Vuelco holand¨¦s
Holanda, siguiendo el patr¨®n de sucesivas elecciones europeas, ha virado abruptamente a la derecha tras los comicios del martes, con una participaci¨®n hist¨®rica. Sus notas se?eras son dos: el derrumbe de los socialdem¨®cratas de Wim Kok, tras ocho a?os al frente de una coalici¨®n que ha conseguido la mayor etapa de prosperidad en tiempos recientes, y la irrupci¨®n como segunda fuerza holandesa de la Lista Fortuyn, el movimiento del ef¨ªmero l¨ªder ultra cuyo asesinato ha ampliado su sombra sobre un paisaje pol¨ªtico aletargado. Ambos hechos rompen un modelo consolidado y se?alan un antes y un despu¨¦s del 15 de mayo.
El sistema electoral de los Pa¨ªses Bajos, proporcionalidad pura, hace inevitables las coaliciones. La m¨¢s probable, aunque tarde semanas en articularse, es una alianza capitaneada por los victoriosos democristianos -partido de referencia a lo largo de un siglo, que se resit¨²a en el eje pol¨ªtico, pero en un escenario completamente distinto- junto con los populistas de Fortuyn y los disminuidos liberales del VVD (derecha cruda), todos presumiblemente bajo la batuta del nuevo l¨ªder cristianodem¨®crata, Jan Peter Balkenende. Otra cosa es que esa eventual uni¨®n, si se confirmara, pueda durar en un pa¨ªs socialmente vanguardista, se trate de eutanasia, drogas o uniones homosexuales.
Los resultados holandeses son el ¨²ltimo aviso serio sobre la transformaci¨®n europea, donde hace s¨®lo dos a?os Clinton y una docena de l¨ªderes centroizquierdistas se congratulaban en Berl¨ªn a prop¨®sito de la llamada 'tercera v¨ªa'. Lo ocurrido en Francia y refrendado en los Pa¨ªses Bajos hace inexcusable para los partidos socialdem¨®cratas, si quieren neutralizar los cantos de sirena de la derecha populista, anticipar los desaf¨ªos que se dibujan n¨ªtidamente en el horizonte del siglo.
El humillante desplome de Kok, en la estela de Jospin, confirma el rechazo de los electores a una forma de gobierno anestesiante y acomodaticia, tejida en torno a permanentes pactos de cocina entre las ¨¦lites de los mismos partidos. Todo ello en medio de una situaci¨®n social que viene reclamando caracteres m¨¢s directos y el aireamiento sin rodeos de los problemas que inquietan a los ciudadanos: en el caso holand¨¦s, y pese a su prosperidad, los relacionados con la mala calidad de los servicios p¨²blicos, el aumento de la delincuencia urbana o los efectos de una abultada inmigraci¨®n. El endurecimiento de la pol¨ªtica inmigratoria ser¨¢ presumiblemente el caballo de batalla del pr¨®ximo Gobierno; de hecho, los democristianos ya suscriben algunas de las propuestas de Fortuyn para hacer m¨¢s holandeses a los reci¨¦n llegados y pon¨¦rselo mucho m¨¢s dif¨ªcil a aquellos cuyas peticiones de asilo hayan sido rechazadas.
?sos fueron precisamente los argumentos con los que el acribillado Fortuyn capt¨® la atenci¨®n de sus seguidores, y los que han reportado a su lista, mediante lo que algunos llaman el voto del martirio, 26 de los 150 esca?os del Parlamento. Algo ins¨®lito para un movimiento difuso que no exist¨ªa hace tres meses y cuyo liderazgo ha asumido ayer mismo un antiguo periodista.
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