Parias
D¨ªas de huelga y f¨²tbol. Dos maneras distintas de vaciar la calle. Dos extremos que a veces, cuando a la realidad le da por imitar al arte, acaban convergiendo. Los extremos se tocan cada cuatro o cinco a?os y producen eclipses de lo m¨¢s apa?ados, campeonatos mundiales de f¨²tbol y huelgas generales.
Un d¨ªa nos despierta la alegre musiquilla que jalea los ¨¦xitos del balompi¨¦ espa?ol y al siguiente son las notas severas de La Internacional las que, como metralla, traspasan los cristales de nuestra ventana y nos despiertan a la estupefaciente realidad. Los altavoces del Seat Ibiza que recorre la calle no paran de sonar a todo trapo. No es bueno que los parias de la tierra durmamos. Una cosa es no ir a trabajar y otra entregarse a la molicie. Tampoco es saludable leer a Pablo Lafargue en estos d¨ªas de huelga y f¨²tbol: 'Proletarios, embrutecidos por el dogma del trabajo, o¨ªd la lengua de esos fil¨®sofos que se os oculta con celoso cuidado: Un ciudadano que da su trabajo por dinero se degrada al rango de los esclavos y comete un crimen que merece a?os de prisi¨®n'. Lafargue acab¨® mal. Pero el f¨²tbol y la huelga general acabaron perfectamente bien.
Los parias de la tierra, seg¨²n las ¨²ltimas noticias, tenemos unos cuantos motivos para estar satisfechos. La huelga general contra la reforma del desempleo ha conseguido en este hamletiano pa¨ªs -dice Jos¨¦ Elorrieta- matar (es un decir) dos p¨¢jaros de un tiro, ya que adem¨¢s de una jornada de reivindicaci¨®n laboral, el 19-J ha sido, por el mismo precio, 'un ensayo del proceso soberanista'. S¨®lo nos ha faltado, para que la felicidad fuese completa y el ensayo soberanista nos saliese redondo lo mismo que un bal¨®n de reglamento, que nuestra selecci¨®n aut¨®ctona disputase el Mundial Corea-Jap¨®n. Los parias de la tierra (los parias de esta tierra) somos gentes de buen conformar y, de momento, aceptamos nuestra raci¨®n de f¨²tbol. Escuchamos los himnos futbol¨ªsticos y La Internacional. Nos agrupamos cuando nos lo ordenan. Algunos sospechamos, sin embargo, que la lucha final es, en el fondo, el final de la lucha.
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