Sampedro, en las catacumbas de Arg¨¹elles
La librer¨ªa Rafael Alberti, nacida al calor de la transici¨®n, festeja su cuarto de siglo en un encuentro con el escritor y catedr¨¢tico
Parec¨ªa una comunidad perseguida, reunida en torno a un hombre alto, de barba blanca y palabra llena de intenci¨®n y sabidur¨ªa. La gente congregada -mujeres de edad media con el inter¨¦s a flor de piel, hombres de porte grave y manos nudosas, incluso una ni?a con uniforme de colegio- observaba con afecto al maestro, de apellido Sampedro.
En pleno barrio de Arg¨¹elles, un entresuelo bajo una escalera acog¨ªa a los reunidos, que mostraban unci¨®n, disciplina y entrega. El escenario podr¨ªa ser una verdadera catacumba de no mediar la afabilidad de Dolores Larumbe, que ha sabido dotar de un clima c¨¢lido y de confort a la trastienda de su librer¨ªa, que lleva por nombre el del poeta Rafael Alberti. 'Los lectores de libros se est¨¢n convirtiendo casi, casi, en una secta', bromea Larumbe. De ah¨ª la cosa catac¨²mbica.
'Los lectores de libros se est¨¢n convirtiendo, casi, casi, en una secta', bromea la librera Dolores Larumbe
'Formamos parte de un peque?o n¨²cleo de librer¨ªas madrile?as, surgidas hace un cuarto de siglo, que han logrado sobrevivir a una fort¨ªsima cadena de crisis', comenta Dolores con naturalidad. 'El 20 de noviembre de 1976, justo un a?o despu¨¦s de la muerte del general Franco, Enrique Lagunero abr¨ªa esta librer¨ªa, en el coraz¨®n de Arg¨¹elles'. Lagunero es hermano de Teodulfo, el empresario que cruz¨® la frontera espa?ola llevando en su lujoso autom¨®vil a Santiago Carrillo, a la saz¨®n secretario general del clandestino Partido Comunista de Espa?a, tocado de un vistoso peluqu¨ªn. Cuenta Larumbe que la librer¨ªa siempre llev¨® el nombre del poeta gaditano, dirigente asimismo del PCE. 'Entre la inauguraci¨®n y el verano de 1979, la librer¨ªa sufri¨® dos incendios, en sendos atentados con gasolina que activistas ultras introdujeron por debajo de la puerta, y otro m¨¢s en el que la fachada fue tiroteada', explica. 'Un empleado, de nombre Jos¨¦, cuando cerraba la tienda e iba al metro de Arg¨¹elles, nunca se pon¨ªa junto a las v¨ªas en el and¨¦n, por temor a que alg¨²n ultra le empujara', a?ade.
'Tal vez por todo ello, quiz¨¢ tambi¨¦n por la ca¨ªda comercial de los libros pol¨ªticos hasta entonces en auge, Lagunero decidi¨® venderla en aquel verano. Nos interesamos por comprarla y conectamos muy bien con ¨¦l, apenado por venderla', dice Dolores Larumbe.
Desde entonces, junto con Santiago Gonz¨¢lez y Miguel Mart¨ªn, regenta la Rafael Alberti. 'El sector de librer¨ªas pas¨® duras crisis, en los a?os ochenta, cuando surgi¨® la presi¨®n de las grandes superficies que incorporaron la venta de libros a sus establecimientos', se?ala. 'Tanto la Antonio Machado, de la calle de Fernado VI, que era anterior a nosotros, como otras librer¨ªas de este barrio hemos logrado sobrevivir, pero en el camino se quedaron Jarcha, Polifemo, Moira y muchas m¨¢s'.
Tras el 25? aniversario, Larumbe ha querido convertir la librer¨ªa en un lugar de encuentro entre los autores literarios -'normalmente situados en un Olimpo inaccesible', dice- y los lectores. 'De ah¨ª la presencia hoy [por ayer] en nuestra trastienda de Jos¨¦ Luis Sampedro'.
