L¨¹beck, mar y mazap¨¢n

El nombre de la antigua capital de la liga hanse¨¢tica suena desde hace seis siglos a comercio, a marineros que vienen y van, a un mar que mira hacia Escandinavia, a vino dulce y a mazap¨¢n, famoso en toda Alemania. Y, desde que el escritor y premio Nobel Thomas Mann publicara a los 25 a?os su primera novela, Los Buddenbrook, en 1901, la ciudad tiene adem¨¢s un claro sonido literario. Rodeada por el gris del cielo y del r¨ªo Trave, lo primero que se aprecia hoy cuando uno se acerca a L¨¹beck son las torres verdosas de sus iglesias, todas enormes y afiladas al m¨¢ximo para impedir que all¨ª anide el largo invierno. Se atraviesan las puertas monumentales, el acceso a la parte vieja, y ah¨ª est¨¢n sus c¨²pulas del siglo XIV, los edificios neocl¨¢sicos, las calles empedradas, los viejos soportales en la plaza del Mercado, los comercios de K?nigstrasse o Breite Strasse... En L¨¹beck huele a humedad, a ribera de r¨ªo, al Ostsee, ese mar que marc¨® siempre su historia econ¨®mica, pol¨ªtica y cultural.

Uno no puede evitar la tentaci¨®n de detenerse ante las ventanas de las casas de ladrillo rojo en busca de esa exhibici¨®n permanente de adornos na?f que sus habitantes (215.000) suelen colocar tras los cristales para que sean admirados desde la calle. O acaba uno por subirse -en ascensor- al campanario de la iglesia de San Pedro para descubrir desde lo alto los tejados y los canales que abrazan L¨¹beck y convierten su centro en una aut¨¦ntica isla, con ese trasiego de barcos y gaviotas, y esas orillas siempre verdes, tan buc¨®licas, como inventadas por la imaginaci¨®n para formar parte de cualquier novela.

Nada extra?o, pues, que el nombre de L¨¹beck aparezca citado con insistencia en los escritos de viajes tan de moda en el paso del siglo XVIII al XIX. Turistas en L¨¹beck fueron, entre otros, Wilhelm von Humboldt, Hans Christian Andersen, Theodor Fontane o, muchos a?os despu¨¦s, Kafka, a quien le fascin¨® el paisaje humano. Igual que a Thomas Mann.

Cuando el viajero llega a la casa-museo de los Buddenbrook, ya lo ha entendido todo: mar, monumentos, comercio, personajes con mucho fondo, buenos paisajes, recia gastronom¨ªa... En esta casa, datada en el siglo XVIII y luego reconstruida (como todo el centro) tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, vivieron los abuelos de la familia Mann hasta 1891. Aqu¨ª jugaron y crecieron los hermanos Mann, entre ellos Heinrich (1871-1950) y Thomas (1875-1955). El museo se ha convertido en lugar conocido (50.000 visitantes al a?o), sobre todo desde que a finales del a?o pasado se celebr¨® en Alemania el centenario de la novela Los Buddenbrook, con pol¨¦mica serie de televisi¨®n incluida, en la que se mostraba parte de la turbulenta vida familiar: las desavenencias de Thomas Mann con uno de sus hijos, Golo; su latente homosexualidad; la hostilidad con su hermano Heinrich...

'Thomas Mann hizo algo m¨¢s que describir L¨¹beck; hurg¨® detr¨¢s de las fachadas; topografi¨® casas y personajes por dentro y por fuera', afirma Hans Wisskirchen, el director del Heinrich und Thomas Mann Zentrum y del museo. Medio millar de personajes locales aparecen en Los Buddenbrook, y junto a ellos se dibujan tambi¨¦n el interior de la casa familiar y muchos rincones de la ciudad. La reacci¨®n social ante la ¨®pera prima de Thomas Mann la recuerda bien otro Nobel de Literatura residente en L¨¹beck, G¨¹nter Grass, en Mi siglo. Grass tendr¨¢ en L¨¹beck el pr¨®ximo 20 de octubre, casi coincidiendo con su 75 cumplea?os, su propia casa-museo. Y ese d¨ªa, en L¨¹beck habr¨¢ otra fiesta literaria.