Victorias que apestan
Hay victorias que duelen, por no decir que apestan, y la que Brasil sum¨® frente a Turqu¨ªa es un ejemplo. No porque no la mereciera, sino por la manera como la alcanz¨®. Por ser quien es, nada menos que la tetracampeona del mundo, a la canarinha no se le deben consentir actuaciones como la que protagoniz¨® ayer en Ulsan, con Rivaldo a la cabeza. M¨¢s all¨¢ de la justicia o no del resultado, una apreciaci¨®n siempre subjetiva, hay cuestiones que admiten poca discusi¨®n, y tanto la parcialidad del ¨¢rbitro como la actuaci¨®n de Rivaldo resultaron sobre todo sospechosas.
El surcoreano Kim Young Joo, se afloj¨® hasta plegarse al poder de Brasil, una autoridad futbol¨ªstica ganada con referentes como Pel¨¦, pero tambi¨¦n con derrotas tan crueles como la del Mundial de Espa?a. El ¨¢rbitro le concedi¨® ayer un penalti que no era, expuls¨® a un turco cuando no deb¨ªa y cada vez que le entr¨® la duda pit¨® a favor de Brasil, argumentos que 700 turcos utilizaron para pelearse con 60 brasile?os en Berl¨ªn.
Hay gente que se pega por Brasil, gente que se afloja ante Brasil y gente que aprovecha el poder de seducci¨®n de Brasil, como los 17 presos que se escaparon del centro penitenciario de Osasco, en S?o Paulo, mientras Rivaldo se dispon¨ªa a botar el ¨²ltimo c¨®rner del partido frente a Turqu¨ªa. Ocurri¨® entonces que Rivaldo cay¨® fulminado. Pareci¨® de buenas a primeras que le hab¨ªan dado con algo en la cabeza desde la grada. Despu¨¦s se dedujo que Hakan Unsal, enrabietado por tanta desdicha, le hab¨ªa apuntado con la pelota y le descarg¨® un disparo que le tumb¨®. Al final, ni una cosa ni la otra, pese a que el ¨¢rbitro se decant¨® por mostrar la tarjeta roja al jugador turco ante la complicidad del linier, que ni puso ni quit¨®.
Rivaldo simul¨® que el bal¨®n le hab¨ªa dado en la cara -y no 'en la mano y la pierna' como admiti¨®-, confundi¨® al ¨¢rbitro y enga?¨® a la hinchada hasta que la televisi¨®n le delat¨®. La propia prensa de su pa¨ªs titul¨®: 'Con la ayuda del ¨¢rbitro, Brasil evita la verg¨¹enza en su estreno'. Al jugador no le qued¨® otro remedio que reconocer que hab¨ªa 'exagerado el gesto para que el rival fuera expulsado'.
No fue, sin embargo, un acto de contrici¨®n, sino que, frente a lo que pudiera pensar la hinchada, Rivaldo se sinti¨® el mejor del mundo: le dio el pase del gol del empate a Ronaldo, para que fuera dichoso y feliz -'quiero ganar todos los partidos y ser el m¨¢ximo goleador'-; transform¨® el penalti que supuso la victoria y ratific¨® el triunfo simulando una agresi¨®n que al final dej¨® a Turqu¨ªa con uno menos. Acusado de individualista y ego¨ªsta, Rivaldo quiso ejercer por un d¨ªa de jugador de equipo, poniendo en juego incluso su prestigio, y resulta que se equivoc¨®.
El gesto del brasile?o del Bar?a explica su desencuentro con su selecci¨®n y con su equipo, y su falta de carisma entre la hinchada, ante jugadores menos productivos y virtuosos. Rivaldo entiende el juego y cuanto le rodea de manera diferente a la convencional, tanto que acostumbra a aparecer como un personaje extra?o en cualquier partido y torneo, as¨ª que dif¨ªcilmente ser¨¢ tomado como un referente. Hoy se siente h¨¦roe y por la calle le tomar¨¢n por un villano.
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