Votar en T¨²nez
El r¨¦gimen tunecino no es el ¨²nico en el mundo ¨¢rabe que organiza farsas electorales. Pero es adalid en intentar presentarlas como leg¨ªtimas expresiones de la voluntad popular. El domingo pasado, el presidente Zine el Abidine Ben Al¨ª, en el poder durante los ¨²ltimos 15 a?os, obtuvo m¨¢s del 99% de los votos en el refer¨¦ndum para reformar la Constituci¨®n, lo que le permitir¨¢ concurrir otras dos veces a las elecciones presidenciales. El nuevo texto constitucional otorga tambi¨¦n a Ben Al¨ª inmunidad penal para sus actos, ahora y para siempre. En la consulta, seg¨²n el Ministerio del Interior, vot¨® m¨¢s del 95% del censo.
La pasi¨®n que despierta en las urnas el l¨ªder tunecino no es nueva. En 1999, en unos comicios generales presentados como un paso adelante en la apertura del peque?o pa¨ªs norteafricano, el presidente y su ubicuo partido, Uni¨®n Constitucional Democr¨¢tica, ya ofendieron la inteligencia de los ciudadanos arrasando m¨¢s all¨¢ de cualquier pudor. El refer¨¦ndum del domingo no ser¨ªa m¨¢s que otro pelda?o en esa direcci¨®n si no fuera porque el propio Ben Al¨ª, cuando depuso en 1987 al presidente vitalicio Habib Burguiba, descart¨® la idea de perpetuarse pol¨ªticamente y se autolimit¨® a tres mandatos. Pero rectificar es de sabios.
T¨²nez es un Estado policiaco de fachada moderada, donde abundan los prisioneros pol¨ªticos y no se permite otra disidencia m¨¢s all¨¢ de la folcl¨®rica. Un r¨¦gimen proocidental y de perfil bajo mantiene a raya a los islamistas y predica la m¨¢xima de guardar silencio y ganar dinero. As¨ª, y pese a sus escasos recursos, el pa¨ªs posee niveles de alfabetismo, renta personal o protecci¨®n de los derechos femeninos envidiables para la regi¨®n. Pero las patra?as electorales no deben ser convalidadas por Occidente con estos argumentos. La Uni¨®n Europea, que ha enviado observadores al reciente plebiscito, debe establecer mecanismos para vincular su ayuda econ¨®mica a la democratizaci¨®n tunecina.
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