Historia y propaganda en Palestina e Israel
A diferencia de lo que ha ocurrido en Francia, donde los intelectuales se han movilizado con su pluma para tomar posici¨®n en un conflicto que se ha agravado por momentos en Palestina e Israel en las ¨²ltimas semanas, en Espa?a las reacciones han sido menos visibles fuera de alg¨²n escritor, algunos arabistas o de columnistas habituales en los diferentes peri¨®dicos. Lo explicar¨ªa en parte el hecho de que en nuestro pa¨ªs, a diferencia de Francia, no hay una comunidad jud¨ªa bien identificada, que es percibida por la opini¨®n como una comunidad extranjera a pesar de viejas ra¨ªces hist¨®ricas o de las d¨¦cadas de permanencia de algunos de sus miembros m¨¢s representativos. Tampoco se percibe la existencia de una comunidad ¨¢rabe porque no est¨¢ org¨¢nicamente estructurada y su presencia medi¨¢tica es vista por la opini¨®n s¨®lo a trav¨¦s de una joven colonia inmigrada de magreb¨ªes, generalmente marginalizados. Se ignora, sin embargo, la existencia de una ¨¦lite medioriental -con buena presencia palestina- asentada desde los a?os sesenta.
Por eso llama la atenci¨®n la publicaci¨®n en las p¨¢ginas de EL PA?S del art¨ªculo de Juan Pablo Fusi (Historia y Oriente Medio, 9 de abril), pretendiendo aportar una mirada fr¨ªa y objetiva en un an¨¢lisis hist¨®rico de esta cuesti¨®n. Pero si este ejercicio se ve como algo muy necesario en este momento, llevarlo a cabo, como es su caso, forzando la argumentaci¨®n y distorsionando de tal manera la historia (por no hablar de inexactitudes en las fechas m¨¢s elementales), no logra contrarrestar un palmo las que el propio autor califica de 'deformaciones hist¨®ricas deliberadas, ocultaciones sistem¨¢ticas y adjetivaciones tendenciosas' de la informaci¨®n y los media espa?oles en este conflicto.
No hay la menor duda de que las nuevas generaciones que hoy consumen estas informaciones necesitan un mejor hilo argumental, pero no ser¨ªa, a mi parecer, la hebra proporcionada por Fusi la que les ayude a razonar sobre los or¨ªgenes y causas, naturaleza y evoluci¨®n de un drama que cuenta con casi un siglo de existencia. Porque el drama no empieza en 1948, como pretende Fusi, en el rechazo de los pa¨ªses ¨¢rabes a la partici¨®n de Palestina. No es propaganda 'oficialista palestina' recordar que a principios del siglo XX en los distritos otomanos (sanyaks) de Acre, Napl¨²s y Jerusal¨¦n que compon¨ªan Palestina desde la ocupaci¨®n turca a principios del siglo XVI -y no desde el XII-XIII-, la poblaci¨®n jud¨ªa asentada apenas sobrepasaba las 50.000 personas, lo que s¨®lo representaba un 7% de los habitantes. Incluso buena parte de aquellos jud¨ªos eran inmigrantes reci¨¦n llegados huyendo de las persecuciones en algunos pa¨ªses europeos y al calor de los llamamientos del movimiento sionista, que hac¨ªa poco hab¨ªa centrado su reivindicaci¨®n en el retorno a la tierra de sus antepasados. Aunque, eso s¨ª, apoyados en el mito de que se trataba de 'una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra'. Sin tener en cuenta este hecho, la cifra de 650.000 jud¨ªos en Palestina en 1948, antes del conflicto armado con sus vecinos ¨¢rabes, no podr¨ªa medirse en su valor y sus efectos. Decir, pues, que 'la emigraci¨®n jud¨ªa a Palestina antes de 1945 no fuera num¨¦ricamente significativa' es, sencillamente, ignorar los hechos porque no cuadran con el hilo argumental que conviene. S¨®lo entre 1931 y 1946 inmigraron 434.000 jud¨ªos, es decir, el 66% de la cifra de que habla Fusi.
El drama hab¨ªa sido ya previsto en 1919, cuando una comisi¨®n de encuesta, dirigida por los americanos King y Crane, analiz¨® en el terreno el impacto previsible de la creaci¨®n de un hogar nacional jud¨ªo en Palestina, tal y como los brit¨¢nicos prometieron a la Federaci¨®n Sionista, por medio de la declaraci¨®n Balfour, en noviembre de 1917. Esta comisi¨®n, a la que las dos grandes potencias de la ¨¦poca no hicieron ning¨²n caso, advirti¨® que 'es preciso recordar que la poblaci¨®n no jud¨ªa de Palestina -casi nueve d¨¦cimas del total- es resueltamente hostil a todo el programa sionista. No parece que haya cuesti¨®n sobre la que la poblaci¨®n palestina est¨¦ m¨¢s unida. Imponer a un pueblo as¨ª dispuesto una inmigraci¨®n jud¨ªa ilimitada, as¨ª como presiones financieras y sociales constantes para que ceda sus tierras, ser¨ªa una violaci¨®n flagrante del principio y de los derechos de los pueblos'.
