El 'Global Compact'
El 9 de abril de este mismo a?o, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, presentaba en Espa?a, ante 93 empresas y 34 entidades de diverso tipo, la iniciativa de un Global Compact, de un pacto global deseoso de acercar el mundo empresarial a la sociedad, de dar a la globalizaci¨®n econ¨®mica un rostro humano. En realidad, la iniciativa tiene ya alg¨²n tiempo, porque hizo su entrada en sociedad en 1999, ante ese Foro Econ¨®mico Mundial que ven¨ªa reuni¨¦ndose en Davos y este a?o traslad¨® su sede a Nueva York.
El pacto intenta aglutinar no s¨®lo a los que ya protagonizan la globalizaci¨®n junto a los pol¨ªticos, es decir, a los grandes empresarios, sino tambi¨¦n a quienes no la est¨¢n protagonizando y deber¨ªan poder hacerlo, si es que quiere ser humana: organizaciones c¨ªvicas, organizaciones laborales y -yo a?adir¨ªa- peque?os y medianos empresarios. Como se dice en ¨¦tica de la empresa, afectados por la econom¨ªa no son s¨®lo los l¨ªderes y los accionistas de las grandes empresas, sino todos los stakeholders, todos los que tienen algo que ganar o perder en el juego, ahora global, de la econom¨ªa. Y el modo en que est¨¢ funcionando la globalizaci¨®n, sin tener en cuenta a buena parte de los afectados, lleva a percibir al mundo empresarial, sobre todo a las grandes empresas, como un cuerpo extra?o; de ah¨ª la necesidad de integraci¨®n.
Nueve principios sumamente simples constituyen la base ¨¦tica del compromiso. Los dos primeros se refieren al respeto y promoci¨®n de los derechos humanos, los cuatro siguientes, a los derechos laborales, y los tres ¨²ltimos, a la protecci¨®n del medio ambiente. Quien desee sumarse al acuerdo con su firma se compromete a dar carne de vida cotidiana a estos principios, a operativizarlos en la vida de las empresas en el nivel local y global.
Realmente, las empresas que hace ya d¨¦cadas conocen y ponen en pr¨¢ctica ideas tan fecundas como las de responsabilidad social y ciudadan¨ªa corporativa pueden preguntarse qu¨¦ novedad se sigue de todo esto, porque estas dos ideas son mucho m¨¢s exigentes en sus compromisos que los nueve principios del Global Compact. La novedad vendr¨ªa, a poco se piense, del car¨¢cter global de la iniciativa, que convoca a los protagonistas y afectados de todos los pa¨ªses de la Tierra sobre la base de unos principios que pretenden valer globalmente, empe?¨¢ndose en llevar adelante la tarea no con proclamas ideol¨®gicas, sino con buenas pr¨¢cticas.
En lo que hace al car¨¢cter global del pacto, es una buena noticia constatar que, a pesar de las continuas proclamaciones urbi et orbi de que vivimos en tiempos de incertidumbre ¨¦tica, de que no contamos con orientaciones ¨¦ticas compartidas para afrontar el reto econ¨®mico y el de las nuevas tecnolog¨ªas, es todo lo contrario. Junto a la econom¨ªa, el ingl¨¦s y el terrorismo, se globalizan afortunadamente declaraciones ¨¦ticas compartidas, y el Global Compact es un ejemplo referido a las empresas.
Un ejemplo que, como es patente, trata de congregar a representantes de esos dos foros mundiales que tienen una imagen tan distinta de la globalizaci¨®n: el Foro Econ¨®mico Mundial, compuesto por representantes pol¨ªticos y econ¨®micos y l¨ªderes de opini¨®n, y el Foro Social Mundial, formado por asociaciones c¨ªvicas y laborales y por intelectuales. Si las relaciones entre ambos foros -se dice- empezaron siendo de confrontaci¨®n abierta, con el tiempo pasaron a discurrir en paralelo, y m¨¢s tarde iniciaron el di¨¢logo. De hecho, es tambi¨¦n una buena noticia, una excelente noticia, que el Foro Social Mundial, reunido en Porto Alegre, decidiera ir, m¨¢s all¨¢ de la repulsa, al compromiso de elaborar y presentar alternativas rigurosas a la globalizaci¨®n tal como se est¨¢ produciendo. Lo bueno no es 'globalizaci¨®n, no', sino 'queremos que la globalizaci¨®n sea de esta manera'. Cualquier rechazo por parte de los poderosos a una propuesta concreta es mucho m¨¢s injusto que las negativas abstractas.
