La ni?a bonita de Aracataca
Son ocho las mujeres que han tenido un papel decisivo en la vida y obra de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez: Luisa Santiaga M¨¢rquez Iguar¨¢n, la madre que se convirti¨® en personaje central de El amor en los tiempos del c¨®lera; Tranquilina Iguar¨¢n Cotes, la abuela que le cont¨® historias fant¨¢sticas y le prest¨® su 'cara de palo' para narrar; Francisca Simodosea Mej¨ªa, la t¨ªa que pr¨¢cticamente lo cri¨® y le dio ojos para ver en la cultura popular; Juana de Freytes, la caraque?a que le salv¨® la vida al nacer y lo contamin¨® de cuentos de hadas; Rosa Elena Fergusson, la maestra guajira que le ense?¨® a leer y a amar la poes¨ªa; Virginia Woolf, la dama inglesa que le dio claves esenciales para su arte de narrar; Mercedes Barcha Pardo, la magangue?a que le dio a Rodrigo y a Gonzalo y le ayud¨® a sacar adelante la mayor¨ªa de sus libros, y Carmen Balcells, la catalana que se la jug¨® a fondo por sus libros cuando el escritor era todav¨ªa una gloria de ¨¢mbito casi dom¨¦stico.
Al ni?o le pareci¨® incre¨ªble que esa se?ora joven y bella, como de otro mundo, fuera su mam¨¢
Es posible pensar que no haya cometido la redundancia de leer 'Cien a?os de soledad', la novela de su amor
De estas ocho mujeres, se habla con mayor insistencia de la abuela y de la esposa. La verdad es que, aunque el escritor no se cri¨® con su madre, con ella vivi¨® las dos o tres aventuras decisivas de su vida. La primera fue, por supuesto, la aventura de la vida, que, en sus inicios, pudo haber sido la mala hora de los dos de no haber intervenido la mano providencial de la caraque?a Juana de Freytes, quien remedi¨® la mala postura de la madre durante el parto y cort¨® el cord¨®n umbilical que ahogaba al ni?o. Aun as¨ª, no parec¨ªa claro que la criatura sobreviviera, y por eso la t¨ªa Francisca Simodosea decidi¨® que lo bautizaran en el acto. As¨ª que Garc¨ªa M¨¢rquez tuvo dos bautizos: uno familiar y otro oficial.
Fue tal vez durante el bautizo oficial, que tuvo lugar en la iglesia de Aracataca el 27 de julio de 1930, cuando el ni?o Gabito lleg¨® a conocer a su madre. Este hecho signific¨® el primer gran deslumbramiento de su vida. El ni?o no hab¨ªa cumplido a¨²n los cuatro a?os cuando lo llamaron a la sala para que saludara a su mam¨¢. Era una mujer muy joven, bella y bien vestida, con un traje rosado con hombreras de campana y un sombrero verde. Entonces alguien le dijo: 'Saluda a tu mam¨¢'. Acostumbrado a la abuela y a las t¨ªas, al ni?o le pareci¨® incre¨ªble que esa se?ora joven y bella, como de otro mundo, fuera su mam¨¢. El escritor ha confesado que s¨®lo recuerda a su madre a partir de ese momento, un momento que quedar¨ªa asociado a su perfume y que el hijo no volver¨ªa a experimentar jam¨¢s. Pero ese instante pasar¨ªa traspuesto a sus cuentos y novelas, donde es frecuente que alguien llegue y con su mera presencia cambie (o as¨ª lo parezca) el estado de las cosas.
Al morir el abuelo Nicol¨¢s Ricardo M¨¢rquez Mej¨ªa, Gabito, a punto de cumplir once a?os, dej¨® Aracataca y se traslad¨® a Barranquilla, donde vivi¨® con sus padres menos de dos a?os, pues ¨¦stos debieron trasladarse al pueblito de Sucre en noviembre de 1939. El primog¨¦nito se qued¨® en la capital de Atl¨¢ntico hasta 1942, terminando la primaria y cursando los dos primeros a?os de bachillerato. Luego viajar¨ªa a Zipaquir¨¢ y Bogot¨¢. En lo sucesivo, Garc¨ªa M¨¢rquez s¨®lo pasar¨ªa cortos periodos con su madre, primero en Sucre y despu¨¦s en Cartagena. Lo mismo que le ocurri¨® con su padre, el escritor no tuvo, pues, tiempo suficiente para desarrollar una relaci¨®n materno-filial a fondo. Sin embargo, ¨¦l ha confesado que la relaci¨®n con su madre ha sido la relaci¨®n m¨¢s seria de su vida, una relaci¨®n c¨®mplice, sin sentimentalismos, en la que madre e hijo se han querido y comunicado con la seriedad del humor.
