Chillida 'se aleja' de la canciller¨ªa
Una monumental obra del escultor vasco mejora su emplazamiento en Berl¨ªn
Berl¨ªn, la imponente escultura de Eduardo Chillida, que corr¨ªa peligro de desaparecer en la sombra de la a¨²n m¨¢s imponente canciller¨ªa de la capital alemana, fue trasladada ayer de lugar. Una gr¨²a, cuyas dimensiones eran apenas acordes a una obra que pesa 88,5 toneladas, movi¨® primero una y despu¨¦s otra de las dos garras de hierro forjado que se entrelazan, pero nunca se tocan, a una nueva ubicaci¨®n, 36 metros m¨¢s alejada de la fachada de un edificio que en el argot popular se conoce como la lavadora o el kohliseo, en recuerdo del canciller democristiano Helmut Kohl, que lo mand¨® construir.
'Tampoco es el lugar ideal, pero, desde luego, ha mejorado mucho', constat¨® despu¨¦s, nunca del todo satisfecho, Axel Schultes, junto a Charlotte Frank, arquitecto de la canciller¨ªa. Schultes hubiera preferido ver a Berl¨ªn al otro lado del edificio, en las orillas del r¨ªo Spree, o, mejor a¨²n, 'all¨ª donde se re¨²ne el pueblo', por delante de la valla que separa el patio de honor de los transe¨²ntes. El pueblo, sin embargo, no es de fiar. Por temor a pintadas y vandalismos varios, los responsables de seguridad de la canciller¨ªa, de entrada, descartaron esta ¨²ltima opci¨®n.
La escultura, que mide 5,5 metros y pesa 88 toneladas, se perd¨ªa ante la colosal fachada del edificio
La obra hunde sus ra¨ªces en una peque?a escultura dedicada por el artista vasco al poeta rom¨¢ntico Novalis, hace 30 a?os. El escultor estuvo en Berl¨ªn en 1988 (a un a?o de la ca¨ªda del muro) y 1991 (con motivo de la inauguraci¨®n de una de sus exposiciones), visitas ambas que luego le servir¨ªan como inspiraci¨®n para dise?ar y forjar esta escultura encargada por la canciller¨ªa. El encuentro con una ciudad en plena transformaci¨®n -'Berl¨ªn es como dos obras que se quieren unir', record¨® en 2000 su esposa, Pilar Belzunce, durante la presentaci¨®n de la obra- impact¨® fuertemente al escultor, quien est¨¢ convencido de que es aqu¨ª donde est¨¢ tomando forma el futuro de Europa.
El mismo Chillida dio su visto bueno a la primera ubicaci¨®n, durante una visita a las obras de la canciller¨ªa, en marzo de 2000. Ya desde entonces, sin embargo, y m¨¢s a¨²n tras la colocaci¨®n de los dos brazos, tra¨ªdos por mar y tierra desde Zabalaga (Guip¨²zcoa) en octubre de aquel mismo a?o, era evidente que la escultura, de 5,5 metros de altura, se perd¨ªa ante la colosal fachada, seis veces m¨¢s alta. Entre otros, fueron los responsables de protocolo que as¨ª lo hab¨ªan querido: quiz¨¢s pensaron que de esta manera se pod¨ªa impresionar mejor a las visitas de Estado, que a unos metros de all¨ª suelen ser recibidas por el inquilino de la casa.
El principal objetivo de la obra, simbolizar el poder pol¨ªtico de la Alemania reunificada, ser¨¢ imposible de cumplir. Separados del patio de honor por la cerca verde, cuya fealdad tambi¨¦n suele poner de los nervios a Schultes, los transe¨²ntes apenas divisaban a Berl¨ªn. Peor a¨²n: la obra casi no sal¨ªa en las im¨¢genes televisivas, a diferencia de lo que suced¨ªa en la antigua capital alemana, Bonn, donde en el jard¨ªn de la canciller¨ªa la suave cadencia de las Large Two Forms de Henry Moore encarnaba a la perfecci¨®n la placidez con la que gustaba presentarse en p¨²blico la Rep¨²blica Federal de Alemania, entonces todav¨ªa exclusivamente occidental.
El mismo Schr?der -quien en muchas ocasiones ha dejado claro que ¨¦l hubiese preferido una canciller¨ªa m¨¢s peque?a- no tard¨® en darse cuenta del problema est¨¦tico y meses despu¨¦s de la inauguraci¨®n del edificio ya comentaba en p¨²blico que esto no pod¨ªa seguir as¨ª. Inicialmente se rumore¨® que la mayor entidad financiera alemana, el Deutsche Bank, financiar¨ªa el traslado. Fue un falso rumor: ayer se confirm¨® que los costes -100.000 euros- han corrido por cuenta de los mismos mecenas que donaron Berl¨ªn a la canciller¨ªa, Irene y Rolf Becker. 'Lograr lo ¨®ptimo, por supuesto, tambi¨¦n cuesta un poco de dinero', se encog¨ªa ayer de hombros Rolf Becker, quien no se perdi¨® ni un detalle de la operaci¨®n, no fuera a ser que algo le pasara a la obra, cuyo valor no quiso cuantificar.
Pero nada pas¨®. Las 88,5 toneladas cambiaron de lugar en menos de una hora. Las garras quedaron en una posici¨®n pr¨¢cticamente id¨¦ntica. Dio tiempo incluso para hacer un receso y esperar la llegada de alg¨²n personaje deseoso de salir en la foto, como el ministro de Estado de Cultura, Julian Nida-R¨¹melin. Schr?der, por contra, no pudo estar. Viajaba a Canad¨¢ para asistir a la cumbre del G-8.
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