'?Nip¨®n! ?Nip¨®n! ?Nip¨®n!'
Suzuki e Inamoto dan a Jap¨®n un empate esperanzador ante B¨¦lgica
'?Nip¨®n! ?Nip¨®n! ?Nip¨®n!', coreaba el p¨²blico japon¨¦s en Saitama, en la isla central de Honshu. '?Nip¨®n! ?N¨ªp¨®n! ?Nip¨®n!', gritaban al un¨ªsono 1.500 japoneses congregados ante una pantalla gigante en Sapporo, a 900 kilometros, en la norte?a isla de Hokkaido.
Hace diez a?os el f¨²tbol despertaba menos inter¨¦s en Jap¨®n que el rugby hoy en Espa?a. Pero ayer, en Sapporo, en la enorme sala en la que se proyect¨® el primer partido de Jap¨®n (2-2, ante B¨¦lgica), el ambiente que se respiraba era de puro f¨²tbol. La tensi¨®n, la alegr¨ªa, el miedo, el ext¨¢sis..., eran id¨¦nticos a los que se palpar¨ªan en condiciones similares en Espa?a o cualquier otro pa¨ªs con una tradici¨®n futbol¨ªstica ciertamente arraigada.
Seg¨²n dicen, el f¨²tbol no ha calado tanto en Hokkaido como en Honshu, la isla central japonesa, donde est¨¢n Tokio y la ciudad de la final, Yokohama. Pero quiz¨¢ lo que m¨¢s llam¨® la atenci¨®n del p¨²blico de Sapporo fue su evidente conocimiento futbol¨ªstico. Cuando el arbitro pitaba un fuera de juego dudoso, cuando la repetici¨®n demostraba que se hab¨ªa equivocado al no pitar una falta, cuando no vio que en vez de un saque de puerta deber¨ªa haber dado un c¨®rner a Jap¨®n..., reaccion¨® no con perplejidad, sino con la indignaci¨®n precisa.
Y cada vez que marc¨® Jap¨®n, que lo hizo dos veces, la reacci¨®n fue la universal. Y eso es mucho decir. En Jap¨®n, un pa¨ªs cuyos ciudadanos son exquisitamente formales en su trato con el pr¨®jimo, la gente no se toca. Al menos, no en p¨²blico. En Sapporo, cuando Suzuki e Inamoto marcaron, se abrazaron a lo brasile?o.
El partido Jap¨®n-B¨¦lgica, jugado a cientos de kil¨®metros, en Saitama, al norte de Tokio, fue por dramatismo, si no necesariamente por calidad, un partido de verdad. El p¨²blico nip¨®n que lo vivi¨® fue un p¨²blico futbolero de verdad tambi¨¦n.
Jap¨®n obtuvo su primer punto en la fase final de un Mundial, tras las tres derrotas en Francia 98, e Inamoto, el te?ido delantero, autor del segundo gol -el que lo pon¨ªa por delante y anulaba la chilena del eterno Wiltmots-, se convirti¨® en el primer ¨ªdolo de una afici¨®n que ti?¨® de azul, miles de espectadores en las gradas, disciplinados, uniformados, con la camiseta azul marino de la selecci¨®n, el estadio de Saitama. Fue su vivacidad y la de Suzuki, autor del primer gol, la que igual¨® la fuerza atl¨¦tica, el poder de los belgas. Fue la vivacidad que hace so?ar a Jap¨®n con los octavos de final.
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