Las elecciones argelinas
Los argelinos tienen muy buenos motivos para no creer en la capacidad de cambio de su opaco sistema gobernante. De ah¨ª su abstenci¨®n hist¨®rica en las elecciones parlamentarias del jueves, que han otorgado la mayor¨ªa absoluta al antiguo e hibernado partido ¨²nico que dirigi¨® durante treinta a?os los destinos del pa¨ªs magreb¨ª, el Frente de Liberaci¨®n Nacional (FLN). Presumiblemente, esta segunda cita con las urnas desde la que en 1992 dio el triunfo a los islamistas, y cuya cancelaci¨®n desat¨® una guerra no declarada con 150.000 muertos, no va a servir para mucho m¨¢s que la de 1997, considerada un modelo de fraude incluso para los h¨¢bitos de numerosos reg¨ªmenes ¨¢rabes.
Fachadas aparte, el presidente Abdelaziz Buteflika deber¨ªa preguntarse por la utilidad de unos comicios boicoteados por los principales partidos de la oposici¨®n, largamente ignorados en la capital del pa¨ªs y completamente inexistentes en la conflictiva regi¨®n de la Cabilia. Aqu¨ª, la marginada minor¨ªa bereber, en rebeld¨ªa desde hace un a?o, ha preferido enfrentarse con la polic¨ªa en vez de participar en una ceremonia de cuyo grado de manipulaci¨®n da idea el traslado de votantes desde otros lugares del pa¨ªs para intentar inflar la inexistente asistencia a los colegios electorales. Una de las dificultades del r¨¦gimen ser¨¢ decidir qui¨¦n representa a los cabile?os en el Parlamento de Argel.
Las elecciones no van a mejorar la credibilidad del legislativo, un ¨®rgano de estampillado legal sin poderes reales en el que no cambia nada sustancial. Tras la exclusi¨®n de los partidos democr¨¢ticos y los representantes cabile?os, ser¨¢ durante los pr¨®ximos cinco a?os un coto cerrado de los conservadores gubernamentales y sus socios minoritarios isl¨¢micos. T¨¦cnicamente, el resurgido partido de la mayor¨ªa gubernamental, FLN, cuyas sedes eran incendiadas en 1988 al grito de 'corruptos', sucede como fuerza directora a otro ca¨ªdo del mismo signo, el Reagrupamiento Nacional Democr¨¢tico, creado hace seis a?os a la medida del entonces presidente, Liamine Zerual, y en presumible alianza, como corifeos presidenciales, dos peque?os grupos islamistas de los tres tolerados.
Dif¨ªcilmente Buteflika, que fuera candidato ¨²nico de una elecci¨®n presidencial impresentable, puede ser el promotor de la aut¨¦ntica reforma que Argelia necesita. De poco sirve al presidente argelino, que prometi¨® en 1999 su retirada inmediata si los generales que detentan el poder pon¨ªan obst¨¢culos a sus supuestos planes aperturistas, tener una fachada parlamentaria en un pa¨ªs donde el imperio de la ley brilla por su ausencia.
Argelia es una naci¨®n joven, vasta y rica en recursos naturales, a cuyo gas y petr¨®leo se debe la inexcusable indulgencia que su Gobierno recibe, por ejemplo, de las democracias europeas, Espa?a a la cabeza. Pero no puede impulsarse la reconciliaci¨®n ni derrotarse al sanguinario fanatismo islamista desde un Estado gangrenado por el oscurantismo y la corrupci¨®n, y cuya nomenklatura castrense ha dado bula a las fuerzas de seguridad para cometer los peores excesos. Una d¨¦cada de incre¨ªble violencia sectaria y ca¨ªda libre econ¨®mica y social jalona ya el experimento.
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