Grado siete
No se trata de un grado mas¨®nico ni de la intensidad de un terremoto medida por un sism¨®grafo. Se trata de otra cosa, de un pu?ado de cosas (coches, casas, tel¨¦fonos, percebes ingeridos a lo largo del a?o) cuya suma establece el nivel econ¨®mico de una comunidad. La nuestra, seg¨²n los avezados t¨¦cnicos del Instituto Lawrence R. Klein, alcanza el grado siete. Hasta aqu¨ª hemos llegado. El Anuario Econ¨®mico de La Caixa a¨²n dice m¨¢s: Euskadi ocupa el quinto puesto en el ranking de renta disponible por habitante.
En nuestra infancia aut¨¢rquica, all¨¢ por los sesenta, el asunto del ranking ten¨ªa su importancia y su prestigio. El C¨¦sar Visionario envejec¨ªa debajo de su loden y pescaba salmones imposibles mientras Espa?a ganaba Eurovisi¨®n y escalaba un pelda?o tras otro en el dichoso r¨¢nking de paises m¨¢s ricos, m¨¢s altos y m¨¢s fuertes y m¨¢s guapos. A lo mejor por eso ni me gustan ni me f¨ªo lo m¨¢s m¨ªnimo de este tipo de listas y clasificaciones. Tampoco es que uno sea un relativista ac¨¦rrimo, pero el precio de la vivienda en este pa¨ªs, por ejemplo, convierte a muchos ciudadanos supuestamente ricos en esclavos forzosos durante al menos las dos terceras partes de su vida llamada productiva (extraordinariamente productiva, s¨ª, para los bancos y las cajas de ahorro). Vivir hipotecado es una forma m¨¢s (hay otras m¨¢s expl¨ªcitas, y tambi¨¦n m¨¢s sutiles) de vivir secuestrado. Eso sin mencionar las bolsas de pobreza (importadas y aut¨®ctonas) arrojadas al zulo del olvido o de la indiferencia general.
No est¨¢ mal alcanzar el grado siete en el r¨¢nking de renta. Pero tampoco es para celebrarlo con una mariscada. Quiz¨¢s seamos m¨¢s ricos que hace un a?o. Pero este a?o, en abril (para corroborar los versos de T. S. Eliot) se mor¨ªa mi amigo ?ngel Ortiz Alfau. Y esta misma semana fallec¨ªa Carmelo Bernaola. Y aunque ninguno de los dos aparezca en los c¨®mputos de Lawrence R. Klein, me parece que hoy somos m¨¢s pobres -o si ustedes prefieren: menos ricos- que ayer.
El producto interior que hace en el fondo prosperar a pa¨ªses y ciudades es el de carne y hueso. Y en este metal¨²rgico pa¨ªs, me temo, se ha valorado siempre m¨¢s lo descarnadamente material o, en su defecto, las entelequias m¨ªtico-espirituales, que el modesto valor de un ciudadano, de un se?or o se?ora particular que escribe, pinta o piensa. M¨¢s pobres o m¨¢s ricos, esa es la cuesti¨®n. ?Qu¨¦ ser¨ªa Manhattan sin Woody Allen? Ser¨ªa, sin dudarlo, algo distinto, desde luego m¨¢s pobre.
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