Una mirada veterana al Festimad
Una veintena de personas de entre 65 y 88 a?os visit¨® ayer el festival independiente
Un grupo de veteranos subi¨® ayer por la tarde la edad media del p¨²blico que abarrotaba el Festival Independiente de Madrid, Festimad 2002. Los excursionistas, de 65 a 88 a?os, formaban parte de una de las seis performances que animaron el sarao musical de 48 horas en el parque El Soto de M¨®stoles. 'Quer¨ªamos buscar la integraci¨®n de generaciones distintas a trav¨¦s de la convivencia pac¨ªfica', coment¨® una de las organizadoras, Eva Salmer¨®n, responsable del banco de ideas Mmmm.
Y si alguien ten¨ªa miedo de c¨®mo resultar¨ªa la fusi¨®n, sali¨® de dudas en cuanto los ancianos pisaron la hierba del parque. 'A ver, guapa, que me voy a hacer una foto contigo', espet¨® Juli, de 66 a?os, a una joven que meneaba la cabeza al ritmo de unos timbales. 'Ah, s¨ª, claro, qu¨¦ maja; estoy flipando', asinti¨® la chica, y rode¨® a Juli con el brazo a la altura del cuello. A pocos metros, Visi, de 70 a?os, no paraba de mirar de un lado a otro del escenario principal, sin actuaciones en ese momento. Al ver pasar a chavales luciendo el torso repleto de tatuajes y jovencitas con pendientes en la cara y los pantalones a medio bajar, Visi no dejaba de hacer comentarios de sorpresa: 'A m¨ª me gustan m¨¢s arregladitos, pero, bueno, entiendo que es la moda', se conform¨®. Pero no perdi¨® la ocasi¨®n de recordarles a algunos que 'la m¨²sica tan alta es perjudicial para los o¨ªdos'.
Eva y Emilio, del banco de ideas responsable de la experiencia, repartieron entre los ancianos c¨¢maras fotogr¨¢ficas desechables para que inmortalizaran su paso por Festimad. Entre la emoci¨®n de la visita y el peso de la edad, los excursionistas necesitaron recuperar el aliento a medio camino del paseo. Les facilitaron unas sillas plegables de cine de verano frente al escenario principal y les invitaron a sentarse todos juntos, en hilera. Entonces, Juli cogi¨® su muleta y su silla y se separ¨® del grupo en busca del compadreo con unos j¨®venes que beb¨ªan sentados sobre la hierba del parque. La mujer no se limit¨® a hacerles compa?¨ªa, sino que a los dos minutos ya era el centro de atenci¨®n. 'Os voy a contar un cuento de un osito y un pe¨®n...', se present¨® y, visto que los chavales resoplaban, cambi¨® de asunto con rapidez. 'He vivido muchos a?os en Valencia; y vosotros, ?de d¨®nde ven¨ªs?', pregunt¨®. ?se fue el arranque de una conversaci¨®n de 20 minutos en valenciano, que termin¨® con un intercambio de fotograf¨ªas. 'Y no nos hacemos una paellita porque aqu¨ª no permiten que hagamos hogueras, que si no', solt¨®, encantado, un joven con un pendiente bajo el labio y patillas interminables. 'De esto nos vamos a acordar toda nuestra vida', manifest¨® otro.
Tras el paseo, la merienda y la asistencia a un concierto, el viaje toc¨® a su fin. Alguien se apresur¨® a recordarlo: 'V¨¢monos ya, que hay que ver el festival de Eurovisi¨®n'. Y del grupo sali¨® una respuesta contundente: 'A m¨ª me gusta m¨¢s esto que ver la tele'.
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