El auge de la enfermedad imaginaria
Los intereses econ¨®micos y profesionales inducen a medicalizar procesos que no son patol¨®gicos
Los medios de comunicaci¨®n dan cuenta constantemente de nuevas enfermedades, s¨ªndromes de nuevo cu?o y condiciones personales varias que un buen d¨ªa empiezan a proclamarse como problemas de salud. Pi¨¦nsese, por ejemplo, el estr¨¦s, la fobia social o la impotencia sexual; o en los s¨ªndromes de la clase turista, de la Guerra del Golfo, del colon irritable, del edificio enfermo, del parado y tantos otros. Puede pensarse tambi¨¦n en las adicciones (al juego, a Internet o al sexo), e incluso en la menopausia, la calvicie, la soledad o el trabajo. Desde el nacimiento a la vejez, la medicina est¨¢ haciendo suyos un mont¨®n de problemas que antes no eran asunto m¨¦dico y para los que a menudo no hay soluci¨®n eficaz.
Con el diagn¨®stico deber¨ªa tenerse el mismo rigor cient¨ªfico que con el tratamiento
Ponerle a alguien la etiqueta de enfermo puede causarle m¨¢s perjuicio que beneficio
El resultado es que en las sociedades desarrolladas hay cada vez m¨¢s enfermedades y m¨¢s enfermos diagnosticados, aunque parad¨®jicamente el nivel objetivo de salud de sus individuos sea cada vez mejor.
El rizo de esta paradoja es la relaci¨®n que parece existir entre la autopercepci¨®n de enfermedad y la longevidad. Es decir, cuanto peor valoran su salud los individuos de una sociedad, mayor suele ser su esperanza de vida, como ha ilustrado el premio Nobel de Econom¨ªa Amartya Sen al comparar recientemente en el British Medical Journal (BMJ) los datos de EE UU y la India. L¨®gicamente, en las sociedades desarrolladas se considera enfermedad lo que no lo es en otras sociedades.
?Estamos cada vez m¨¢s enfermos? 'En absoluto. El nivel de salud es actualmente mayor que el de hace d¨¦cadas', responde el epidemi¨®logo Fernando Rodr¨ªguez Artalejo, catedr¨¢tico de Salud P¨²blica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Y para refrendarlo recuerda el progresivo descenso la mortalidad precoz causada por la mayor¨ªa de las enfermedades, 'incluso por el c¨¢ncer', el aumento de la esperanza de vida y, sobre todo, el mejor estado funcional de la gente a edades avanzadas respecto al de d¨¦cadas anteriores.
Sin embargo, muchas personas se sienten enfermas de depresi¨®n cuando tienen el ¨¢nimo deca¨ªdo, o dicen estar enfermas del colesterol cuando tiene elevado el nivel de este l¨ªpido en la sangre. En este caso m¨¢s que una enfermedad, lo que hay es un riesgo elevado de padecerla. Al considerar un factor de riesgo como el colesterol elevado, la obesidad o el sedentarismo como una aut¨¦ntica enfermedad, lo que se est¨¢ haciendo es 'medicalizar la vida y el futuro', explica el epidemi¨®logo Carlos ?lvarez-Dardet, profesor de la Universidad de Alicante, quien considera que algo semejante empieza a ocurrir con la caracterizaci¨®n gen¨¦tica de las personas.
Confundir los factores de riesgo y los problemas personales con aut¨¦nticos trastornos m¨¦dicos son dos de los principales mecanismos de creaci¨®n de falsas enfermedades. Otra f¨®rmula habitual es considerar una dolencia generalmente leve como grave y, en consecuencia, dar a entender que hay m¨¢s pacientes de los reales, porque de este modo los m¨¦dicos ganan influencia y los laboratorios pueden vender m¨¢s, seg¨²n Rodr¨ªguez Artalejo. 'La disfunci¨®n er¨¦ctil, que raramente puede ser considerada una enfermedad, es un caso de libro. Se ha querido hacer ver que afecta a casi la mitad de los varones mayores de 40 a?os', a?ade.
En opini¨®n de ?lvarez-Dardet, director del Journal of Epidemiology and Community Health, ponerle a alguien la etiqueta de enfermo puede hacerle m¨¢s da?o que bien. 'Hay que tener cuidado con los efectos secundarios de los diagn¨®sticos', advierte. Recuerda la primera obligaci¨®n de los m¨¦dicos: 'No deber¨ªamos hacer nada que no pueda beneficiar al enfermo, ni siquiera poner un diagn¨®stico'. Y a?ade: 'Con los diagn¨®sticos deber¨ªa tenerse el mismo rigor cient¨ªfico que se tiene con los tratamientos', para as¨ª no crear falsas enfermedades que, a falta de un t¨¦rmino de uso, podr¨ªan denominarse 'diagnostig¨¦micas '.
