Reencontrando a King-Kong
En el instructivo libro de Benito Sanz y Josep Mar¨ªa Felip sobre la pol¨ªtica y los pol¨ªticos valencianos, cuya presentaci¨®n se llev¨® a cabo hace unos d¨ªas en el club Jaume I, bajo los auspicios de su presidente Vicente Lluch, contando con la reflexi¨®n inicial del conseller Rafael Blasco, y las palabras introductorias del editor Juan de Dios Leal, me reencuentro con la cita del llibret de la falla King-Kong de marzo de 1978, en el que tuve el placer de colaborar acompa?ado de significativas firmas en un intento m¨¢s de incorporarnos al mundo de las fallas desde nuestra concepci¨®n de la fiesta.
Entre otros, para abrir boca, Joan Fuster, que con su agudeza caracter¨ªstica afirmaba que los valencianos, durante m¨¢s de un siglo, nos hab¨ªamos divertido plantando, viendo, y quemando las fallas, pero que por fin hab¨ªamos descubierto que pod¨ªamos divertirnos un poco m¨¢s, discuti¨¦ndolas. Pero no polemizando sobre ¨¦sta o aqu¨¦lla, sobre el ingenio del monumento o la habilidad de su artista, sino sobre todas ellas, sobre las Fallas como fen¨®meno ciudadano.
Fen¨®meno en el que Valencia tiene una estructura organizativa popular como ninguna otra ciudad espa?ola. As¨ª continuaba advirtiendo Josep-Vicent Marqu¨¦s en el citado llibret, que al separarse el movimiento vecinal de las comisiones de las fallas, los vecinos perdimos por los dos costados. Separar la fiesta de la protesta significaba que ¨¦sta no tuviera la iron¨ªa necesaria para movilizar la barriada, por lo que deber¨ªamos proponernos no separar nunca m¨¢s la diversi¨®n de la reivindicaci¨®n, ni lo contrario.
Consciente de ello, Vicent Franch, dando un paso m¨¢s en el sentido de la reivindicaci¨®n de las fallas apuntaba que no puede haber una recuperaci¨®n de nuestras fiestas si no se asume verdaderamente el proceso de la fiesta. S¨®lo analizando la forma que deber¨ªa adquirir hoy la recuperaci¨®n iniciada podr¨ªa plantearse una alternativa seria a las Fallas actuales, de lo contrario s¨®lo se puede obtener un espacio donde poder divertirnos dentro de la estructura actual recelosa de todas las innovaciones.
Dec¨ªa S¨¢bato, y Fernando Villalonga lo recoge con acierto, que no s¨®lo todo tiempo pasado no fue mejor, sino que podr¨ªa decirse que fue peor, aun cuando en ocasiones nos encontremos inc¨®modos en el presente. S¨®lo cabe recordar al respecto el snobismo, sine nobilitate, de la clases acomodadas valencianas, que cambiando de lengua al tiempo que pensaban mejorar su status social, como Eduard Escalante ridiculizaba en Tres forasters de Madrid, ca¨ªan en la trampa de mimetizar palabras y actitudes de la capital, en perjuicio de su propia conciencia de clase y de la propia cultura valenciana. Como coentor fue bautizada esta actitud que afortunadamente hoy parece contar cada vez con menor n¨²mero de adeptos.
Juan Jos¨¦ Estell¨¦s, con una energ¨ªa digna de todo encomio, afirmaba que es necesaria una pol¨ªtica cultural radicalmente distinta que fomente la cr¨ªtica y la pol¨¦mica, el arte vivo y el apoyo a las nuevas generaciones, que asuma el riesgo de equivocarse y no se apoltrone en la adoraci¨®n somnolienta de los valores consagrados. No se pod¨ªa decir m¨¢s con menos palabras.
Julio Tormo, quien nos invit¨® a todos a participar en el proyecto, sac¨® a la calle la falla que tradicionalmente montaba en su casa observando el enorme potencial que re¨²nen las fallas merced a su propia descentralizaci¨®n. King -Kong nos moviliz¨® en su aventura aun cuando fracas¨® en el intento. Quiz¨¢ el lenguaje cinematogr¨¢fico llevaba impl¨ªcito este final. Secuestrar una idea nunca puede ser patrimonio de unos pocos. Las Fallas, con su riqueza y diversidad, suponen un compromiso con la realidad de los barrios que con sus contradicciones son fiel exponente de la complejidad de esta ciudad.
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