'Hay que idear modelos econ¨®micos que desaf¨ªen a los neoliberales'
R¨¢pido en las respuestas, trasluciendo convicci¨®n en cada una de sus palabras, la conversaci¨®n de Norman Birnbaum destaca sobre todo por la extraordinaria libertad con la que se expresa. Como otros destacados intelectuales de la corriente cr¨ªtica y radical norteamericana, no s¨®lo sus razonamientos, sino tambi¨¦n los t¨¦rminos con los que los expresa, acaban poniendo en evidencia, por contraste, la autocensura, la envarada contenci¨®n, desde la que parece hablar la socialdemocracia a este lado del Atl¨¢ntico.
Pregunta. En Europa se ha recibido con sorpresa, por no decir con indignaci¨®n, la idea lanzada desde algunos medios norteamericanos de que las cr¨ªticas europeas a la pol¨ªtica de Ariel Sharon hacia los palestinos obedecen a un persistente reflejo antisemita.
'El ¨¦xito de Le Pen en las presidenciales francesas fue acogido con cierta alegr¨ªa en algunos sectores de EE UU, sobre todo porque humillaba a Francia'
'En la clase dirigente europea, nadie hace hoy profesi¨®n de antiamericanismo; una parte de la clase dirigente de EE UU se declara abiertamente antieuropea'
'Zapatero habla de un Estado 'ni obeso ni anor¨¦xico', pero el PSOE no ha desarrollado todav¨ªa una pol¨ªtica econ¨®mica distinta de la del PP'
'Est¨¢ en juego, debido a la competencia global, ese modelo de bienestar social que pretende redistribuir los beneficios sociales a partir de los impuestos'
'El control pol¨ªtico de la econom¨ªa es el ¨²nico medio para impedir que el capital colonice la totalidad de la cultura y de la existencia'
Respuesta. Gran parte de los mensajes procedentes de Estados Unidos tiene un objetivo preciso: presionar a Europa para que adopte sus posiciones en el conflicto. Y hay muchos apologistas en la prensa dispuestos a profundizar en esta l¨ªnea.
P. ?Es s¨®lo la prensa la que alimenta esta posici¨®n o participan tambi¨¦n los medios oficiales?
R. El Gobierno de Bush no la ve con desagrado, debido a las presiones del lobby proisrael¨ª. Conviene no olvidar una cosa. En la clase dirigente europea, nadie hace hoy profesi¨®n de antiamericanismo. Por el contrario, una parte de la clase dirigente norteamericana se declara abiertamente antieuropea. A su juicio, los europeos son perezosos que viven a costa del Estado de bienestar, son par¨¢sitos en t¨¦rminos de defensa. Y, por descontado, tienen un trasfondo nacionalista y antisemita. Perm¨ªtame decirle que har¨ªan bien ignorando estas cr¨ªticas.
P. Y sin embargo, constituyen la prueba de que, al igual que en el pasado, se prefiere enjuiciar los estereotipos antes que los hechos.
R. Aplicada a Israel, ?qu¨¦ sentido tiene la categor¨ªa tradicional de antisemitismo? Los israel¨ªes no son una minor¨ªa perseguida y confinada en un gueto. Son, por el contrario, ciudadanos de un Estado con armamento nuclear, forman parte de un pa¨ªs con altos niveles de bienestar y uno de los m¨¢s poderosos ej¨¦rcitos del mundo. Entre los norteamericanos que conocen Europa, nadie piensa que aqu¨ª se est¨¦ viviendo una nueva ola de antisemitismo. Subsisten, sin duda, ciertos reflejos entre la poblaci¨®n cristiana, pero no veo c¨®mo podr¨ªa ser de otra manera despu¨¦s de 2.000 a?os de historia. Ha habido, adem¨¢s, ataques contra sinagogas, pero se explican como una extensi¨®n en suelo europeo del conflicto que libran musulmanes y jud¨ªos en Oriente Pr¨®ximo. Existe, por ¨²ltimo, una derecha rancia que hace gala de antisemitismo. Pero incluso esta derecha admira al Ej¨¦rcito israel¨ª, porque combate a los ¨¢rabes. En cualquier caso, no es un fen¨®meno exclusivo de los europeos. Tambi¨¦n en Estados Unidos hay gente que odia a los intelectuales jud¨ªos, pero admira a los generales israel¨ªes.
P. A juzgar por esta paradoja, da la impresi¨®n de que se estuvieran invirtiendo las simpat¨ªas y antipat¨ªas tradicionales; la ultraderecha emergente en Europa, que se muestra benevolente con el pasado nazi y fascista, se caracteriza, sin embargo, por un sentimiento de odio contra los musulmanes y no tanto contra los jud¨ªos.