Pero a este compromiso del Foro Social Mundial debe corresponder un compromiso de responsabilidad por parte del Foro Econ¨®mico, un compromiso de hacerse cre¨ªble, y el Global Compact puede ser una plataforma para ello, en la medida en que incorpora tambi¨¦n organizaciones c¨ªvicas y laborales en el nivel global.
Como comentaba un empresario: 'Mi concepto de responsabilidad cambia considerablemente cuando hablo con el analista financiero y cuando hablo con una organizaci¨®n c¨ªvica; es preciso hablar con los dos'.
Por eso es una buena iniciativa la de no apoyar el poder de convicci¨®n del pacto global, su credibilidad, en declaraciones ideol¨®gicas, sino en las buenas pr¨¢cticas, la de evitar connota-ciones como 'progresismo' o 'conservadurismo', y llegar a aquello tan sencillo de 'por sus frutos los conocer¨¦is'. A fin de cuentas, para descubrir si un m¨¦dico, un periodista o un profesor son buenos, m¨¢s que a sus proclamas, hay que atender a sus pr¨¢cticas. Poner la carreta delante de los bueyes s¨®lo lo hacen los que no est¨¢n dispuestos a optar por las buenas pr¨¢cticas y necesitan maquillaje.
Este procedimiento de elusi¨®n de diferencias ideol¨®gicas es muy propio del pragmatismo norteamericano y, de hecho, los creadores del acuerdo global insisten abiertamente en su car¨¢cter pragm¨¢tico, entendiendo por tal el m¨¦todo de eludir discusiones ideol¨®gicas y atender a las pr¨¢cticas. Cuando las gentes vean que la globalizaci¨®n econ¨®mica les beneficia, la acoger¨¢n con gusto. Cuando los empresarios se percaten de que actuar por los nueve principios es rentable, se sumar¨¢n al proyecto de una globalizaci¨®n con rostro humano. Las resonancias del neopragmatismo norteamerica-no son indudables y la figura de John Rawls con su consenso solapante viene a la mente.
La dificultad del pragmatismo, sin embargo, estriba en que los buenos resultados para unos y otros se aprecian a largo plazo, y la vida exige tomar decisiones en el corto y medio. Y quien no aprecia las buenas pr¨¢cticas en s¨ª mismas, acaba a?adi¨¦ndoles una coletilla impl¨ªcita seg¨²n la cual la pr¨¢ctica es buena 'siempre que me convenga en el corto y medio plazo'. Que a lo mejor es un error en el largo, pero ¨¦se a muchas gentes no les parece tiempo humano, porque hay que aumentar la cuenta de resultados ya, hay que ganar la elecci¨®n o la reelecci¨®n ya. Y esto no viene a humo de pajas.
En un excelente art¨ªculo publicado el 16 de abril en The New York Times, el economista Paul Krugman criticaba la reacci¨®n de su pa¨ªs ante el fallido golpe de Estado de Venezuela. Independientemente de la opini¨®n que pueda merecer Hugo Ch¨¢vez -dec¨ªa-, es el presidente electo de Venezuela, y los pa¨ªses democr¨¢ticos no pod¨ªan aceptar ni el golpe ni la nueva presidencia. Y ninguno lo hizo -a?ad¨ªa- excepto uno, ?no ser¨¢ que en la caracterizaci¨®n de la democracia 'gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo' hay una coletilla impl¨ªcita: 'Siempre que convenga a los intereses de los Estados Unidos'?
Coletillas de este calibre son nefastas. Permiten a algunos representantes religiosos declarar no s¨®lo en canales locales de televisi¨®n, sino tambi¨¦n en los nacionales, que Yahv¨¦ prometi¨® los territorios de Oriente Medio en litigio a los israelitas, y no a los palestinos, y por eso su naci¨®n debe apoyar a Israel a tumba abierta. Modo ¨¦ste de poner la coletilla 'siempre que convenga' al segundo mandamiento de la ley dada justamente por Yahv¨¦ a Mois¨¦s: 'No tomar¨¢s el nombre de Dios en vano'.
Las buenas pr¨¢cticas -la democracia, el respeto y promoci¨®n de los derechos humanos en las empresas- valen por s¨ª mismas. El nombre de Dios es sagrado y no se le toma en vano. Cuando las cosas funcionan as¨ª es cuando se hacen cre¨ªbles pol¨ªticos, empresarios, organizaciones c¨ªvicas y laborales, creyentes... Ya s¨¦ que insistir en lo que vale por s¨ª mismo es una vieja tradici¨®n europea. Pero qu¨¦ le vamos a hacer los que nacimos en el Mediterr¨¢neo.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica en la Universidad de Valencia, y directora de la Fundaci¨®n ETNOR.
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