As¨ª ha debido de ser puesto que, cuando ella decidi¨® vender la casa de los abuelos, donde el hijo hab¨ªa vivido los primeros diez a?os, fue ¨¦ste quien la acompa?¨®. Este regreso es la aventura que iba a cambiar por completo el destino del escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Es una fecha a la cual Garc¨ªa M¨¢rquez le suele dar m¨¢s importancia que al mismo a?o de su nacimiento. Para ¨¦l aquel viaje ocurri¨® en febrero de 1950, aunque otras fuentes lo sit¨²an en marzo de 1952. Lo cierto y lo importante, como ¨¦l mismo lo ha contado en un cap¨ªtulo de sus memorias, es que aquel viaje a Aracataca con su madre cambi¨® su suerte literaria: le mostr¨® que no s¨®lo todo part¨ªa de Aracataca, sino que todo ten¨ªa que pasar por Aracataca; que en el ambiente literario de Bogot¨¢, las influencias fundamentales de Kafka, Joyce y Borges lo estaban llevando, en los cuentos de Ojos de perro azul, por una senda abstracta, de especulaciones intelectuales. As¨ª que, de regreso a Barranquilla, cambi¨® de rumbo con La hojarasca, el primer intento de acercarse a su mundo original, a su familia, a sus recuerdos, a ese cogollo de soledad que era Aracataca a comienzos de los cincuenta.
Probablemente, sin este viaje el primog¨¦nito de Luisa Santiaga M¨¢rquez Iguar¨¢n no hubiera encontrado, m¨¢s de treinta a?os despu¨¦s, el camino que lo llev¨® a explorar con tanto acierto el mundo del amor a partir de la experiencia del amor contrariado de sus padres.
Luisa Santiaga hab¨ªa nacido en Barrancas, Guajira, el 25 de julio de 1905. Su padre, el coronel Nicol¨¢s Ricardo M¨¢rquez Mej¨ªa, fue el pac¨ªfico y respetado joyero de Barrancas, hasta que, por un asunto de honor, tuvo que matar en un duelo a su amigo y copartidario liberal Medardo Pachecho Romero. El sentimiento de venganza de los Pacheco Romero lo oblig¨® a emprender con su familia un largo peregrinaje de dos a?os por Santa Marta, Ci¨¦naga y Aracataca, donde finalmente sent¨® sus reales en agosto de 1910. A los pocos meses muri¨® de fiebre tifoidea Margarita, la hermana mayor de Luisa, y ¨¦sta se convirti¨® en la ¨²nica hija de los M¨¢rquez Iguar¨¢n y en la ni?a bonita de Aracataca. Hasta que un d¨ªa apareci¨® un telegrafista de Sinc¨¦, Bol¨ªvar, y, con su viol¨ªn y su labia florida, le declar¨® su amor. Aquel d¨ªa de mediados de 1925 se empez¨® a acabar el mundo: los M¨¢rquez Iguar¨¢n le declararon la guerra al telegrafista y mandaron a su hija a una larga gira de varios meses que la llev¨® hasta Barrancas, donde Luisa hab¨ªa nacido hac¨ªa veinte a?os. La distancia no apacigu¨® el amor, sino que lo exacerb¨®, y los padres de Luisa tuvieron que aprobar su matrimonio a rega?adientes. Gabriel Eligio Garc¨ªa Mart¨ªnez y Luisa Santiaga M¨¢rquez Iguar¨¢n se casaron en Santa Marta el junio de 1926 y luego se radicaron en Riohacha. El primer embarazo trajo la paz y la concordia entre las dos familias, y Luisa regres¨® a Aracataca para dar a luz a Gabriel Jos¨¦ Garc¨ªa M¨¢rquez el 6 de marzo de 1927.
La historia de este amor contrariado puede leerse cifrada por la imaginaci¨®n y la poes¨ªa en El amor en los tiempos del c¨®lera, donde el telegrafista se hace llamar Florentino Ariza y la ni?a bonita de Aracataca, Fermina Daza.
Uno de los mayores anhelos de Gabriel Eligio Garc¨ªa fue llegar a leer la novela que ¨¦l hab¨ªa vivido y que su hijo escribi¨®, pero la muerte se lo impidi¨® el 13 de diciembre de 1984. Aunque Luisa Santiaga M¨¢rquez vivi¨® hasta el pasado 9 de junio, no es seguro que ella s¨ª la hubiera le¨ªdo, pues de Cien a?os de soledad dijo que no la hab¨ªa le¨ªdo, pero que la hab¨ªa vivido. As¨ª que es posible pensar que no haya cometido la redundancia de leer la novela de su amor. A ella le bast¨® con haberlo vivido y haber dado al mundo uno de los escritores m¨¢s originales y universales del siglo XX.
Dasso Sald¨ªvar (Antioquia, Colombia, 1951) es autor de Garc¨ªa M¨¢rquez. El viaje a la semilla. La biograf¨ªa (Alfaguara).
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