El caso Juaristi
Aviso que mi t¨ªtulo no hace referencia a lo que es m¨¢s sabido de este poeta y catedr¨¢tico vasco: su resistencia al cobarde descr¨¦dito y acoso criminal que sobre ¨¦l (y otros muchos ciudadanos de ideas no nacionalistas) ejercen los terroristas de su propio pa¨ªs. Hablo aqu¨ª de una intervenci¨®n p¨²blica del Jon Juaristi director del Instituto Cervantes, manifestante pro israel¨ª en las calles de Madrid y portavoz de una proclama de apoyo a la pol¨ªtica del gobierno de Ariel Sharon, con cuya lectura se cerr¨® el acto. Y eso s¨ª me parece un caso grave, por mucho que el asunto no haya causado revuelo (EL PA?S public¨® el martes 11 una muy justa carta al director de Antonio Elorza, contestada con notable arrogancia por el propio Juaristi dos d¨ªas despu¨¦s).
Aclaro tambi¨¦n, para los malpensados, que nunca he tenido trato con Juaristi, a quien gustosamente leo como poeta y ensayista y mucho admiro en su persona intransigente y valerosa de rival de los violentos de ETA y afines. Nunca compart¨ª las comidillas de baja estofa que por aqu¨ª y all¨¢ corrieron en ocasi¨®n de su nombramiento (por el PP) primero como director de la Biblioteca Nacional y luego del Instituto Cervantes, cargo para el que le supongo capacidad y talento sobrados. Cada d¨ªa m¨¢s me afirmo en la creencia de que se ha de juzgar a los que est¨¢n en pol¨ªtica por sus acciones y no por su carn¨¦ (si lo tienen) o afiliaciones; ni siquiera por sus filias. No olvido, por ejemplo, la cantidad de holgazanes, ineptos y pseudo progresistas que ocuparon importantes puestos culturales durante el per¨ªodo socialista, m¨¢s acorde con mis ideas.
Pero hay ciertos puestos de representaci¨®n que impiden -o deber¨ªan impedir- tomar ciertas posiciones. En Catalu?a es reciente el esc¨¢ndalo levantado por unas insensatas declaraciones de Sebasti¨¤ Alzadora, Delegat del Llibre (m¨¢s o menos equivalente a un director general del Libro) del gobierno de la Generalitat, despreciando agriamente la val¨ªa literaria del poeta Josep Carner, sin duda uno de los grandes de la literatura catalana que Alzamora, ex officio ha de defender y fomentar. En esta ocasi¨®n, y dado que la disputa subsiguiente respond¨ªa a temas de cotizaci¨®n literaria, predominio de ciertas escuelas po¨¦ticas sobre otras y qui¨¦n sabe si a algunas rencillas personales, la sangre no lleg¨® al r¨ªo, ni siquiera al revuelto Ebro. El caso Juaristi es distinto. Mucho m¨¢s serio y provocativo que el del c¨¦lebre plagio o transubstanciaci¨®n de lo ajeno realizada por el actual director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero. Tambi¨¦n el traspi¨¦ intertextual de Racionero, por c¨®mico o desfachatado que parezca, estaba ce?ido a la buenas maneras art¨ªsticas, al propio respeto, quiz¨¢ a la decencia. Juaristi ha violado la neutralidad pol¨ªtica absolutamente imprescindible en un alto representante del Estado (cuya labor, adem¨¢s, se proyecta hacia el extranjero, donde hay numerosos institutos Cervantes abiertos en pa¨ªses ¨¢rabes). Y esto al margen de que su actitud de sost¨¦n a la parte m¨¢s belicosa y cerril de la sociedad israel¨ª nos resulte a muchos err¨®nea hasta la indignaci¨®n.
Quiero acabar con dos apuntes de distinto signo. En la manifestaci¨®n madrile?a se grit¨® contra el terrorismo palestino, un grito que tambi¨¦n yo podr¨ªa dar si, a continuaci¨®n, se situase el origen y motivo de esas horrendas acciones suicidas en el contexto de desahucio, pobreza extrema y brutal y continuado acoso militar que los palestinos sufren en su propia tierra. Todos los terrorismos son iguales, igual de malos, se dijo en esa marcha pro Sharon de Madrid. Faltaba a?adir que no todas las armas las carga el diablo, ni los dioses. Alguna la carga la desesperaci¨®n, la tiran¨ªa, la defensa mortal de una vida digna.
Recuerde, en segundo lugar, el impetuoso Juaristi, o el ceremonioso Aznar, tan atento siempre a los precedentes de la etapa Gonz¨¢lez, lo que aqu¨ª sucedi¨® durante la guerra del Golfo. Un grupo de altos cargos de designaci¨®n gubernamental, entre ellos el director del Museo del Prado, puesto no tan comprometido pol¨ªticamente, ?verdad?, como el que tiene Juaristi, dimitieron a la fuerza por haber firmado una carta de oposici¨®n a dicha guerra, en la que el gobierno (socialista) espa?ol, como miembro de la OTAN, ten¨ªa un papel de aliado. Hoy hay tambi¨¦n una guerra entre Israel y los palestinos, y Espa?a no la combate. Juaristi s¨ª. El nombre de Cervantes est¨¢ manchado por el color de una de las dos sangres.
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