Gente rara
Ven¨ªa a decir Aznar hace unos d¨ªas que hay gente un poco rara, a la que no le importa sufragar con sus impuestos el seguro de desempleo de otros, aunque ¨¦stos puedan ser una cuadrilla de vagos que no quieren trabajar sino vivir del cuento. En su opini¨®n, sin embargo, la gente rara es minor¨ªa y, afortunadamente, el personal -la gente normal- se muestra reacio a pagar impuestos y es sumamente celoso respecto al uso que pueda darse a los mismos. La conclusi¨®n de todo ello es que no hay que hacer mucho caso de la gente rara, la que entiende que hay que hacer esfuerzos personales en pro de intereses colectivos, y que lo mejor es gobernar para los normales, aquellos que creen que cada cual debe sacarse las casta?as del fuego y que si existe desempleo es simplemente porque algunos prefieren vivir sin pegar un palo al agua.
Es posible que Aznar tenga raz¨®n en que muchas personas est¨¢n hoy menos dispuestas que hace unos a?os a apostar por valores solidarios y por proyectos pol¨ªticos que se fundamenten en ellos, entre otras cosas porque hay que buscarlos con lupa. A fin de cuentas, llevamos ya un par de d¨¦cadas oyendo que el progreso consiste m¨¢s o menos en machacar al vecino, que el futuro es de los que saben arriesgar y aprovechar las oportunidades que ofrece la vida -lease el mercado-, y que el resto deber¨¢ resignarse a estudiar en aulas separadas, a aceptar contratos basura, y a tener una pensi¨®n miserable cuando alcance la edad de jubilaci¨®n. Adem¨¢s, ya se nos ha explicado que es mejor no confiar demasiado en los sistemas p¨²blicos de salud o de seguridad social y que, en consecuencia, conviene suscribir p¨®lizas y planes privados de pensiones, a mayor gloria de bancos y aseguradoras. Tras tantos a?os de propaganda, poco a poco se cierra el c¨ªrculo: los que siguen pensando como antes son gente rara, una minor¨ªa social, y por lo tanto su opini¨®n no debe ser tenida muy en cuenta a la hora de gobernar.
En estas circunstancias, la convocatoria de huelga general deber¨ªa servir, digo yo, para demostrar que a¨²n queda bastante gente rara, quiero decir gente normal, que cree que una sociedad civilizada es aquella que, entre otras cosas, apuesta por la protecci¨®n de los m¨¢s d¨¦biles y por incrementar la seguridad humana -que no es lo mismo que llenar las c¨¢rceles de gente, como sucede en otras latitudes-. La huelga contra la reforma del desempleo podr¨ªa ser ¨²til, m¨¢s all¨¢ de las intenciones de sus convocantes -a fin de cuentas cada cual puede pensar lo que quiera sobre este particular-, para demostrar que la gente rara, quiero decir normal, todav¨ªa existe y debe ser escuchada.
Pero el anuncio de la huelga ha desvelado tambi¨¦n la existencia de alguna gente rara de la de verdad, no de la que Aznar considera rara. Me refiero -claro est¨¢- a los sindicatos convocantes de la ins¨®lita doble jornada de protesta en Euskadi. Por un lado, resulta raro que una huelga que se quiere sea masiva en todo el territorio en que se convoca, no sea anunciada de forma unitaria, incluyendo en esa unidad no s¨®lo a CC.OO y UGT sino tambi¨¦n a las dem¨¢s centrales sindicales, y muy especialmente a las que son mayoritarias en algunos lugares. Y, por otra parte, resulta no menos raro que ELA y LAB se apresuren a convocar la movilizaci¨®n en un d¨ªa diferente, no por ese motivo, sino para resaltar el 'hecho diferencial vasco' cuando, si nadie lo remedia, el decretazo del gobierno se va a aplicar sin diferencias en Canarias, en Andaluc¨ªa o en el Pa¨ªs Vasco.
Me pregunto ingenuamente si se habr¨ªa apostado tambi¨¦n por cambiar el d¨ªa de la movilizaci¨®n en el caso de que una directriz de estas caracter¨ªsticas hubiera emanado de Bruselas y la huelga tuviera car¨¢cter europeo. Porque, puestos a diferenciar, tal vez en Euskadi no deber¨ªa celebrarse el 1 de Mayo como d¨ªa de los trabajadores, sino buscarse una fecha alternativa que reflejara mejor nuestra especificidad respecto del resto del mundo. Pero, qui¨¦n sabe, a lo mejor todo esto es normal y los raros somos los que no lo entendemos. De ser as¨ª, pesar¨ªa sobre nosotros una doble condici¨®n de raros, pues lo ser¨ªamos tanto para Aznar como para los sindicatos. Eso s¨ª que es ser raro. Qu¨¦ horror.
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