Zumo
Un domingo como ¨¦ste, a las nueve de la ma?ana, volvi¨® a crearse el mundo cuando se oy¨® una voz femenina que dec¨ªa: hoy te toca a t¨ª traerme el desayuno a la cama. En el espacio reinaba ese silencio neum¨¢tico que precedi¨® al G¨¦nesis. A¨²n no hab¨ªa sido hecha la luz ni el esp¨ªritu flotaba sobre las aguas ni hab¨ªa manzanas en el para¨ªso, pero en ese momento todo el universo fue ocupado por un sonido que sal¨ªa de la cocina. El exprimidor de naranjas hab¨ªa entrado en acci¨®n impulsado por el compa?ero y el zumo comenz¨® a existir. Poco despu¨¦s la casa se inund¨® con el aroma del caf¨¦. Mientras el hombre preparaba el desayuno, ella ley¨® un verso en el libro que ten¨ªa en la mesilla: A trav¨¦s de una noche en pleno d¨ªa/ vagamente he conocido la muerte. Entonces ¨¦l entr¨® en la habitaci¨®n con la bandeja y en ella llevaba mermelada, tostadas, caf¨¦, zumo y algunas c¨¢psulas de vitaminas y minerales. Deposit¨® el desayuno en el regazo de la mujer y a continuaci¨®n subi¨® la persiana y descorri¨® las cortinas. Fuera de la habitaci¨®n no exist¨ªa nada porque el mundo no hab¨ªa sido creado todav¨ªa, pero aquella mujer ya se llamaba Eva y el hombre era Ad¨¢n. El horizonte de la ventana lo formaba una sensaci¨®n de plomo, aunque ahora la habitaci¨®n estaba iluminada por el zumo de naranja y cuando ella elev¨® el vaso a los labios como una l¨¢mpara en la oscuridad exterior comenz¨® a vibrar una luz iridiscente sobre la cual se extendi¨® el concepto del tiempo y de la memoria. Esta pareja de amantes ignoraba su pasado. No recordaba haber sido expulsada del para¨ªso ni sab¨ªa que la muerte les acoger¨ªa un d¨ªa a causa del placer. Despu¨¦s del zumo tomaron caf¨¦, tostadas y algunas vitaminas. Un domingo como este sin darse cuenta la pareja sentada en la cama estaba creando un mundo a su imagen y semejanza. P¨¢same la mermelada, dijo Eva. ?Quieres un poco m¨¢s de caf¨¦?, pregunt¨® Ad¨¢n. Y entonces por primera vez en su vida saludaron al sol que iluminaba las s¨¢banas revueltas por el amor y las cortinas se inflaron con una brisa que tra¨ªa un perfume de protozoos y algas. La mujer recit¨® el verso que hab¨ªa le¨ªdo, pero el hombre le dijo que era un mal sue?o, que la muerte no exist¨ªa. Ad¨¢n y Eva, despu¨¦s del desayuno, se pusieron el ch¨¢ndal, cogieron las bicicletas y salieron a pasear. A medida que avanzaban se iban creando los caminos, el paisaje, los r¨ªos azules, los valles, los bosques, los animales. Por la tarde crearon tambi¨¦n la m¨²sica de jazz y el g¨¹isqui y as¨ª hasta la ma?ana siguiente que fue lunes y ya intervino Dios.
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