Juega Ronaldo, peligro seguro
Era el 14 de mayo de este a?o. Italia. Tres de la tarde. San Siro. Buen tiempo. Campo en no muy buenas condiciones, normal en ese estadio. Jugaba el Gran Inter de C¨²per, con Vieri, Recoba, Concei?ao, Di Biaggio....y un tal Ronaldo, contra el gran Brescia de... el ausente Baggio. El Inter, con su 4-4-2, que se transformaba en 4-2-4 cuando ten¨ªan el bal¨®n. Conclusi¨®n: muchos atacantes maravillosos, muy poco juego. A lo que iba, corr¨ªa el minuto 79 y el equipo del mejor jugador con el que jam¨¢s yo haya jugado (Roberto Baggio) ganaba por 0-1 en el campo que en su d¨ªa el Sr. Sacchi y los suyos convirtieron en un templo de belleza y sensibilidad futbol¨ªstica. A 11 minutos del final, el Brescia casi se salvaba y el Inter casi perd¨ªa el scudetto. Y no parec¨ªa que no fuera as¨ª. Estaba jugando los ¨²ltimos minutos y pensaba que ser¨ªa imposible que nos marcaran.No porque no pudieran (Vieri, Recoba, Dalmat y el tal Ronaldo). La raz¨®n era que todos ellos jugaban en punta, en l¨ªnea, de espaldas a la porter¨ªa y con s¨®lo dos centrocampistas para la elaboraci¨®n, que no era suficiente para evitar lo que suced¨ªa: todo eran pases largos y, lo que es peor, todos ellos frontales, con lo que nuestra fornida y bien alimentada defensa, viv¨ªa, por aquellos tiempos, feliz y contenta.Y eso pensaba yo a 11 minutos del final. Convencido incluso ahora, metido a imitar a Vila-Matas, Juan Cruz o P¨¤mies, pasados ya algunos d¨ªas. Pero comet¨ª el error de subestimar. Y ¨¦ste es el error m¨¢s grave que un deportista puede cometer. Subestim¨¦ la grandeza de un equipo grande como el Inter. Subestim¨¦ su historia, que no es poca cosa. Subestim¨¦ que faltaban 11 minutos y que 11 minutos en el f¨²tbol son como en el basket: un mundo. Pero sobre todo subestim¨¦ al hombre. Al hombre al que poco o mucho, ya conoc¨ªa. Al hombre que llenaba. Al hombre que desde su marcha del equipo de mi coraz¨®n, nadie m¨¢s con su sola presencia ha vuelto a llenar el maravilloso Camp Nou. Le subestim¨¦. Subestim¨¦ a Ronaldo. Y eso es un pecado. Y pagu¨¦ por ello. No s¨¦ qui¨¦n me castig¨® porque yo muy religioso no soy, pero alguien me puso en mi sitio. A 11 minutos del final, Ronaldo empat¨®. Y a cuatro minutos del final, Ronaldo, de disparo desde fuera del ¨¢rea, marc¨® el gol de la victoria que le daba al Inter el casi scudetto y a nosotros nos mandaba casi a casa.
No hace mucho, ped¨ª consejo a un muy amigo m¨ªo que tiene la rara habilidad de descifrar a los jugadores a la perfecci¨®n que lo hiciera sobre Alessandro del Piero, jugador del Juventus. Despu¨¦s de decirme virtudes y defectos del susodicho, termin¨® con esta sentencia: 'Solo s¨¦ que no quiero tenerlo de contrario'. Hay jugadores que tienen este aroma. No s¨¦ por qu¨¦ pero as¨ª lo creo. Es como el carisma: unos lo tienen y otros por mucho que lo intenten jam¨¢s encuentran la fortuna de conocerlo. Pues con Ronaldo siempre me ha sucedido esto. No es un jugador, a mi parecer, que intervenga millones de veces en un partido. (El sr. Alfredo di St¨¦fano defini¨® una vez que, para ¨¦l, el mejor jugador del mundo es aquel que interviene un mill¨®n de veces en un partido y cada intervenci¨®n suya le dura menos de un segundo el bal¨®n en los pies). No creo que Ronaldo sea as¨ª. Tampoco creo que Ronaldo sea un jugador que sepa en cada momento qu¨¦ necesita el equipo (Ra¨²l a mi entender s¨ª que lo sabe). Pero Ronaldo desprende ese perfume de peligro constante, de saber que algo va a pasar cuando tenga lo que todos los jodidos brasile?os ans¨ªan tener una vez s¨ª y otra tambi¨¦n, el bal¨®n.Y cuando a Ronaldo le llega el bal¨®n, es ah¨ª, amigos m¨ªos, que el peligro se acerca. A veces el peligro no llega a matar, pero no me dir¨¢n que no asusta. Anteayer fue as¨ª. No mataba. No mataba. Hasta que mat¨®. Ahora ya decimos que ha vuelto. Que estamos seguros de que volver¨¢ a ser aquello que algunos tuvimos la fortuna de gozar en vivo y en directo, y sin pagar por ver. Ya no dudamos. Pero a un servidor el 14 de mayo de 2002, a 11 minutos del final, le iban a entregar el premio al mejor jugador del partido. Premio que no sirve para nada, pero como siempre se lo llevaba Baggio y ese d¨ªa no estaba, pues me aprovech¨¦, que para mi vanidad iba maravillosamente bien. Y c¨®mo de bien... Pero faltaban 11 minutos. 11 minutos eternos que me condenaron. Los 11 minutos y mi vanidad. La que hizo que le subestimase. Ese d¨ªa, Ronaldo hizo de Baggio.
[P. D. Gloria al t¨¦cnico turco que no s¨¦ ni c¨®mo se llama y a Scolari, el de Brasil. Los dos quisieron ganar. Como muchos. Como todos. Pero con una diferencia: a la orden de al ataque, y ya se sabe que dos no se pelean si uno no quiere. En este partido, la semifinal, los dos quisieron pelear. Y no estuvo mal, ?verdad?]
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