?Arriba Espa?a?
ESTE A?O no me apetec¨ªa ir a la Feria del Libro. Por cuatro razones:
1. La sopa-pedo y la caseta son incompatibles.
2. Los libreros lo cuentan todo: no hay pedo sin chascarrillo.
3. Me dan miedo los lectores. Te miran como a una mona.
4. Estoy a plan, no puedo tomar ca?as, y las ca?as son mi ¨²nico aliciente en Feria. Otros/as dicen que el mayor aliciente es conocer el rostro de sus lectores: ?Venga ya, tanta ?o?er¨ªa! El lector, en su casa; nosotros, en la nuestra, y Dios, en la de todos.
Voy a redactar un dec¨¢logo con las frases que los escritores sueltan como haciendo gala de originalidad: que si en vez de escritor soy ante todo lector, que si los protagonistas de mis libros son perdedores, que si escribo desde la memoria, que si escribo el libro que me gustar¨ªa leer, que si no leo las cr¨ªticas, que si no leo a mis contempor¨¢neos (a ver si es que no lees). ?Renov¨¦monos, por Dios, que estamos todos muy repetidos!
Como no quer¨ªa ir a la Feria le dije a mi suegra que si llamaban dijera que me hab¨ªa puesto mala, pero mi suegra, que no es Testiga pero tampoco sabe mentir, dijo que era incapaz y despu¨¦s de pasar varios d¨ªas sin contestar el tel¨¦fono nos vinimos a Ibiza. Ya que los pol¨ªticos socialistas dicen que vuelve el franquismo, nada mejor que disfrutar del sol espa?ol. Eso del franquismo lo dicen tanto columnistas como pol¨ªticos, que a veces se copian los latiguillos. Los columnistas dicen que vuelve el franquismo por lo de Operaci¨®n Triunfo. Pero por Dios Santo, qu¨¦ tendr¨¢ que ver la horterada televisiva con Franco. Es verdad que a una de las catetillas de OT se le escap¨® eso de '?Arriba Espa?a!', pero es que la pobre no sab¨ªa ni de d¨®nde proced¨ªa dicho grito. Y eso no es que vuelva el franquismo, eso es que cunde la gilipollez. A m¨ª me invitaron a varias fiestas eurovisivas. ?ngeles Gonz¨¢lez Sinde (he de contarlo, ?ngeles) me invit¨® a una barbacoa en su jard¨ªn. Vuelve tambi¨¦n la barbacoa. Ya no es sin¨®nimo de pedorrillo espa?ol. Me hubiera gustado ir, pero mi santo no es ni lo suficientemente hortera ni lo suficientemente tolerante como para acompa?arme. Ella me mir¨® con la l¨¢stima con que una mujer liberada mira a otra dominada por un hombre inflexible. Tambi¨¦n mi amigote el tremendo Jos¨¦ Mari Calleja me dijo que se iba a una fiesta. T¨² tambi¨¦n, Calleja, hijo m¨ªo, dije, y ¨¦l se defendi¨® diciendo que no la organizaba ¨¦l, y que a efectos de horterada era m¨¢s grave organizar que asistir.
Nosotros nos quedamos en casa (qu¨¦ raro). Mi santo le¨ªa en su despacho a Naipaul y yo en mi sof¨¢ tambi¨¦n, en versi¨®n espa?ola: Al l¨ªmite de la fe. Me esfuerzo en estar a su nivel. Pero a escondidillas me puse la tele bajito para ver c¨®mo iban las votaciones. Por una curiosidad que calificar¨ªa de sociol¨®gica. De pronto, oyes, siento una sombra detr¨¢s de m¨ª. Co?o, qu¨¦ susto, era mi santo mirando la tele. A los cinco minutos est¨¢bamos, como cualquier pareja acabada, oyendo al m¨ªtico Uribarri, que como todo el mundo sabe es inmortal y duerme en formol. Mi santo tambi¨¦n se esforz¨® en estar a mi nivel. Y al nivel de Rosa, que lo tiene filol¨®gicamente hipnotizado (digamos las verdades).
Y nos vinimos a Ibiza. Ibiza se llama ahora Eivissa, pero aqu¨ª nadie se ha dado cuenta y siguen llam¨¢ndola Ibiza, como cuando con Franco. Aqu¨ª es evidente que vuelven los setenta o es que a lo mejor no se fueron nunca. Hay unas parejas de gays alemanes muy viejos, de la ¨¦poca de Thomas Mann, que pasean con el aburrimiento de los matrimonios de toda la vida, y hay un mercadillo hippy con olor a s¨¢ndalo y a porro, y artesanos de blusones blancos. A m¨ª me gustan esos blusones, pero en plan hippy revisitado, como los que vi en SportMax, en Mil¨¢n, que te cuestan un huevo de la cara. A?os setenta, pero con nivelazo. Muchos pensar¨¢n que soy pija. No andan descaminados. Hablando de pijas. Pas¨¢bamos por delante del hotel Palacio de Ibiza, y en la puerta, como en Hollywood, estaban las manos y pies en barro de ilustres visitantes: Pen¨¦lope Cruz, Villalonga... Y entre todos ellos, qu¨¦ veo, ?los pies de Bicoca! Total, que mientras mi santo se me iba de marcha (al Museo Arqueol¨®gico, ¨¦l no es muy de macrodiscotecas), la llam¨¦: 'Bicoca, te extra?o, ?qu¨¦ es de tu vida?'. Me dijo que estaba supercontenta por el sesgo que estaban tomando las cosas; ?es que vuelve el franquismo, Bicoca?; y Bicoca va y dice, 'qu¨¦ franquismo, que volvemos a ganar, y te advierto que aunque despu¨¦s de Jos¨¦ Mari pusieran a Bartol¨ªn, ganar¨ªamos, y encima sin hacer oposici¨®n, ya se la hacen ellos mismos de maravilla'.
Preocupados por las encuestas del CIS, a qu¨¦ negarlo, mi santo y yo paseamos por la playa, como cualquier pareja del Inserso. 'Desnud¨¦monos', le dije, dado que est¨¢bamos rodeados de alemanes nudistas. 'Lindurri', dijo ¨¦l, 'no es necesario llevar Ibiza hasta sus ¨²ltimas consecuencias, que t¨² enseguida te animas. Vaya a ser que haya un fot¨®grafo y nos veamos en Babelia, o Quimera'. A m¨ª se me iban los ojos hacia los packs ajenos, curiosidad femenina.
Ech¨¦ un barrido visual entre los alemanes y conclu¨ª que por volver vuelve hasta el Macho Ib¨¦rico (el Nacho Ib¨¦rico) porque aquellos arios eran como botijos: gran continente, mucha barriga cervecera y escaso pitorrillo. Mi santo pregunt¨®: '?En qu¨¦ piensas, amor?'. 'En los lectores', ment¨ª piadosamente, 'en que me da no s¨¦ qu¨¦ estar cojonudamente en la playa, pudiendo estar en una caseta, como una perra'.
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