R. El ¨¦xito de Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas fue acogido con cierta alegr¨ªa en algunos sectores de Estados Unidos. Sobre todo porque humillaba a Francia, porque -pensaban- esto ense?ar¨ªa a los franceses a no darnos lecciones. De todas formas, esa inversi¨®n de las simpat¨ªas y antipat¨ªas no es completa. Los l¨ªderes de la comunidad jud¨ªa en Francia no han apoyado a Le Pen. Han existido, quiz¨¢, casos aislados, personas de clase media baja, simpatizantes de Betah, el grupo de apoyo al Likud. Como la comunidad jud¨ªa americana, la europea tambi¨¦n est¨¢ dividida. Muchos intelectuales y pol¨ªticos jud¨ªos franceses han exigido en p¨²blico un comportamiento diferente a Israel.
P. No s¨¦ si ha advertido que, pese a ser considerados ambos pueblos semitas por los te¨®ricos del siglo XIX, el t¨¦rmino antisemitismo se aplica s¨®lo a los ataques contra los jud¨ªos. Cuando se trata de ataque contra musulmanes, se habla de racismo, aunque la creencia en el islam nada tenga que ver con la raza.
R. Durante 2.000 a?os, los jud¨ªos han vivido integrados en la civilizaci¨®n cristiana y europea con momentos de mayor y menor dificultad, y algunas veces con profundo dramatismo. Por su parte, los musulmanes gobernaron en Espa?a hasta 1492 y estuvieron a las puertas de Viena. La historia es, pues, muy diferente. Unos eran vistos como una naci¨®n sin tierra, con sus propias leyes en el interior de un Estado ya constituido. Los otros, por el contrario, representaban la frontera de Europa, un peligro militar, un riesgo geopol¨ªtico. La noci¨®n de antisemitismo fue desarrollada en el siglo XIX con el exclusivo prop¨®sito de separar a los jud¨ªos del resto de los europeos a partir de la cultura y de la herencia biol¨®gica, en aplicaci¨®n de las teor¨ªas racistas. En ese momento no se pensaba en los musulmanes, que estaban fuera de Europa. En Estados Unidos, por su parte, los pocos ciudadanos ¨¢rabes que hab¨ªa eran mayoritariamente cristianos. Inmigrantes procedentes de L¨ªbano, mitad palestinos. Por tanto, creo que el diferente uso que hoy se hace de t¨¦rminos como antisemitismo y racismo encuentra su explicaci¨®n en la historia, no en su funci¨®n ideol¨®gica actual. Dicho esto, creo tambi¨¦n que la reacci¨®n frente a los inmigrantes ¨¢rabes no cristianos tiene indudables rasgos en com¨²n con el antisemitismo tradicional.
P. Dec¨ªa usted que una parte de la clase dirigente norteamericana ve a los europeos como perezosos que viven a costa del Estado de bienestar. Entiendo que este juicio obedece m¨¢s al deseo de criticar un modelo econ¨®mico que al simple hecho de menospreciar a los europeos.
R. Estados Unidos tiene tambi¨¦n un Estado de bienestar; un Estado de bienestar desarrollado a lo largo del siglo XX por los grandes presidentes reformistas: Theodore Roosevelt, Wilson, Franklin Roosevelt, Truman y Johnson. En primer lugar, disponemos de un sistema universal de pensiones, que incluye la de incapacidad, esto es, un salario de por vida para las personas que no est¨¢n en condiciones de desarrollar ning¨²n trabajo. En segundo lugar, existen dos sistemas para la atenci¨®n sanitaria. Todo ciudadano por encima de los 75 a?os tiene derecho a ella a trav¨¦s de la Seguridad Social. Es un sistema insuficiente que padece una falta cr¨®nica de recursos, pero es universal. Y lo mismo se puede decir de la atenci¨®n sanitaria para los ciudadanos empobrecidos. El problema se presenta, l¨®gicamente, para la gente que se encuentra entre ambas categor¨ªas, que no est¨¢ jubilada y que trabaja. Por ¨²ltimo, el Estado lleva a cabo un considerable esfuerzo en educaci¨®n.
