Huelga. ?Qu¨¦ huelga?
La pol¨ªtica es el ¨²nico lugar en el que no parece regir el principio de no contradicci¨®n. Como hemos podido ver en estos dos ¨²ltimos d¨ªas, un mismo fen¨®meno puede ser presentado de forma antag¨®nica sin que nadie se inmute. Esto ser¨ªa relativamente normal si nos refiri¨¦ramos a la evaluaci¨®n de una determinada realidad, pero llega ya a lo extravagante cuando se aplica a su misma descripci¨®n. ?C¨®mo es posible que en una manifestaci¨®n puedan participar 15.000 personas para algunos y m¨¢s de 100.000 para otros? ?O que el ¨ªndice de eficacia de la huelga oscile entre el 17% de unos y el 84% de otros? Insisto, me refiero a los hechos, no al juicio que provocan. Aunque a nadie se le escapa que, en pol¨ªtica, los hechos crudos no existen. Siempre tratan de presentarse conectados a alguna intencionalidad. Ya lo dec¨ªa el sabio Epicteto cuando afirmaba que 'no son los hechos los que estremecen a los hombres sino las palabras sobre los hechos'.
M¨¢s moderna y fr¨ªamente dir¨ªamos que la cuesti¨®n decisiva es la creaci¨®n de realidad, la batalla de la imagen. Y en eso es dif¨ªcil batir al Gobierno cuando saca su armada medi¨¢tica. ?sta fue eficazmente empleada, primero, para desprestigiar a la huelga cuando fue convocada. El argumento era que no hab¨ªa razones suficientes que justificaran un recurso tan extremo. S¨®lo pod¨ªa entenderse como una estrategia puramente pol¨ªtica para debilitar al Gobierno (como si sus medidas de pol¨ªtica laboral que la provocaron fueran estrictamente t¨¦cnicas). Luego, al comenzar a tener datos de que, en todo caso, no ser¨ªa una huelga de ¨¦xito total e indiscutido como la del 14-D de 1988, aprovecharon para vincularla ¨ªntimamente a Zapatero. Si hab¨ªan decidido que los sindicatos ser¨ªan los perdedores, ?qu¨¦ mejor estrategia que arrastrar a la oposici¨®n en su ca¨ªda? Por ¨²ltimo, el mismo d¨ªa 20-J nos desayunamos con la noticia de que no hab¨ªa tal huelga o de que su incidencia era m¨ªnima. Si no hay m¨¢s realidad que aquella que aparece en los medios, desde luego casi consiguieron su prop¨®sito.
Lo m¨¢s interesante de esta huelga es, a mi juicio, que se ha convertido en una magn¨ªfica met¨¢fora de las patolog¨ªas de la pol¨ªtica democr¨¢tica actual. No es demasiado exagerado afirmar que hoy la mayor¨ªa de los procesos pol¨ªticos se han puesto al servicio de la l¨®gica del sistema econ¨®mico. Los recortes de derechos laborales se presentan as¨ª como un imperativo sist¨¦mico necesario que no admite lecturas alternativas. Si lo que deseamos es mayor competitividad (el fin ¨²ltimo sacralizado) no hay m¨¢s remedio que aplicar determinadas pol¨ªticas can¨®nicas. No es algo que podamos dejar al albur de las negociaciones entre las partes afectadas. Debe decidirse siempre bajo supuestos criterios t¨¦cnico-econ¨®micos libres de interferencias pol¨ªtico-democr¨¢ticas. ?Caiga quien caiga! Como bien dice Emmanuel Todd, el rasgo central de este aspecto del pensamiento ¨²nico es, pues, la 'glorificaci¨®n de la impotencia'. ?Cabe algo m¨¢s memorable para el poderoso que esta descarada cancelaci¨®n de toda puesta en cuesti¨®n de su poder?
El aut¨¦ntico enemigo es as¨ª quien ose afirmar que cabe algo distinto de lo existente, que otro mundo es posible, por valernos de la consigna de los antiglobalizadores. Lo que se trata de secuestrar es el pluralismo en las lecturas de la realidad, algo que deb¨ªa asegurar el juego Gobierno / oposici¨®n. Y por si no tuvi¨¦ramos bastante con el discurso legitimador que ofrece la globalizaci¨®n econ¨®mica, ahora la nueva cantinela es la 'crisis de la socialdemocracia'. O sea, que hay que hacer enmudecer tambi¨¦n o desprestigiar la voz de aquella parte de la pol¨ªtica sist¨¦mica que al menos manifestaba cierta mala conciencia ante el unilateralismo y uniformismo de la pol¨ªtica actual.
A nadie debe extra?ar entonces, como ocurri¨® el d¨ªa 20, que se niegue la realidad cuando no se ajusta a una determinada imagen preconcebida. Si los hechos no les dan la raz¨®n, ?peor para los hechos! El poder de la mayor¨ªa absoluta de Aznar no se limita a la capacidad de decidir pol¨ªticamente. Quiere monopolizar tambi¨¦n la construcci¨®n pol¨ªtica de la realidad.
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