Justos por pecadores
Se responsabiliza a la inmigraci¨®n de la inseguridad ciudadana en nuestro pa¨ªs. Las estad¨ªsticas var¨ªan: unos dicen que el 75% de los delitos lo comenten inmigrantes, mientras que otros elevan esta cifra hasta el 89,9%. Unas veces se aplican esos porcentajes al n¨²mero de delitos, y en otras a las detenciones o a la poblaci¨®n carcelaria. Alguien tiene que estar equivocado en este baile de cifras. No pueden confundirnos. En todo caso, no se debe ocultar esa informaci¨®n; si los inmigrantes cometen delitos debemos conocerlo todos; no podemos mirar hacia otro lado. Y los datos estad¨ªsticos parecen decirnos que la delincuencia est¨¢ creciendo entre la poblaci¨®n extranjera. Debemos tenerlo en cuenta y actuar en consecuencia. La seguridad es una de las prioridades de cualquier Estado democr¨¢tico.
Pero una cosa es el noble af¨¢n de velar por la seguridad y otra muy distinta es el criminalizar a un colectivo compuesto mayoritariamente por trabajadores. Persigamos a los delincuentes y erradiquemos las causas de la inseguridad, pero no castiguemos a cientos de miles de personas trabajadoras y honradas. Afirmar, con el desenfado que lo hacen algunos, que inmigraci¨®n equivale a delincuencia es una grave irresponsabilidad, profundamente injusta adem¨¢s. Que existen algunos delincuentes entre los inmigrantes es seguro. Que nuestra sociedad debe protegerse nadie lo puede discutir. Que el tener una nacionalidad distinta no debe suponer ning¨²n tipo de eximente es una obviedad. Pero: ?Es la inmigraci¨®n la responsable de la inseguridad? ?Es moral que los responsables p¨²blicos asocien descaradamente inmigraci¨®n con delincuencia? ?No estaremos criminalizando injustamente a un colectivo muy diverso?
Es cierto que existen mafias de delincuencia, contra las que tenemos que luchar sin cuartel. Muchas de ellas no son de trabajadores, sino de organizaciones poderosas, como las de la Costa del Sol o Madrid, que entran con todos sus papeles en regla. Nos dicen que los inmigrantes ilegales son delincuentes. Es pr¨¢cticamente imposible entrar legalmente en nuestro pa¨ªs. Casi el 90% de los inmigrantes regularizados en Espa?a entraron por v¨ªas no legales, dado que nunca hemos tenido una pol¨ªtica inmigratoria que regulara los flujos migratorios. Hay que reducir al m¨¢ximo la inmigraci¨®n ilegal, pero para ello debe existir alguna v¨ªa legal de entrada, que se adecue m¨¢s o menos a nuestra demanda social. Todav¨ªa hoy seguimos en esa misma din¨¢mica. El INE estima que vendr¨¢n 260.000 nuevos inmigrantes este a?o, pero el cupo aprobado tan s¨®lo asciende a 30.000, por lo que de nuevo tendremos una fuerte presi¨®n de entrada ilegal. Contra la inmigraci¨®n ilegal no se lucha tan s¨®lo con la polic¨ªa, los centros de retenci¨®n y las expulsiones. Tenemos que disponer de una pol¨ªtica de regulaci¨®n de flujos, acuerdos con los pa¨ªses emisores y de potentes pol¨ªticas de ayuda al desarrollo, combinada con las acciones policiales y de fronteras. Si no lo hacemos, la presi¨®n inmigratoria seguir¨¢ creciendo.
En Espa?a vive una de las poblaciones inmigrantes m¨¢s bajas de Europa. El n¨²mero de residentes extranjeros se incrementar¨¢ en nuestra sociedad indisociablemente unido a nuestro crecimiento econ¨®mico; los necesitaremos. Tenemos que prepararnos, regulando v¨ªas legales de entrada, habilitando pol¨ªticas de integraci¨®n, e intentando educar a la poblaci¨®n en valores de respeto. No parece que estemos haciendo nada de esto, sino m¨¢s bien todo lo contrario. Todos los mensajes que recibe la poblaci¨®n acerca de los inmigrantes son de car¨¢cter negativo. Llevamos varios a?os siendo sistem¨¢ticamente bombardeados con mensajes que incrementan el recelo de la poblaci¨®n frente al que llaman el problema de la inmigraci¨®n. Los sucesivos episodios son bien conocidos: efecto llamada, ablaci¨®n, velo, mezquitas versus iglesias, lucha de civilizaciones, y ahora delincuencia. La poblaci¨®n espa?ola est¨¢ reaccionando con un profundo temor, que puede degenerar en rechazo, ante esta sistem¨¢tica campa?a. Nadie dice que cientos de miles de inmigrantes trabajan duramente y que pagan sus impuestos y su seguridad social. Todo eso no cuenta. Para muchos, la inmigraci¨®n es exclusivamente un foco de conflictos.
Sin v¨ªas legales de entrada, sin pol¨ªticas de integraci¨®n, sin inversiones en infraestructuras educativas, sanitarias y de vivienda la marginalidad se incrementar¨¢ entre la poblaci¨®n trabajadora extranjera. Y la marginaci¨®n siempre fue el caldo de cultivo ideal para la proliferaci¨®n de delincuentes. La lucha contra la exclusi¨®n social es tambi¨¦n luchar contra una de las causas de la inseguridad ciudadana.
Una sociedad democr¨¢tica debe luchar con todos los medios legales a su alcance contra la delincuencia. La seguridad ciudadana es uno de los primeros deberes del Estado. No justifiquemos nuestro fracaso responsabilizando a los de siempre, a los m¨¢s d¨¦biles, a los diferentes.
Manuel Pimentel, empresario, ha sido ministro de Trabajo.
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