P. A ello habr¨ªa que unir la labor social de los sindicatos.
R. S¨ª, de hecho gestionan un semi-Estado de bienestar. El origen hay que buscarlo a final de los a?os cuarenta, cuando se establecieron contratos sindicales para suplir las deficiencias p¨²blicas en materia de sanidad o desempleo. En cualquier caso, todos estos componentes, todos estos sistemas de protecci¨®n, p¨²blicos y sindicales, permiten afirmar que la idea de que en Estados Unidos rige el capitalismo puro y duro mientras que en Europa se ha impuesto el Estado de bienestar resulta demasiado simple.
P. ?Y esa clase dirigente a la que antes se refer¨ªa pone tambi¨¦n en tela de juicio el Estado de bienestar norteamericano?
R. En Estados Unidos, lo mismo que en Europa, gran parte de quienes critican las garant¨ªas de empleo provistas por el Estado de bienestar son profesores con puestos asegurados de por vida o economistas a los que se recompensa por defender los argumentos del capital. El razonamiento econ¨®mico es, en realidad, ideol¨®gico y pol¨ªtico, no cient¨ªfico.
P. ?En qu¨¦ medida esas cr¨ªticas centran el debate pol¨ªtico en Estados Unidos?
R. De hecho, la defensa y la extensi¨®n del Estado de bienestar ha sido y es uno de los ejes mayores de la pol¨ªtica norteamericana. Despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones presidenciales, los republicanos quer¨ªan reducirlo, poner un l¨ªmite a su expansi¨®n. Pero los planes de privatizaci¨®n de la Seguridad Social se han visto entorpecidos por el esc¨¢ndalo de Enron y por la ca¨ªda de las bolsas. Los norteamericanos han perdido mucho dinero en la Bolsa, en particular los peque?os ahorradores. Por otra parte, se sabe que el nivel de vida medio de los europeos no es peor que el de los norteamericanos, pese a tener una Seguridad Social con mayor cobertura, un mejor seguro de desempleo y, en definitiva, un Estado de bienestar m¨¢s universal e inclusivo.
P. Entonces, y frente a lo que parece desprenderse del triunfo de los conservadores en la mayor parte de los pa¨ªses desarrollados, el futuro del Estado de bienestar no est¨¢ a¨²n decidido.
R. El Estado de bienestar no es solamente una creaci¨®n de la izquierda. Como se sabe, la democracia cristiana tuvo tambi¨¦n una participaci¨®n muy activa. La idea de que nadie debe vivir por debajo de un m¨ªnimo no es ni siquiera patrimonio de los partidos democr¨¢ticos, e inspir¨® lo mismo a la izquierda comunista que a los nacionalsocialistas, a los fascistas de Mussolini y, hasta cierto punto, a la Falange en Espa?a, por corrupta e ineficaz que fuese su gesti¨®n. En cualquier caso, lo que hoy est¨¢ en juego, debido a la competencia global, es ese modelo de Estado de bienestar que pretende redistribuir los beneficios sociales a partir de los impuestos. Se puede cerrar una f¨¢brica en Barcelona y abrirla en M¨¦xico o Brasil. O mejor en Corea o en China, donde un Estado autoritario se encarga de que los sindicatos no creen problemas. Desde el momento en que no existe ning¨²n mecanismo internacional que asegure el establecimiento de prestaciones sociales, las empresas buscar¨¢n los pa¨ªses con un coste laboral m¨¢s bajo, y esto supone una desventaja para los que mantienen un coste m¨¢s elevado. Incluido Estados Unidos. No tiene m¨¢s que ir a San Diego o a El Paso y cruzar la frontera. En estas circunstancias, cabe hacerse una pregunta: ?ante qui¨¦n son responsables los Gobiernos? ?Ante las empresas globales que quieren producir m¨¢s barato o ante los ciudadanos cuyas condiciones de vida se ver¨¢n afectadas como consecuencia de las relaciones econ¨®micas con el resto del mundo?
P. Hablaba antes de la confluencia de la democracia cristiana con la socialdemocracia para construir ese Estado de bienestar que redistribuye a partir de los impuestos. ?Piensa que la tercera v¨ªa, y en general la nueva socialdemocracia, podr¨ªa estar haciendo el camino de regreso, esto es, confluyendo con los conservadores para desmantelarlo?
