Gibraltar, el 'fonendoscopio' del Estrecho
La base del Pe?¨®n controla con una red de sensores sumergidos el paso de submarinos entre el Mediterr¨¢neo y el Atl¨¢ntico
Como si se tratase de un buque varado en medio del Estrecho, la Royal Navy bautiz¨® su base gibraltare?a como HMS (Her Majesty?s Ship o Barco de Su Majestad) Rooke. ?ste ¨²ltimo no es el nombre de la Roca en ingl¨¦s, sino del almirante Sir George Rooke, quien en 1704 arrebat¨® el Pe?¨®n a la Corona Espa?ola. Por eso resultar¨ªa parad¨®jico ver a un militar espa?ol al frente del cuartel dedicado a tan insigne marino. Pero es muy improbable que tal evento llegue a producirse.
La carta dirigida por el ministro de Defensa, Geoff Honn, a su colega del Foreing Office, Jack Straw, filtrada el 11 de mayo por The Times, no s¨®lo supuso un torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n de las negociaciones hispano-brit¨¢nicas sobre Gibraltar, en v¨ªsperas del encuentro entre Aznar y Blair en Londres, sino que puso sobre la mesa la inquietud de al menos una parte del almirantazgo ingl¨¦s por el futuro de la base.
Espa?a admiti¨® ante la OTAN en 1999 que no pod¨ªa suplir algunas capacidades del Pe?¨®n
Hoon mezclaba en su misiva las consideraciones militares -advirtiendo de las consecuencias que un cambio en el estatuto de la base podr¨ªa tener en la estrategia brit¨¢nica- con las pol¨ªticas, subrayando la oposici¨®n de la poblaci¨®n local a las pretensiones espa?olas, sin que resultara f¨¢cil discernir cu¨¢l de las dos cuestiones era su verdadera objeci¨®n.
En todo caso, con unos 500 militares, un puerto y un aeropuerto, Gibraltar sigue siendo un punto neur¨¢lgico del despliegue militar brit¨¢nico, resto de su antiguo imperio, como demostr¨® durante la guerra de Las Malvinas, en 1982. Adem¨¢s, la base del Pe?¨®n, en un extremo, y la de Chipre, en el otro, otorgan al Reino Unido el car¨¢cter de potencia mediterr¨¢nea.
La p¨²blica irrupci¨®n de fisuras en el Gobierno de Londres, a prop¨®sito de unas negociaciones que parec¨ªan a punto de culminar, cogi¨® por sorpresa en Madrid. El Ministerio de Defensa espa?ol, como su hom¨®logo brit¨¢nico, hab¨ªa estado al margen de la negociaci¨®n, dirigida por los respectivos departamentos de Exteriores. En sus encuentros, Hoon nunca transmiti¨® inquietud alguna a su colega Federico Trillo-Figueroa.
En realidad, no parec¨ªa necesario que los departamentos de Defensa intervinieran, pues Espa?a no albergaba ninguna aspiraci¨®n sobre la base, aunque tampoco pod¨ªa aceptar que se excluyera del principio de soberan¨ªa conjunta al 40% del territorio.
Igual que su antecesor Castiella en 1966, Piqu¨¦ estaba dispuesto a que el Reino Unido mantuviese indefinidamente la base y s¨®lo pretend¨ªa una presencia simb¨®lica; por ejemplo, la bandera espa?ola junto a la Uni¨®n Jack. Como mucho, pod¨ªa reclamar cierta capacidad de supervisi¨®n, algo que ya hizo durante la pol¨¦mica reparaci¨®n en Gibraltar del submarino nuclear Tireless, de mayo de 2000 a mayo de 2001.
Los militares espa?oles no tienen m¨¢s inter¨¦s que el patri¨®tico en sentar sus cuarteles en el Pe?¨®n. Desde hace d¨¦cadas, su doctrina ha consistido en potenciar la base de Rota (C¨¢diz), apoyada por Cartagena (Murcia), para ir vaciando de contenido la importancia estrat¨¦gica de Gibraltar.
En 1999, cuando se incorpor¨® a la estructura integrada de la OTAN, Espa?a pidi¨® la exclusi¨®n del Pe?¨®n de los planes de la Alianza. Gibmed, el cuartel general aliado en Gibraltar, hab¨ªa desaparecido, junto a todos los dem¨¢s mandos de cuarto nivel, y Espa?a estaba segura de poder asumir sus misiones. Sin embargo, el Reino Unido aleg¨® que su base del Pe?¨®n dispon¨ªa de capacidades de las que carec¨ªa Espa?a y a las que la OTAN no pod¨ªa renunciar. Tras una an¨¢lisis exhaustivo del listado presentado por Londres, Madrid tuvo que admitir que ten¨ªa raz¨®n y ambos pa¨ªses suscribieron el llamado acuerdo Greencock-Spiteri, por los diplom¨¢ticos que lo negociaron, todav¨ªa vigente. En virtud del mismo, Espa?a acept¨® por vez primera coordinarse con Gibraltar en las operaciones y ejercicios de la OTAN.
?Cu¨¢les eran esas capacidades a las que la Alianza no pod¨ªa renunciar? El acuerdo alude gen¨¦ricamente a comunicaciones, pero es seguro que no se refiere s¨®lo al emisor de microondas de radio o a la estaci¨®n de sat¨¦lite Intelsat. El Estrecho es una de las zonas m¨¢s activas del mundo en guerra electr¨®nica y en la misma intervienen no s¨®lo brit¨¢nicos y espa?oles, sino tambi¨¦n estadounidenses, que cuentan en Rota con aviones esp¨ªa P-3 Orion como el que el a?o pasado se accident¨® en la isla china de Hainan.
Pero, adem¨¢s, Gibraltar, con una galer¨ªa de t¨²neles subterr¨¢neos que ampl¨ªa considerablemente su superficie ¨²til, es la sede del Royal Naval Comunications Centre. Desde el mismo, mediante una red de sensores sumergidos, capaces de discernir la m¨¢s sutil alteraci¨®n en medio de las fuertes corrientes del Estrecho, controla el tr¨¢nsito de submarinos. Su papel fue esencial durante la Guerra Fr¨ªa, ya que Gibraltar era paso obligado para los buques sovi¨¦ticos de las flotas del B¨¢ltico o el Mar Negro que pretend¨ªan entrar o salir del Mediterr¨¢neo.
Aunque esta funci¨®n ha perdido gran parte de su valor, puede recuperarlo en el futuro. Y no debe olvidarse su otro papel: ayudar a los submarinos amigos a transitar sin riesgo, y sin emerger a la superficie, por un zona de orograf¨ªa especialmente dif¨ªcil.
El Reino Unido comparte estas capacidades con Estados Unidos, que es su verdadero beneficiario. Por eso, para los expertos militares espa?oles, Washington no puede ser ajeno a la s¨²bita preocupaci¨®n del ministro Hoon.
La fiabilidad de Espa?a est¨¢ fuera de duda, pero en ocasiones los tr¨¢mites que imponen las autoridades espa?olas pueden llegar a resultar engorrosos. Por eso, buques de EE UU, especialmente los nucleares, renuncian a las facilidades de la vecina Rota y siguen recalando en Gibraltar.
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