?Refleja la Bolsa la situaci¨®n econ¨®mica?
DURANTE MUCHO TIEMPO se extendi¨® el t¨®pico de que las bolsas de valores eran el term¨®metro de la econom¨ªa. Ello fue en parte cierto en un mundo menos interdependiente que el actual. Pero ahora esa trivialidad se ha roto. A partir del momento en que el capitalismo popular llev¨® a las familias a situar sus ahorros en los mercados burs¨¢tiles, la Bolsa devino en un instrumento de crecimiento aut¨®nomo.
Mucho m¨¢s en un pa¨ªs como Estados Unidos, en el que casi la mitad de las familias est¨¢n presentes en las bolsas y en el que el efecto riqueza (la sensaci¨®n de ser m¨¢s rico de lo que en realidad se es, por las enormes plusval¨ªas que se generaron en los buenos momentos de la nueva econom¨ªa) ha formado parte de la cotidianeidad de los ingresos de bastantes ciudadanos. En la etapa dorada de la nueva econom¨ªa, cuando las expectativas sobre el impacto de la revoluci¨®n tecnol¨®gica en la coyuntura parec¨ªa no tener l¨ªmite, Wall Street creci¨® por encima de la propia econom¨ªa americana. La Bolsa de Nueva York ten¨ªa crecimientos exponenciales, mientras el PIB aumentaba con fuerza de manera continua.
Los mercados son ahora m¨¢s pesimistas sobre el futuro inmediato que los economistas o los analistas. La coyuntura, aunque renqueante, parece al alza, mientras que las bolsas de valores marcan un m¨ªnimo tras otro
Ahora est¨¢ sucediendo lo contrario. La nueva econom¨ªa se dio de bruces con la realidad, volvieron los ciclos econ¨®micos, las empresas advert¨ªan que iban a obtener menos beneficios de los previstos (o entraban en n¨²meros rojos), y la Bolsa -a partir del 14 de abril de 2000- comenzaba una larga etapa de picos de sierra, con una tendencia casi siempre a la baja. Luego llegaron los atentados del pasado 11 de septiembre, que multiplicaron la incertidumbre y el pesimismo.
Pero desde hace unos meses, el ciclo da s¨ªntomas de haber remontado. Los datos del primer trimestre en EE UU son espectaculares: el PIB creci¨® un 5,6%; la productividad se ha incrementado por encima del 8%; las subidas salariales se mantienen en porcentajes prudentes; los consumidores siguen gastando; las empresas reconstruyen sus existencias, y, aunque con modestia, muchas sociedades empiezan a aumentar sus beneficios. Hasta el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se muestra optimista: entiende que el segundo trimestre del a?o no ser¨¢ tan din¨¢mico como el primero, pero al mismo tiempo confirma la incidencia de las nuevas tecnolog¨ªas sobre el crecimiento de la productividad.
?Y la Bolsa? Se muestra casi totalmente renuente a estas buenas noticias. Sigue cotizando a la baja. Entre las razones que se citan de esa ca¨ªda (y de la del d¨®lar) figura la de que todav¨ªa no han purgado tanto tiempo de especulaci¨®n y siguen sobrevaluados. Pero este argumento no debe bastar. Hay otros vectores, ¨¦stos de naturaleza pol¨ªtica, que empujan en una direcci¨®n opuesta a los datos macroecon¨®micos. Por ejemplo, la campa?a sobre la presencia de un terrorismo durmiente, que puede actuar en cualquier momento, genera alarma social y el miedo se adue?a de muchos inversores. Por ejemplo, la continuaci¨®n de la guerra en Oriente Pr¨®ximo, que, entre otros efectos, podr¨ªa dar lugar a una subida de los precios de las materias primas, y especialmente del petr¨®leo. Por ejemplo, la apertura de una crisis nuclear entre dos gigantes asi¨¢ticos como India y Pakist¨¢n, etc¨¦tera.
?Qu¨¦ fuerza se deber¨ªa a?adir al vector m¨¢s positivo para que ¨¦ste se hiciese dominante y se quebrase la tendencia de continuos m¨ªnimos burs¨¢tiles? Seguramente, un crecimiento m¨¢s n¨ªtido de los beneficios empresariales. Pero para ello ha de aumentar la credibilidad de los mismos. El ¨¢ntrax m¨¢s venenoso introducido en el sistema econ¨®mico despu¨¦s del 11 de septiembre son las dudas sobre la presentaci¨®n contable de los resultados de las sociedades, despu¨¦s del fraude de Enron y del fallo auditor de Andersen. A lo que se unen las sospechas sobre la fiabilidad de las recomendaciones de los departamentos de an¨¢lisis de los bancos de negocios, como ha mostrado Merril Lynch.
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