R. Uno de los m¨¢s cercanos asesores de Blair y antiguo ministro, Mandelson, declar¨® que la tercera v¨ªa es sobre todo una cuesti¨®n de ret¨®rica y dijo que el nuevo laborismo adolece de falta de sustancia. El ¨²ltimo presupuesto brit¨¢nico e, incluso, el segundo programa electoral del laborismo promet¨ªan m¨¢s y mejores servicios p¨²blicos, en abierta contradicci¨®n con la tercera v¨ªa, a la que Blair no se ha vuelto a referir. El uso de la idea de 'nuevo centro' por parte de Schr?der carece de contenido, ha desmovilizado a su electorado y acaba de ser abandonada en favor de los proyectos socialdem¨®cratas cl¨¢sicos por temor a una derrota electoral. Jospin defini¨® su programa como no socialista y sus votantes le abandonaron. Clinton acept¨® la tercera v¨ªa para justificar el abandono de las posiciones de los dem¨®cratas a favor de la redistribuci¨®n, y Gore perdi¨®. La socialdemocracia y el reformismo social norteamericano se han comprometido con el capital, y lo ¨²nico que est¨¢n demostrando as¨ª es su falta de convicci¨®n, su incapacidad intelectual para controlar la nueva situaci¨®n global si no es en los t¨¦rminos establecidos por los conservadores.
P. ?Y los socialistas espa?oles?
R. La situaci¨®n durante los primeros Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez era distinta. Gonz¨¢lez se dio cuenta de que ten¨ªa enfrente dos desaf¨ªos. Primero, la modernizaci¨®n de la sociedad espa?ola, que sal¨ªa de una dictadura como la de Franco. Segundo, la extensi¨®n de la justicia social a trav¨¦s de la construcci¨®n del Estado de bienestar en Espa?a. En 1993, los socialistas espa?oles hab¨ªan perdido el impulso. Almunia puso en marcha un interesante proceso de reflexi¨®n que buscaba una nueva s¨ªntesis, pero no tuvo tiempo. En cualquier caso, el Partido Popular no gan¨® sobre la base de discutir el modelo de capitalismo, sino sobre otros aspectos de la vida pol¨ªtica en Espa?a. Por ¨²ltimo, Zapatero habla de un Estado 'ni obeso ni anor¨¦xico', pero el PSOE no ha desarrollado todav¨ªa una pol¨ªtica econ¨®mica distinta de la del PP, que lo que ofrece es una gesti¨®n tecnocr¨¢tica y un alineamiento con el capital. El PP se est¨¢ distanciando, de hecho, de sus or¨ªgenes, vinculados a la doctrina social cat¨®lica. Resultar¨ªa lamentable que el PSOE se sumase a ¨¦l en la promoci¨®n de una idea de sociedad cada vez m¨¢s atomizada.
P. ?D¨®nde podr¨¢ encontrar la socialdemocracia ese perfil que le falta?
R. No olvide que la idea original de la izquierda no era la redistribuci¨®n, sino la noci¨®n de ciudadan¨ªa, es decir, un concepto que operaba en el interior de una comunidad nacional. En estos momentos, la socialdemocracia se enfrenta, por el contrario, a una extensi¨®n global del capitalismo. Eso significa que donde antes estaba dispuesto a aceptar compromisos locales sobre las prestaciones sociales del trabajo, ahora est¨¢ m¨¢s inclinado a invertir fuera, donde los costes del trabajo sean m¨¢s bajos. La izquierda tendr¨ªa que tejer alianzas con las fuerzas de los pa¨ªses en desarrollo que defienden la democratizaci¨®n y el alza en las prestaciones sociales del trabajo. Por otra parte, la socialdemocracia deber¨ªa ejercer un mayor control sobre instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El Banco Central Europeo es demasiado importante como para dejarlo en manos de banqueros, y la riqueza creada por los ciudadanos europeos, demasiado valiosa para ser privatizada sin tener en cuenta las ventajas y usos del sector p¨²blico. Es preciso idear modelos econ¨®micos que desaf¨ªen a los neoliberales, en lugar de limitarse a aceptarlos y a repetir que la regulaci¨®n es mala y las empresas p¨²blicas tambi¨¦n.
P. En definitiva, ?quiere eso decir que la socialdemocracia necesitar¨ªa reafirmar su vertiente internacionalista m¨¢s que su vertiente ciudadana?
R. La noci¨®n de ciudadan¨ªa, la extensi¨®n de los derechos ciudadanos, sigue siendo decisiva. Pero la ciudadan¨ªa no puede detenerse en el umbral del lugar de trabajo. El control pol¨ªtico de la econom¨ªa es el ¨²nico medio para impedir que el capital colonice la totalidad de la cultura y de la existencia. Por otra parte, los partidos socialdem¨®cratas tienen que tomar una posici¨®n muy clara en materia de inmigraci¨®n. En Estados Unidos, uno de los grupos que pagan el precio de la inmigraci¨®n son los negros, cuyos salarios descienden como consecuencia de que el trabajo de los inmigrantes, sin prestaciones sociales, resulta m¨¢s barato y no permite, por tanto, una competici¨®n en t¨¦rminos de igualdad. En el plano internacional se tratar¨ªa de crear polos de atracci¨®n alternativos. No creo que la seducci¨®n de las ciudades europeas o de Nueva York o Los ?ngeles pueda desaparecer, pero s¨ª que El Cairo, Casablanca, R¨ªo, S?o Paulo o M¨¦xico puedan ejercer una seducci¨®n equivalente.
