Un viaje a la historia del mundo
Al l¨ªmite de la fe (continuaci¨®n o relectura de otro escrito quince a?os atr¨¢s, Entre los creyentes, Ediciones Quarto, Barcelona, 1984) es uno de los libros m¨¢s pol¨¦micos de Vidiadhar Surajprasad Naipaul (Chaguanas, Trinidad, 1932), lo que no es poco teniendo en cuenta la fama del ¨²ltimo Nobel de Literatura. Organizado en torno a un viaje por los mismos cuatro pa¨ªses convertidos al islam (Indonesia, Ir¨¢n, Pakist¨¢n y Malaisia) que recorriera para documentar su libro anterior, es pol¨¦mico, para empezar, por la imagen que da de ellos como lugares aculturados, ca¨®ticos, fan¨¢ticos, atrasados y tristes. Todos ellos, seg¨²n ¨¦l, han renunciado a su historia para adoptar otra impuesta desde fuera, y desde muy lejos, que les han dejado sin pasado propio (sin mitos, sin h¨¦roes, sin leyes, sin costumbres, que han sido sustituidos por los ¨¢rabes) y sin un futuro claro. Como resultado de ello, esos pa¨ªses se han radicalizado en el peor sentido: se han vuelto neur¨®ticos y peligrosos para ellos mismos y para el resto del planeta. De hecho, Naipaul, que usa con insistencia en el libro y en sus intervenciones p¨²blicas la palabra neurosis para describir tanto lo que ve all¨ª como la acci¨®n del islam en esos pueblos, se comporta como un psiquiatra que intentara arrancar a sus pacientes el fondo negro de la verdad, todo lo que nos ocultan y se ocultan. Entre los creyentes y Al l¨ªmite de la fe son el diagn¨®stico de esa enfermedad llamada fundamentalismo que aqueja a los cuatro pa¨ªses mencionados y una inmersi¨®n en el mal que hoy por hoy parece ser el mal por antonomasia. Lo que diferencia ambos libros es que, mientras el primero es el resultado de un viaje de exploraci¨®n (en todos los sentidos, ya que, como confiesa el propio Naipaul, en esa ¨¦poca no ten¨ªa m¨¢s que conocimientos superficiales de la religi¨®n isl¨¢mica), el segundo es m¨¢s bien una incursi¨®n en busca de testigos que ratifiquen el veredicto de culpabilidad que el autor ya llevaba redactado en la maleta.
AL L?MITE DE LA FE
V. S. Naipaul Traducci¨®n de Flora Casas Debate. Madrid, 2002 569 p¨¢ginas. 21 euros
Al l¨ªmite de la fe es, por eso, un libro que ofrece m¨²ltiples lecturas. Una lectura pol¨ªtica-hist¨®rica, que a unos irritar¨¢ por lo parcial y lo esquem¨¢tico de sus afirmaciones y en la que otros, por el contrario, ver¨¢n un valiente alegato contra el radicalismo religioso que ensombrece el horizonte de esos pueblos y del mundo (o un alineamiento contra un enemigo declarado, como sucede con los fundamentalistas hind¨²es, que han aplaudido a Naipaul por aportarles 'pruebas irrefutables' contra los musulmanes). Una lectura antropol¨®gica-cultural, para la que no estar¨ªa de m¨¢s ponerlo en paralelo a las obras, entre otros, de Edward Said o Clifford Geertz, cuyo trasfondo te¨®rico puede ayudar a contextualizar y relativizar muchas de las generalizaciones que Naipaul hace. Una lectura period¨ªstica, de recogida de testimonios y de distanciamiento objetivo, renunciando al yo del viajero para hacer que resplandezca el yo de los m¨²ltiples personajes que va entrevistando por el camino, que es la que reclama para s¨ª Naipaul. Una lectura que entendiera este libro como inconscientemente autobiogr¨¢fico, como una indagaci¨®n indirecta en las claves que han marcado la vida de Naipaul: el colonialismo, el exilio, la intransigencia, el clasismo y la lucha por la supervivencia en un mundo dise?ado por otros y para otros. Y una lectura literaria, que permitir¨ªa disfrutar de cada una de las historias como una narraci¨®n, como una f¨¢bula de la condici¨®n humana en situaciones extremas, como cuentos con moraleja que tienen m¨¢s que ver con el alma del hombre que con culturas, religiones o pa¨ªses concretos. El hecho de que todas estas lecturas se crucen a lo largo del libro, y de que lo hagan con el magistral pulso literario al que nos tiene acostumbrado su autor, es lo que lo hace tan atractivo, casi obligatorio.
