Indefiniciones de las elecciones del 15 de junio de 1977
El s¨¢bado se cumpli¨® el 25? aniversario de las primeras elecciones libres celebradas en Espa?a despu¨¦s de casi 40 a?os de franquismo. Con tal motivo, las conmemoraciones volvieron a destacar el papel protagonista de una parte de los dirigentes franquistas en la transici¨®n de la dictadura a la democracia y, por otra parte, situaron las elecciones en el marco de una explicaci¨®n general de la transici¨®n que la presenta como un trayecto en l¨ªnea recta, con sucesivas etapas tan previsibles como inevitables. Funcionalidad pol¨ªtica y simplicidad explicativa convergen en buena parte de los grandes medios de comunicaci¨®n, en especial en los audiovisuales, para reforzar una visi¨®n del cambio pol¨ªtico centrada en las ingeniosas maniobras de unos h¨¢biles pol¨ªticos que ten¨ªan tanto unos objetivos muy bien definidos como los medios adecuados para alcanzarlos.
Sin embargo, la transici¨®n fue un proceso complejo, plagado de indefiniciones e incertidumbres, con unos cambios que fueron materializ¨¢ndose en funci¨®n de un equilibrio de fuerzas a tres bandas: los defensores del puro continuismo franquista, fuertes en las instituciones dictatoriales y en las Fuerzas Armadas, aunque pronto en retroceso y desconcertados; aquellos que propugnaban reformas, en general imprecisas, especialmente en sus l¨ªmites, instalados tambi¨¦n en las instituciones y en particular en el Gobierno, y la oposici¨®n democr¨¢tica, apoyada por una importante movilizaci¨®n social -despu¨¦s con frecuencia minimizada e incluso silenciada-, insuficiente sin embargo para imponer la formaci¨®n de un gobierno provisional y la convocatoria de elecciones a Cortes constituyentes, es decir, la 'ruptura' democr¨¢tica.
Las elecciones del 15-J no constituyeron una excepci¨®n en ese marco de indefiniciones e incertidumbres. En primer lugar, la Ley para la Reforma Pol¨ªtica, aprobada en diciembre de 1976, no preve¨ªa la elecci¨®n de unas Cortes constituyentes, y las elecciones finalmente convocadas no lo fueron formalmente a una C¨¢mara con tal car¨¢cter. Por otra parte, a principios de 1977 las incertidumbres sobre las elecciones que se iban a celebrar eran muy notables, en especial, respecto al grado de pluralismo que ser¨ªa admitido y a las condiciones mismas de celebraci¨®n de los comicios. Hasta la legalizaci¨®n del PCE, en el mes de abril, se mantuvo abierta una important¨ªsima inc¨®gnita sobre el proceso electoral, dado el determinante papel de los comunistas en la lucha por la democracia y su gran implantaci¨®n en los principales movimientos sociales. Fue una decisi¨®n dif¨ªcil para el Gobierno, cuyo presidente pasar¨ªa a ser considerado desde ese momento por muchos militares y por otros sectores franquistas y neofranquistas como un 'traidor'. Sin embargo, era una decisi¨®n absolutamente necesaria para asegurar la credibilidad de los cambios iniciados. Al final, como muchas decisiones anteriores, la legalizaci¨®n del PCE reforz¨® el liderazgo de Adolfo Su¨¢rez, que continuaba avanzando por una v¨ªa aparentemente parad¨®jica: asumiendo gradualmente los objetivos esenciales de la oposici¨®n democr¨¢tica, aunque no los instrumentos que aqu¨¦lla propon¨ªa para alcanzarlos.
Las elecciones finalmente se celebraron en unas condiciones aceptables para la mayor¨ªa de las fuerzas pol¨ªticas, pero debe destacarse, aunque con frecuencia se haya silenciado, que la coalici¨®n liderada por Su¨¢rez jug¨® con notables ventajas, entre ellas el apoyo del aparato del Estado, y que, por otra parte, algunos partidos no legalizados debieron presentarse como agrupaciones de electores. Sin embargo, el car¨¢cter constituyente de las Cortes depend¨ªa de los resultados electorales, como de la configuraci¨®n de la nueva C¨¢mara depend¨ªan las caracter¨ªsticas b¨¢sicas del nuevo ordenamiento pol¨ªtico. Ante algunas cr¨ªticas algo fr¨ªvolas al proceso de transici¨®n, tal vez deba recordarse que las alternativas en 1976 no eran s¨®lo reforma o ruptura, sino continuismo, reformas -de variados alcances- o ruptura.
En este sentido, y como otros procesos de transici¨®n han demostrado, no era imposible el establecimiento en la Espa?a posfranquista de un r¨¦gimen liberal pero no plenamente democr¨¢tico -tal era el proyecto de reformismo defendido por Fraga- o de una democracia sometida a controles al margen de la voluntad popular, como ocurri¨® en la transici¨®n chilena.
Los resultados del 15-J supusieron un paso decisivo hacia la configuraci¨®n de una democracia sin duda imperfecta, pero homologable a las del entorno europeo. La victoria de la heterog¨¦nea coalici¨®n UCD, muy alejada sin embargo de la mayor¨ªa absoluta, la s¨®lida segunda posici¨®n del PSOE, la representaci¨®n alcanzada por los comunistas, el apoyo obtenido por los nacionalistas vascos y catalanes, el escaso ¨¦xito de la neofranquista AP y el estrepitoso fracaso de las candidaturas franquistas determinaron definitivamente la apertura de un proceso constituyente que, con el acuerdo b¨¢sico de centristas, socialistas, comunistas y nacionalistas, y el tard¨ªo y parcial de populares, culmin¨® con la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n y la derogaci¨®n de todas las Leyes Fundamentales de la dictadura. Adem¨¢s, los resultados electorales en Catalu?a -victoria catalanista con hegemon¨ªa de socialistas y comunistas- y en el Pa¨ªs Vasco -triunfo de los socialistas y del PNV- determinaron tambi¨¦n la creaci¨®n (restablecimeinto, en el caso catal¨¢n) de instituciones provisionales de autogobierno que, a su vez, condicionaron la elaboraci¨®n de la Carta Magna, que incorpor¨® una profunda transformaci¨®n de la estructura territorial del Estado, algo que ni los reformistas m¨¢s audaces hab¨ªan previsto.
Nada estaba predeterminado. Justamente por el car¨¢cter abierto del proceso, con numerosas indefiniciones e incertidumbres, las elecciones del 15-J fueron decisivas en la transici¨®n del franquismo a la democracia, una democracia a¨²n inexistente en junio de 1977.
Carme Molinero y Pere Ys¨¤s pertenecen al Centro de Estudios sobre las Epocas Franquista y Democr¨¢tica (CEFID) de la UAB
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