Bajo el s¨ªndrome de la invasi¨®n
Ante las resistencias encontradas a sus propuestas iniciales de sancionar a los pa¨ªses terceros que no colaboren en la lucha contra la inmigraci¨®n ilegal, la presidencia espa?ola de la UE las diluy¨® en Sevilla; pero no lo suficiente. Pese a su insistencia en la cooperaci¨®n, el Consejo Europeo est¨¢ en un error de diagn¨®stico. Los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo suelen carecer de los instrumentos necesarios para luchar contra las redes de trata de personas, y no digamos ya para controlar unas fronteras que a menudo s¨®lo existen en los mapas, no en la pr¨¢ctica. Incluso si se eliminaran estas redes, la inmigraci¨®n ilegal seguir¨ªa llegando a nuestra tierras debido al desnivel econ¨®mico que existe entre la UE y la mayor parte de su vecindad.
Es impensable que la globalizaci¨®n abarque los capitales, los servicios, los productos e incluso el turismo pero impida a las poblaciones moverse de zonas pobres a otras ricas que, por a?adidura, no dejan a las econom¨ªas atrasadas competir con ellas: las subvenciones a la agricultura de los pa¨ªses m¨¢s ricos equivalen al PIB de toda el ?frica subsahariana. Adem¨¢s, las remesas de los emigrantes representan una partida muy importante de los ingresos de los pa¨ªses de origen, s¨®lo inferior al turismo en el caso de Marruecos. Sectores de nuestras econom¨ªas viven de esa mano de obra no regulada sin que nuestras autoridades persigan suficientemente a los empresarios que la contratan.
Los ilegales (y muchos legales, claro est¨¢) han pasado a ser parte esencial del Estado o de la sociedad del bienestar, que los utiliza para cuidar a nuestros ancianos y ni?os. Adem¨¢s, las administraciones p¨²blicas est¨¢n en parte corruptas; de otro modo, las redes no lograr¨ªan tal penetraci¨®n de sin papeles. No hay duda de que hay que controlar la inmigraci¨®n irregular; pero lo que se ha puesto de relieve es el fracaso de las leyes de inmigraci¨®n.
Espa?a no llena el cupo oficial de inmigrantes legales mientras se ve desbordada por los ilegales. A la vez, las malas relaciones del Gobierno con Marruecos no animan al pa¨ªs vecino a colaborar contra la inmigraci¨®n ilegal. El Gobierno del Partido Popular se dispone a borrar la l¨ªnea que separa a los ilegales de los legales si cambia la ley, y ¨¦stos, tras a?os de residencia, son expulsados si pierden su puesto de trabajo. No es ¨¦sa la manera de fomentar su integraci¨®n.
Europa no podr¨¢ parar esta inmigraci¨®n con medidas policiales o incluso militares, pues Aznar y Blair quieren que hasta la OTAN se meta en ello. Debe optar por el codesarrollo de las sociedades de origen y la integraci¨®n de la inmigraci¨®n y la educaci¨®n de las sociedades receptoras a la (o a una) multiculturalidad, que es la esencia de Europa y que bien entendida significa aunar la expresi¨®n de identidades diferentes y lealtades compartidas. Pero eso no se ment¨® en Sevilla, mientras en alg¨²n bar de Madrid ilegales manteros apoyaban a Espa?a frente a Corea del Sur.
Poner la inmigraci¨®n en el centro de los debates de Sevilla ha sido para Aznar una manera de responder al efecto Le Pen y de llenar una presidencia m¨¢s bien vac¨ªa a la que el calendario electoral en Europa no ha facilitado decisiones de gran calado. La cuesti¨®n central, que ten¨ªa que haber sido la ampliaci¨®n de la UE, ha quedado en suspenso o se ha quedado en suspenso al menos hasta despu¨¦s de las elecciones alemanas y suecas de septiembre.
Es necesario construir una pol¨ªtica de inmigraci¨®n com¨²n para la que tan s¨®lo dos a?os atr¨¢s no hab¨ªa tanta prisa. En Sevilla se han puesto algunos jalones para un control de las fronteras o unas normas comunes de asilo. Pese a haber salido un texto rebajado, en Sevilla se ha confirmado una tendencia peligrosa en la UE: la de empezar a considerar la inmigraci¨®n como una invasi¨®n. No s¨®lo la necesitamos, sino que, como recordaba el diario franc¨¦s Lib¨¦ration, 'la Gran Muralla nunca detuvo la invasi¨®n del imperio chino por los n¨®madas'.
aortega@elpais.es
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