Lo que s¨ª hay que refutar es
la pretensi¨®n de Naipaul, y de algunos comentaristas suyos que le creen al pie de la letra, de que ¨¦l no se ha implicado, de que no ha escrito un libro de opini¨®n sino de personas y de que se ha guiado antes por sus intuiciones que por sus ideas. ?l se denomina a s¨ª mismo 'administrador de narraciones e indagador de relatos'. Sin embargo, el modo en el que lo hace (eligiendo el material, la extensi¨®n que le da a cada historia, c¨®mo las monta, las preguntas que hace, los comentarios al margen, los juicios sobre lugares u hombres) deja impresiones significativas, orientando la lectura hacia conclusiones m¨¢s o menos impl¨ªcitas pero fuertes, n¨ªtidas y emanadas de la ideolog¨ªa de Naipaul. Y no s¨®lo de la ideolog¨ªa, sino tambi¨¦n del modo en el que su temperamento reacciona ante el supuesto temperamento tipo de los distintos pa¨ªses: en Indonesia se muestra impaciente (porque los indonesios son vanidosos), en Ir¨¢n irritado (porque los iran¨ªes son informales), en Pakist¨¢n beligerante (porque los paquistan¨ªes son despreciativos y antihind¨²es), en Malaisia ensimismado (porque los malayos son menos un pueblo que un paisaje) y en todas partes intolerante ante la suciedad, la incultura, la falta de respeto, la desorganizaci¨®n y el atraso econ¨®mico y social. Pocas personas merecen su aprecio y pocos sitios su aprobaci¨®n; s¨®lo parece sentirse a gusto, y a salvo, en los hoteles de lujo en los que se va alojando. Naipaul quiere ser imparcial y transparente (as¨ª es como se refiere a s¨ª mismo y a su estilo) pero al final su fuerte personalidad le traiciona.
Es imposible leer a Naipaul sin polemizar con ¨¦l. Pero tambi¨¦n sin disfrutar de la precisi¨®n y la riqueza con la que hace hablar a sus personajes, bastantes de ellos inolvidables. Como los indonesios Imadudin, profesor de ingenier¨ªa el¨¦ctrica y predicador isl¨¢mico, o Lukman Ulmar, editor de una famosa revista para mujeres. Como los iran¨ªes Abas, el m¨¢rtir de la revoluci¨®n que se dedica a hacer pel¨ªculas-haiku que duran un ¨²nico minuto; Jaljali, el todopoderoso ayatol¨¢ verdugo m¨¢s tarde ca¨ªdo en desgracia, o esa mujer an¨®nima que se preocupa de cuidar a un soldado sin extremidades y ciego para que no muera, y as¨ª se prolongue su agon¨ªa, porque fue ¨¦l el que provoc¨® la muerte de su hijo al denunciarle. Como los paquistan¨ªes Chahbaz, voluntario mao¨ªsta en la guerra de Beluchist¨¢n; Akran, penitente, o el nabab de Bahawalpur. O como los malayos Nadezha, trabajadora de una empresa de corredores de Bolsa, o Raschid, hijo de un bomo o cham¨¢n. Muchos de ellos se transformaron despu¨¦s de su paso por la c¨¢rcel, convirti¨¦ndose en ellas en fervientes isl¨¢micos: en seres reales y libres seg¨²n su propio testimonio, en colaboradores de un sistema respresor seg¨²n la versi¨®n de Naipaul. Historias de fracasos que parecen ¨¦xitos y de ¨¦xitos que parecen fracasos: la historia del mundo, la historia de todos nosotros, y no s¨®lo la de cuatro pa¨ªses lejanos.
Naipaul ha sido contestado despu¨¦s de publicar cada uno de sus libros de viajes: los dedicados a la India (sobre la que ha escrito tres vol¨²menes en cada uno de los cuales ha ido cambiando de registro y de opini¨®n y que ha provocado incluso manifestaciones de repulsa en ese pa¨ªs), a las Antillas (por los que el otro Nobel de la zona, Derek Walcott, le tacha de racista, desleal e injusto), al Congo o a la Argentina de Eva Per¨®n. Al l¨ªmite de la fe no iba a ser una excepci¨®n.
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