La mesa electoral est¨¢ servida
Un a?o y medio antes de agotarse la legislatura en Catalu?a, la mesa electoral est¨¢ ya completamente servida y las tareas cotidianas de gobierno y las parlamentarias, tanto legislativas como las de control, est¨¢n condicionadas por las tensiones que, como una servidumbre, acostumbran a acompa?ar a los intereses electorales de partido. Ante este panorama, es leg¨ªtimo preguntarse si el retraso en concretar la convocatoria no va a deteriorar el contenido de los platos ya cocinados y a enfriar el inter¨¦s de los ciudadanos por los men¨²s que se les ofrecen. Tanto m¨¢s cuanto que los medios de comunicaci¨®n nos transmiten, entretanto, an¨¦cdotas chocantes. Un ejemplo: el encuentro de dos representantes de partidos pol¨ªticamente confrontados en el mismo cursillo de pedagog¨ªa electoral, que facilita, a un alto coste, la multicolor cultura norteamericana -que, por cierto, registra los porcentajes m¨¢s altos de abstenci¨®n-. Otro: los esfuerzos gen¨¦ticos de algunos dirigentes, que ofrecen p¨²blicamente el estudio de su ADN para probar ante la opini¨®n p¨²blica sus derechos hist¨®ricos a reclamar para s¨ª todo lo bueno que se ha hecho en Catalu?a.
El origen de este microclima que agita el oasis catal¨¢n hay que buscarlo en el anuncio de Jordi Pujol de su renuncia a encabezar la futura propuesta electoral de CiU y la subsiguiente proclamaci¨®n solemne de Artur Mas como candidato a la presidencia de la Generalitat, proclamaci¨®n que hace pocos d¨ªas se ha complementado con la nominaci¨®n de Duran i Lleida como segundo en la lista electoral. L¨®gicamente, no han esperado las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas catalanas a entrar en liza, a excepci¨®n del PPC, sabedor de que tiene en sus manos la llave para evitar o provocar un avance electoral seg¨²n convenga a los intereses de la estrategia impuesta por el presidente Aznar, que tiene de hecho la ¨²ltima palabra en una decisi¨®n que parad¨®jicamente corresponde formalmente a un presidente tan nacionalista como Jordi Pujol.
En este contexto, las elecciones presidenciales francesas han sacudido la opini¨®n p¨²blica catalana, como toda la europea, y, despu¨¦s de la unanimidad de los l¨ªderes catalanes en denunciar las propuestas fascistas de Le Pen y expresar la consternaci¨®n por los altos porcentajes alcanzados en la Catalunya Nord por el l¨ªder ultraderechista, los resultados de la segunda vuelta han sido recibidos con una sensaci¨®n de alivio. Sin embargo, y aun siendo cierto que la sana reacci¨®n de los ciudadanos franceses ha demostrado que en situaciones de emergencia se movilizan para defender la democracia frente al fascismo, ser¨ªa irresponsable no tener en cuenta las duras ense?anzas de la primera vuelta, ense?anzas que, sin caer en mimetismos superficiales, deber¨ªan estar presentes al analizar el prolongado escenario preelectoral de Catalu?a. Un escenario centrado en la lucha entre partidos que podr¨ªa estar propiciando el desinter¨¦s de la sociedad hacia el compromiso pol¨ªtico activo y comportar, como ha sucedido en Francia en la primera vuelta, no s¨®lo la abstenci¨®n, sino tambi¨¦n opciones electorales que expresen la p¨¦rdida de confianza global en el sistema.
Sin dejar de lado la importancia de otros factores en el an¨¢lisis de las elecciones francesas, es innegable que lo que m¨¢s destaca es el divorcio entre sociedad y pol¨ªtica, como recog¨ªa Jos¨¦ Vidal-Beneyto en un art¨ªculo publicado en la edici¨®n de EL PA?S del pasado d¨ªa 4, en el que informaba de que G¨¦rard Courtois hab¨ªa calculado que 'tres de cada cinco franceses se han pronunciado en la votaci¨®n del 21 de abril no por el fascismo, sino contra el sistema pol¨ªtico por el que se rigen'.
Si queremos extraer algunas consecuencias de las elecciones francesas, creo que es fundamental tener en consideraci¨®n la necesidad de evitar que el peligro de esta ruptura pol¨ªtico-electoral adquiera protagonismo en una Catalu?a en que, demasiado a menudo, el marat¨®n electoral emprendido se parece m¨¢s a una ri?a entre partidos empe?ados en desprestigiarse que a un esfuerzo por impulsar una acci¨®n legislativa, un control riguroso del Ejecutivo o una acci¨®n de gobierno al servicio de todos los ciudadanos, a los que se deber¨ªan ofrecer constantemente, en la pr¨¢ctica, v¨ªas eficaces para la participaci¨®n.
Hoy es urgente y necesario contribuir a la plena recuperaci¨®n del valor ¨¦tico y participativo de la pol¨ªtica democr¨¢tica. Es significativo que en Francia los primeros gestos en esta direcci¨®n hayan partido del mundo de la cultura, pero la mayor responsabilidad nos corresponde a quienes estamos m¨¢s pr¨®ximos a las tareas pol¨ªticas. No hay que confundir las exigencias de rigor ante la corrupci¨®n con las insinuaciones ambiguas, hay que dar salidas positivas a los grandes problemas que preocupan a los ciudadanos, como la seguridad en el trabajo y en la convivencia social, y hay que ofrecer respuestas progresistas al fen¨®meno de la emigraci¨®n, evitando que las repercusiones negativas recaigan en las espaldas de los sectores m¨¢s desfavorecidos de nuestra sociedad. En fin, hay que hacer pol¨ªtica mirando a los ciudadanos en lugar de buscar la paja en los ojos del contrincante.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es miembro de ICV
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