'Soy fidel¨ªsimo cliente de esta librer¨ªa, regida con mano sabia por Lola', asegura sonriente este barcelon¨¦s nacido en 1917, escritor y catedr¨¢tico de Estructura Econ¨®mica de la Complutense 'por ese orden', precisa. 'Pues en 1940, mucho antes de convertirme en catedr¨¢tico, ya hab¨ªa escrito mi primera novela, El espejo de Adolfo, que no publiqu¨¦ hasta 40 a?os despu¨¦s'. Hoy, Sampedro es uno de los escritores espa?oles que mayor n¨²mero de libros vende. La editorial Destino acaba de publicar El mercado y la globalizaci¨®n, una obra de divulgaci¨®n, ilustrada por Santiago Sequeiros, escrita en un lenguaje llano y directo, nunca trivial, que permite la comprensi¨®n de un fen¨®meno extraordinariamente complejo a todo tipo de lector, como ha glosado la cr¨ªtica madrile?a. Ante medio centenar de fieles lectores que ayer llenaban la trastienda de la librer¨ªa Rafael Alberti, mostr¨® la llaneza de un hombre sencillo que aplica la m¨¢xima socr¨¢tica seg¨²n la cual el maestro ha de ir laborando poco a poco para que el alumno haga aflorar lo mejor de s¨ª. El escritor perfil¨® algunas de las tribulaciones del tiempo presente.
La globalizaci¨®n unilateral, exclusiva, del mercado, es una de ellas, se quejaba. Y brome¨®: '?Qu¨¦ podemos esperar de George Bush, que con 50 a?os no hab¨ªa visitado Europa ni siquiera para correrse una juerga en Par¨ªs?', se preguntaba. ?Receta de Sampedro para los males mundiales? 'La multiglobalizaci¨®n de las cosas buenas y una ONU con autoridad planetaria que evite los abusos de los poderosos'.
Marx, Engels y una familia especial
Aunque hoy resulte inveros¨ªmil, muchos autores y libros, se?aladamente de pol¨ªtica y de econom¨ªa, fueron prohibidos en Espa?a entre el fin de la guerra civil, en 1939, y la muerte del dictador, en noviembre de 1975. Y la inercia represiva se prolong¨® un lustro m¨¢s. Empero, muchas librer¨ªas madrile?as, como la Antonio Machado, en la calle de Fernando VI, o Visor, en Isaac Peral, consegu¨ªan sortear la censura no tanto por emplear raras artes, sino m¨¢s bien por la incultura de muchos censores. As¨ª lo cuenta Jos¨¦ Su¨¢rez, en los a?os setenta militante de una organizaci¨®n trotskista: 'Una vez regresaba de Par¨ªs con varios libros de Carlos Marx y Federico Engels escondidos entre la ropa de mi maleta. Uno era El capital, de Marx, y otro, La sagrada familia, escrito con Engels. Ambos textos ten¨ªan un mensaje ideol¨®gicamente semejante. Pues bien', explica, 'cuando entr¨¦ en Espa?a por Ir¨²n, un guardia fronterizo me abri¨® la maleta, retir¨® El capital y me autoriz¨® a llevarme La sagrada familia [un alegato demoledor contra las instituciones burguesas]. El guardia me dijo: 'contra los libros religiosos no tenemos nada'. Numerosos grupos de extrema derecha, con el amparo policial de entonces, se cebaron en asaltos contra las librer¨ªas que, t¨ªmidamente, importaban t¨ªtulos referidos a educaci¨®n sexual o feminismo. 'La palabra cultura se asociaba a la palabra libertad, y la libertad la consideraban subversiva', dice Dolores Larumbe. 'Pero aqu¨¦llos son, afortunadamente, tiempos pasados. Hoy se editan 62.000 t¨ªtulos por a?o y librer¨ªas como la nuestra [Rafael Alberti] han de seleccionarlos para nuestros lectores, que son quienes nos marcan la pauta', agrega.
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