La deserci¨®n de Beckham
El jugador se escondi¨® el d¨ªa que m¨¢s protagonismo reclamaba su figura
Hay dos Beckham. El futbolista que le pega al bal¨®n mejor que nadie y el icono de la moda cuyo corte de pelo ha causado sensaci¨®n en Jap¨®n. Normalmente, logra combinar los dos papeles de manera admirable. Pero ayer, en el partido m¨¢s importante de los m¨¢s de 50 que lleva con la selecci¨®n inglesa, el Beckham que salt¨® al campo fue el icono. El futbolista se qued¨® en la peluquer¨ªa.
El gol del empate que marc¨® Brasil justamente antes del descanso fue consecuencia de un acto de cobard¨ªa del capit¨¢n de los ingleses, que se hab¨ªa convertido a lo largo de los ¨²ltimos 12 meses en el h¨¦roe nacional m¨¢s reverenciado desde los tiempos de Winston Churchill. En plena batalla, Beckham desert¨®. Hizo como si fuera a disputar el bal¨®n con Roberto Carlos y Roque Junior en la banda, cerca de los banquillos, a la altura del c¨ªrculo central, pero en el ¨²ltimo momento, justo cuando le correspond¨ªa meter el pie, peg¨® un saltito. Un saltito -s¨®lo hay esa manera de explicarlo- de susto. De temor a que se fuera a hacer da?o. Ese saltito le cost¨® un gol a Inglaterra. Roque Junior pas¨® la pelota a Ronaldinho, que hizo la gran jugada del partido y se la pas¨® a Rivaldo, solo en el ¨¢rea inglesa, y... gol.
Justamente cuando le correspond¨ªa meter el pie, peg¨® un saltito de susto que cost¨® un gol
Todav¨ªa ten¨ªa tiempo Beckham para redimirse. Desafortunadamente para ¨¦l, su contribuci¨®n a la causa fue m¨ªnima. El acto de deserci¨®n en el minuto 47 del primer tiempo defini¨® su partido.
Era el encuentro m¨¢s esperado: Inglaterra-Brasil. Y all¨ª estaba Beckham, el hombre que hab¨ªa inspirado tanta adulaci¨®n que parec¨ªa el elegido de Dios, marcado por el destino. ?Y qu¨¦ hizo Beckham? Pues quiz¨¢ lo m¨¢s llamativo fuese que le rob¨® el bal¨®n dos veces a Roberto Carlos en un primer periodo en el que su preocupaci¨®n principal no era crear goles, para lo que uno supon¨ªa que le pagaban, sino impedir que el lateral brasile?o atacara. Si uno se fijaba bien, ve¨ªa que Beckham no daba ni un paso adelante sin primero mirar de reojo a Roberto Carlos. Como consecuencia de ello, cruz¨® la mitad del campo, entr¨® en territorio enemigo, quiz¨¢ una vez, quiz¨¢ dos, en los primeros 45 minutos. Y s¨®lo para lanzar un par de tiros de esquina. Disparos o centros desde la banda, ni uno.
En el segundo tiempo, cuando tuvo la obligaci¨®n de subir tras el segundo gol brasile?o y m¨¢s posibilidades de hacerlo tras la expulsi¨®n de Ronaldinho, hizo menos que en el primero. Dej¨® de robarle balones a Roberto Carlos y sus intentos de sumarse al ataque fueron pat¨¦ticos. Por la banda derecha, Mills, el muy voluntarioso y tambi¨¦n muy torpe lateral derecho, tuvo mucha m¨¢s presencia. De vez en cuando meti¨® alg¨²n centro y hasta hizo un disparo a gol. Claro, es probable que la t¨¢ctica brasile?a fuera marcar de cerca a Beckham y dejar a Mills que hiciera lo que quisiera con la seguridad de que no ser¨ªa mucho. Y casi seguro que la estrategia conservadora del seleccionador, Sven-Goran Eriksson, que insiste mucho, a la italiana, en la disciplina t¨¢ctica, tambi¨¦n limitara sus subidas.
Beckham fracas¨® en el d¨ªa m¨¢s importante. De todos modos, una vez que se acabe el Mundial, habr¨¢ dejado huella. O, si no, que se lo pregunten a la anciana japonesa de 92 a?os que todos los d¨ªas aparec¨ªa a la entrada del campo de entrenamiento ingl¨¦s, en la isla de Awaji, para saludar a su ¨ªdolo cuando llegaba en autob¨²s. La se?ora, en silla de ruedas, llevaba el pelo blanco al estilo Beckham, con una crestita de gallo te?ida de rojo. El peinado bajo el que ayer se escondi¨® el futbolista m¨¢s esperado.
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