Otra inexactitud de bulto en el art¨ªculo de Fusi es pretender que la actitud de Gran Breta?a en la zona fue siempre pro-¨¢rabe. No lo fue, naturalmente, la declaraci¨®n Balfour, como tampoco el nombramiento del primer alto comisario, el jud¨ªo Herbert Samuels. Que los jud¨ªos se convirtieran en una 'incomodidad irritante' no fue sino la consecuencia de no haber sabido encontrar la f¨®rmula para desactivar lo explosivo de su promesa de crear un hogar nacional para los jud¨ªos. Haberse servido de los ¨¢rabes, fabricar dos reinos en la zona dirigidos por los Hachim¨ªes (a quienes se trataba de compensar por su traici¨®n a lo prometido al xerif Hussein de crear un reino ¨¢rabe), no creo que sea motivo para calificar su pol¨ªtica de otra cosa que de pro-brit¨¢nica. Y si hubo de nadar entre ¨¢rabes y jud¨ªos fue para mediar entre la guerra abierta de dos nacionalismos, el sionista y el palestino, que luchaban por repartirse un mismo espacio.
Parece Juan Pablo Fusi en su art¨ªculo negar la existencia de un 'verdadero nacionalismo popular palestino' en 1948. Que existieran corrientes y proyectos diferenciados como el del muft¨ª de Jerusal¨¦n Amin el Husseini al frente del Alto Comit¨¦ ?rabe (reuni¨®n de los partidos nacionalistas creado en abril de 1936) y el que preconizase la unificaci¨®n de Palestina con la Transjordania del emir Abdallah, con la familia Nachachibi al frente, no niega en absoluto la existencia de un movimiento que llev¨® a cabo una insurrecci¨®n popular y una huelga general que se prolongar¨ªa varios meses en 1936 y que fue el detonante para que los brit¨¢nicos se inclinaran por la idea de la partici¨®n del territorio.
No reconocer la existencia de este nacionalismo palestino, catalizador incluso de un nacionalismo ¨¢rabe transnacional que llev¨® hasta la creaci¨®n de una suerte de 'brigadas internacionales' animadas por el movimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto, es no entender el coraz¨®n de otra de las dimensiones del problema. Es un hecho que el drama palestino ha cobrado desde los a?os treinta una dimensi¨®n transnacional para la mayor¨ªa de los ¨¢rabes y musulmanes, como s¨ªmbolo de una lucha justa, al igual que la guerra civil espa?ola lo represent¨® entre los progresistas del mundo. Tanto que se convirti¨® en una causa movilizadora en el interior de los pa¨ªses ¨¢rabes hasta el punto de que la intervenci¨®n de los ej¨¦rcitos ¨¢rabes contra la creaci¨®n del Estado de Israel viniera m¨¢s motivada por razones de acallar a sus opiniones p¨²blicas solidarias con la lucha de los palestinos que por la verdadera convicci¨®n de sus dirigentes. Buena prueba de ello es que los golpes de Estado que entre 1949 y 1952 se suceder¨¢n en Siria y Egipto est¨¦n en relaci¨®n directa con el fracaso ¨¢rabe en aquella guerra. Pero que Palestina pudiera haber servido, tanto entonces como ahora, de coartada para los reg¨ªmenes ¨¢rabes no le resta legitimidad a su causa.
Otro punto en el que Fusi es parcial es su insistencia en ver el problema palestino como un 'drama de un pueblo de refugiados' y no como un problema de ocupaci¨®n militar que Israel se niega, por unas y otras razones, a deshacer. Ni una sola alusi¨®n a las resoluciones de la ONU en las que se le insta a abandonar los territorios ocupados en 1967, ni un solo comentario a que la guerra de 1948-49 le procur¨® a Israel, adem¨¢s del espacio concedido en la partici¨®n, la mitad de los territorios que la ONU hab¨ªa concedido al Estado ¨¢rabe, territorios que, al ser negociados con los Estados vecinos en los armisticios respectivos, nadie le reclam¨® con posterioridad. Y eso s¨ª, una secuencia final de los hechos en la que se olvidan episodios esenciales como el primer Camp David y en la que se omiten hechos que responsabilizar¨ªan a Israel en la situaci¨®n actual. La provocaci¨®n de Sharon en la Explanada de las Mezquitas, por ejemplo, est¨¢ ausente de su hebra argumental.
Sin duda es necesario revisar el papel de los Estados ¨¢rabes en el desarrollo del drama palestino, habida cuenta que tambi¨¦n comparten responsabilidades en este conflicto. Cabe pensar que suplantar a los palestinos, como fue la constante de los reg¨ªmenes vecinos desde la intervenci¨®n de 1948, fue un error. De hecho, hasta la reestructuraci¨®n de la OLP tras la derrota de 1967 esta organizaci¨®n no se va a librar de la tutela de la Liga ?rabe y, sobre todo, de Egipto. Incluso Jordania no renunciar¨¢ a la anexi¨®n de Cisjordania (puramente formal desde la ocupaci¨®n israel¨ª de 1967) hasta 1988. Pero ello no impide ver el origen de los problemas en la implantaci¨®n forzada de una inmigraci¨®n jud¨ªa con un proyecto estatal y la inexcusable responsabilidad de una comunidad internacional que ha dejado campar por sus respetos a Israel desde 1967, no presion¨¢ndole para que cumpliese las resoluciones de la ONU, provocando as¨ª que el problema se haya ido precipitando hasta el desastre. Denunciar esas responsabilidades no creo que se deba al 'antisemitismo latente y hasta insconsciente' del que habla Pilar Rahola en un reciente art¨ªculo o al 'falso populismo progresista' al que alude Fusi, sino a una voluntad de reconocer el fondo de las cosas evitando confundir la historia con la propaganda.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es profesor de Historia del Islam Contempor¨¢neo en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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