El caso m¨¢s ilustrativo es, en su opini¨®n, el del culto al cuerpo, donde hay una 'fusi¨®n de medicina y est¨¦tica'. La celulitis, los ac¨²mulos de grasa, la nariz o el pecho defectuosos y otros problemas derivados de esta 'locura por el cuerpo perfecto' son 'en la mayor¨ªa de los casos falsas enfermedades que conducen a mayor sufrimiento'.
Las fronteras entre la salud y la enfermedad son especialmente confusas y resbaladizas. Y la propia noci¨®n de salud es siempre una variable individual que impide generalizar. Por eso, como advierte Rodr¨ªguez Artalejo, el diagn¨®stico se convierte en un arma de doble filo. 'A los que no son enfermos se les hace un flaco favor consider¨¢ndolos como tales; pero si no se da a la enfermedad la importancia adecuada puede ser perjudicial'.
La cuesti¨®n es si es mejor pasarse o quedarse corto al etiquetar enfermedades. 'En los casos donde no hay tratamiento es m¨¢s grave pecar por exceso, mientras que cuando existe una soluci¨®n eficaz, segura y no demasiado gravosa, no es tan grave excederse', opina Rodr¨ªguez Artalejo.Por ejemplo, no le parece grave considerar enfermos a los hipertensos y, en menor grado, a los que tienen niveles elevados de colesterol en sangre. 'Aunque se trata de factores de riesgo, a largo plazo pueden desarrollar complicaciones que son aut¨¦nticas enfermedades', afirma. En cambio s¨ª se lo parece en el caso de la obesidad, pues aunque puede ser un problema grave de salud, no tiene por el momento soluciones sencillas.
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Demasiadas dolencias 'per c¨¢pita'
Entre las nuevas enfermedades y las de toda la vida, entre las reales y las imaginadas, resulta que en las sociedades desarrolladas tocamos a un buen n¨²mero de enfermedades per c¨¢pita. Quiz¨¢ sea ¨¦ste un nuevo indicador de desarrollo, a juzgar por el empecinamiento de m¨¦dicos, sociedades cient¨ªficas y laboratorios farmac¨¦uticos por ofrecer cifras de incidencia de muchos ceros. 'Las compa?¨ªas farmac¨¦uticas tienen un claro inter¨¦s en medicalizar los problemas de la vida, y ahora ya existe un enfermo para cada f¨¢rmaco', escrib¨ªa recientemente en el British Medical Journal (BMJ) su director Richard Smith. En el caso de los m¨¦dicos y las sociedades m¨¦dicas, el mayor n¨²mero de enfermos produce 'una ganancia en credibilidad', seg¨²n el epidemi¨®logo Fernando Rodr¨ªguez Artalejo. 'Yo no me atrever¨ªa a decir que est¨¢n infladas estas estad¨ªsticas. Lo m¨¢s posible es que dentro de estos n¨²meros se incluya a personas con formas muy benignas de enfermedad'. En cualquier caso, una suma de urgencia de las ¨²ltimas estad¨ªsticas de afectados por algunas de las enfermedades rales o imaginarias m¨¢s medi¨¢ticas (las que m¨¢s habitualmente salen en los medios de comunicaci¨®n) arroja un saldo de varias dolencias por cada ciudadano espa?ol. Si se suman los 3 millones de espa?oles con osteoporosis, los 6 millones que padecen eso que se ha dado en llamar colon irritable, los 8 millones de pacientes con dermatitis at¨®pica, los 2 millones de deprimidos, los 1,2 millones de enfermos de fibromialgia, los 7 que tienen estre?imiento, el medio mill¨®n de anor¨¦xicos y bul¨ªmicos, los 800.000 con psoriasis, los 1,2 millones que tienen fobia social, los 6 millones de pacientes neurol¨®gicos, los 3,6 millones de personas que padecen EPOC, los 4 millones que tienen varices, los 9 millones de reum¨¢ticos, los 10 millones con trastornos mentales, el mill¨®n y medio de personas con hipercolesterolemia familiar, el mill¨®n de pacientes con glaucoma, los 12 millones de insomnes, los 400.000 epil¨¦pticos, y se cierra la cuenta con unos 15 millones de al¨¦rgicos (en el a?o 2015 habr¨¢ 20 millones, nos dicen), pues resulta que tenemos ya, s¨®lo con este pu?ado de dolencias medi¨¢ticas, m¨¢s de 80 millones de enfermos en una poblaci¨®n de 40 millones de habitantes, es decir dos dolencias per c¨¢pita. Y eso sin contar a los enfermos cardiovasculares, los de c¨¢ncer y tantos otros pacientes cr¨®nicos. Si se sumaran adem¨¢s los bebedores excesivos y los impotentes, los adictos al juego y a Internet, al sexo y a las compras, y se fueran incluyendo los afectados por otras supuestas enfermedades como el acn¨¦, la calvicie, la menopausia, el tabaquismo, el estr¨¦s, la halitosis, la anorgasmia o el s¨ªndrome premenstrual, las cifras empezar¨ªan a resultar excesivas. Pero lo cierto es que todas estas dolencias y otras son consideradas por algunos como enfermedades, lo cual no siempre es beneficioso para el afectado.
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