Napole¨®n siempre est¨¢ aqu¨ª
?sta es una comedia de ideas. Personalmente, no encontr¨¦ ninguna valiosa, excepto algunas antiguas que tampoco lo son. Por ejemplo, la base cient¨ªfica: la droga, el ¨¢cido lis¨¦rgico me pareci¨® entender, que apareci¨® hacia mediados del siglo pasado en un libro de Aldous Huxley y en alguna canci¨®n de los Beatles. Seg¨²n algunas de las fantas¨ªas de entonces, que a¨²n se mantienen en sesiones de hipnosis, se hace volver atr¨¢s al paciente incluso hasta antes de nacer: recuerdos preuterinos. Cuando se somete a este tratamiento al protagonista, heroico -por todo lo que hace- Luis Merlo, me regocij¨¦ al pensar que se iba a transformar en protozoo disparado del semen. No es as¨ª: va m¨¢s atr¨¢s, y resulta que es Napole¨®n. Todo manicomio tiene siempre su Napole¨®n -ya no tantos-y los m¨¦dicos de la obra se asombran. Yo se lo explicar¨ªa, pero el espectador no tiene voz.
La doctora -suelta y veterana Paula Sebasti¨¢n- encuentra que no necesita curarse, sino fingir ante el mundo que no sabe qui¨¦n es y hacer una vida ordinaria. Pero la verdad es que es Napole¨®n, y donde se coloca encuentra planes geniales para mejorar las cosas, desde la situaci¨®n obrera hasta las f¨¢bricas y, sin duda, el ej¨¦rcito y la pol¨ªtica con una buena guerra contra la pobre Bolivia -la acci¨®n transcurre en Argentina-, lo cual procede de la convicci¨®n que tiene Ib¨¢?ez Serrador de que Napole¨®n era un verdadero genio en lugar de un tirano, un dictador y un asesino del tipo militar, capaz de transformar una revoluci¨®n liberadora y popular en un imperio.
?Por qu¨¦ este verdadero Napole¨®n no triunfa esta vez? Porque esta ¨¦poca es mala, al rev¨¦s que aqu¨¦lla. El ¨¢guila es siempre el ¨¢guila: pero si hay niebla, no puede volar. He aqu¨ª la met¨¢fora del t¨ªtulo. En la comedia de ideas se derrochan muchas: una escena en la que el padre de Napole¨®n (sin saberlo) destroza los documentos natales de su hijo, y nunca he comprendido por qu¨¦; otra de obreros de f¨¢brica a los que consigue sublevar; varias de manicomio, incluso con cocinero corzo para que Napole¨®n pueda hablar con ¨¦l en dialecto y sepamos as¨ª que no es un impostor, otros de pol¨ªticos gallinas...
Las ideas de una obra de teatro pueden ser malas o in¨²tiles, pero pueden ser teatrales; Narciso Ib¨¢?ez Serrador, entre cuyos admiradores me cuento -y de su gran familia de c¨®micos-, tiene esas ideas teatrales que pueden llamar la atenci¨®n, y colocar sorpresas a los m¨¢s ingenuos: las suelta todas. El mismo decorado, donde objetos y personas salen del suelo o caen de lo alto y lo dem¨¢s es confuso, ayuda a esa sorpresa.
Lo vi el martes, al d¨ªa siguiente de su estreno oficial. El teatro estaba lleno de un p¨²blico bondadoso y sensible que aplaudi¨® repetidas veces tras la ca¨ªda del tel¨®n: parec¨ªa un ¨¦xito.
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