P. El problema consiste en c¨®mo hacerlo. Por lo general, se ponen muchas esperanzas en la ayuda al desarrollo, y la realidad es que sus resultados nunca han sido esperanzadores. Se trata de un callej¨®n sin salida, y, a mi juicio, resulta extraordinariamente peligroso para nuestras democracias insistir en la necesidad de actuar sobre los inmigrantes, aunque sea al precio de sacrificar garant¨ªas b¨¢sicas de nuestros sistemas pol¨ªticos, en lugar de actuar sobre las causas de la inmigraci¨®n, que se encuentran en el modelo econ¨®mico por el que hemos optado. ?Por qu¨¦ se da por descontado que ese modelo no puede modificarse si, como parece, no es que ponga en riesgo nuestro bienestar, sino el fundamento de nuestras libertades?
R. Yo soy nieto de inmigrantes. Mi familia huy¨® de la Rusia zarista como consecuencia del antisemitismo. Todos los blancos americanos tienen una historia como ¨¦sta: somos todos descendientes de inmigrantes. Mire, la historia de Nueva York a lo largo del siglo XX es la historia de vastas oleadas de inmigrantes: italianos, alemanes, jud¨ªos; despu¨¦s, negros del sur, y ahora, latinos y otros. La ciudad ha sabido asimilarlos a todos, la ciudad ha sido un verdadero laboratorio para el progreso social. Los dos Roosevelt eran neoyorquinos, y como presidentes no hicieron otra cosa que aplicar a escala nacional lo que hab¨ªan hecho en la ciudad y el Estado federal. Estados Unidos tiene una historia diferente de la de Europa, pero los europeos a menudo pasan por alto hasta qu¨¦ punto sus sociedades son tambi¨¦n producto de la inmigraci¨®n y, por tanto, no prestan atenci¨®n a lo mucho que podr¨ªan aprender de la ecuaci¨®n norteamericana entre ciudadan¨ªa e identidad. Necesitamos elaborar nuevas ideas para el siglo XXI. Si en el siglo XX pudimos acabar con el totalitarismo, ?c¨®mo no vamos a encontrar salida a los nuevos problemas?
Radical y comprometido
RECI?N LLEGADO de Brasil y a punto de salir para Alemania, de donde regresar¨¢ a Espa?a para participar en un debate sobre el futuro de la izquierda, el estadounidense Norman Birnbaum sigue con meticulosa atenci¨®n la actualidad europea. Est¨¢ al corriente de las declaraciones pol¨ªticas, de los manifiestos y documentos de los partidos, de los editoriales y cartas al director de los principales peri¨®dicos. Todo este material heterog¨¦neo aparece una y otra vez en su discurso, inserto en sus an¨¢lisis sobre las grandes tendencias pol¨ªticas y econ¨®micas que operan en las sociedades contempor¨¢neas.
Catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad de Georgetown, autor de una decena de libros acerca de la idea de reforma social y del pensamiento socialista, y fundador de la New Left Review, Norman Birnbaum es sobre todo conocido en Espa?a a trav¨¦s de sus art¨ªculos de actualidad. De origen jud¨ªo, sus tomas de posici¨®n a partir del 11 de septiembre, criticando la obsesi¨®n occidental por la seguridad y el apoyo norteamericano a la pol¨ªtica de Ariel Sharon contra los palestinos, han tenido amplia repercusi¨®n en Europa y Estados Unidos.
Su ¨²ltimo libro, After progress: european socialism and american social reform in the twentieth century, publicado en 2001 y de pr¨®xima aparici¨®n en Espa?a, es un recorrido a trav¨¦s de los grandes principios que inspiraron la pol¨ªtica de la izquierda durante los ¨²ltimos cien a?os y, al mismo tiempo, una constataci¨®n de que la atenci¨®n a las necesidades concretas de los ciudadanos ha desaparecido de pronto de la escena p¨²blica, ahogadas por la exaltaci¨®n de la supuesta nueva era que nos ha tocado vivir.
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