Cr¨®nica del desasosiego
En una de sus m¨¢s desconcertantes pel¨ªculas, 73 fragmentos de una cronolog¨ªa del azar, Michael Haneke intent¨® algo tan dif¨ªcil como explicar un comportamiento aparentemente incomprensible: el saber por qu¨¦ un hombre entra un d¨ªa en un banco y, sin mediar palabra, vac¨ªa el cargador de una pistola contra los all¨ª presentes y, sin explicaciones, se suicida luego. No es muy distinto lo que pretende Laurent Cantet, el m¨¢s dotado de los j¨®venes directores franceses de hoy para tomar el pulso a su sociedad: a partir de un hecho de cr¨®nica que dio la vuelta al mundo, el de un alto ejecutivo parisino que mantuvo ante su familia la ficci¨®n de trabajar, a pesar de haber perdido su empleo, y ante el temor de ser descubierto, termin¨® por eliminar dr¨¢sticamente a su esposa e hijos.
EL EMPLEO DEL TIEMPO
Director: Laurent Cantet. Int¨¦rpretes: Aur¨¦lien Recoing, Karin Viard, Serge Livozet, Jean-Pierre Mangeot. G¨¦nero: drama, Francia, 2001.Duraci¨®n: 133 minutos.
Como en el caso del filme de Haneke, de lo que aqu¨ª se ocupa Cantet -conoc¨ªamos ya su espl¨¦ndida Recursos humanos, el filme definitivo sobre la situaci¨®n objetiva de la clase obrera francesa de los noventa- es de mostrar una hip¨®tesis plausible para dar cuenta de las acciones, el deambular de ese personaje; la manera c¨®mo construye una cotidianidad absurda, pasada en carreteras secundarias, en coche, siempre en movimiento. No se atiene, como tampoco hac¨ªa Haneke, s¨®lo a los hechos -es m¨¢s, hay hacia el final un radical distanciamiento respecto a la realidad, otro camino para clausurar el relato-, pero en conjunto termina por construir un discurso inquietante sobre el ¨¦xito como enfermedad o el fracaso como estigma.
Con un distanciamiento entre respetuoso y entomol¨®gico, Cantet traza un retrato de personaje que no siempre resulta f¨¢cil de ver, pero no porque el director no sea capaz de contar su historia, sino justamente porque es ¨¦sta la que conduce inexorablemente a la incomodidad. Esos paseos del protagonista por oficinas en las que nada tiene que hacer; esa desesperaci¨®n por encontrar un sentido a su no vivir; ese doblez que intuimos bajo su conducta terminan dejando un indecible regusto a desasosiego, en una pel¨ªcula mod¨¦licamente construida.
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