo sentido- se mueven por las zonas oscuras de la derrota con h¨¦roes drogadictos o malditos que descienden directamente de las alturas beatniks y posvietnamitas o ascienden hacia las profundidades de la cultura trash y el consumismo pop. Al final -pero no por eso en ¨²ltimo lugar-, Sherman Alexie, Junot D¨ªaz, Chang-Rae Lee, Jhumpa Lahiri, Collum McCann, releen para reescribir, con la caligraf¨ªa del inmigrante o de la minor¨ªa ¨¦tnica, el mapa de un pa¨ªs donde Huckleberry Finn sigue saliendo al camino, Hester Prynne contin¨²a soportando el estigma de una letra escarlata y Ahab no ha dejado de perseguir a una ballena blanca que simboliza cualquier cosa, todas las cosas de este mundo.
LOS OTROS NUEVOS
La revista The New Yorker seleccion¨® en 1999 a 20 autores para el siglo XXI. Adem¨¢s de los ya citados en las p¨¢ginas anteriores, ¨¦stos son otros autores con obra traducida al espa?ol que se encontraban en la lista:
Donald Antrim. Los cien
hermanos. Tusquets, 2000.
Sherman Alexie. El indio m¨¢s duro del mundo. El Aleph, 2001. Indian Killer. El Aleph, 1997.
Edwidge Danticat. Palabras, ojos, memoria. Ediciones del Bronce, 1998.
Junot D¨ªaz. Los boys.
Mondadori, 1996.
Jeffrey Eugenides. Las v¨ªrgenes suicidas. Anagrama, 1994.
Nathan Englander. Para el
alivio de insoportables impulsos. Lumen, 2000.
Jhumpa Lahiri. Int¨¦rprete
de emociones. Ediciones
del Bronce, 2000 (en catal¨¢n
en Columna, 2000).
Chang-Rae Lee. En lengua
materna. Anagrama, 2001.
Rick Moody. Am¨¦rica p¨²rpura. Debate, 2001. La tormenta de hielo. Debate, 1997 (en catal¨¢n, Llibres de l'?ndex, 2001).
William T. Vollman. Historias del Mariposa. 1995; Trece
relatos y trece epitafios, 1996,
y Para Gloria, 1998, todos
en El Aleph.
La lista de autores traducidos es mucho m¨¢s extensa. Pese que no incluye a autores que ya se han convertido en referencia,
como Roth, Cheever, Auster o Delillo, es una muestra representativa:
Dave Eggers. Una historia asombrosa, conmovedora y
genial. Planeta, 2001 (versi¨®n
catalana en Columna, 2001).
Heidi Julavits. El palacio
mineral. Mondadori, 2002.
James Gunn. El coleccionista de juguetes. Mondadori, 2002.
Zoetrope: All-story, antolog¨ªa de relatos de la revista Zoetrope. Emec¨¦, 2002.
Steven Millhauser. Peque?os reinos. Andr¨¦s Bello, 1998.
El lanzador de cuchillos. Andr¨¦s Bello, 2001, entre otros.
Nicholson Baker. La interminable historia de Nory. El Aleph, 2002 (en catal¨¢n en Emp¨²ries).
Brady Udall. La vida milagrosa de Edgar Mint. RBA, 2002.
James Hynes. El cuento del docente. El Aleph, 2002.
Lorrie Moore. P¨¢jaros de
Am¨¦rica. Salamandra, 2000 (en catal¨¢n, Edicions 62, 2000).
Autoayuda. Salamandra, 2002.
Helen DeWitt. El s¨¦ptimo
samur¨¢i. Plaza & Jan¨¦s, 2001.
Kief Hillsbery. En pie de
guerra. Seix Barral, 2001
(en catal¨¢n en Columna).
Armistead Maupin. El oyente nocturno. Plaza & Jan¨¦s, 2001, entre otros.
Colum McCann. A este lado de la luz. El Aleph, 1998
(en catal¨¢n en Columna). Perros que cantan. El Aleph, 2001.
Andr¨¦ Dubus III. Casa de
arena y niebla. Diagonal, 2001.
Douglas Coupland. La segunda oportunidad. Ediciones B, 2001. Todas las familias son psic¨®ticas. Destino, 2002, entre otros.
James Salter. Juego y distracci¨®n y Anochecer. El Aleph, 2002.
Lawrence Weschler. Boggs, la comedia del dinero. Seix Barral, 2000. El gabinete de las maravillas de Mr. Wilson. Seix Barral, 2001.
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