Liberales
A Michael Newdow no le parec¨ªa l¨®gico que su hija tuviera que jurar 'bajo Dios' todas las ma?anas su fidelidad a la bandera de los EE UU al iniciar sus clases en la escuela. Por ello recurri¨® a los tribunales de justicia y, finalmente, logr¨® una sentencia favorable para sus aspiraciones. Sin embargo, la resoluci¨®n de los jueces ha provocado un aut¨¦ntico terremoto en su pa¨ªs despertando, a¨²n m¨¢s si cabe, el fervor patri¨®tico de la gente, en un a?o plagado de exaltaciones chauvinistas. Los congresistas se han apresurado a renovar al un¨ªsono y 'bajo Dios' su fidelidad a la bandera, y a cantar a coro God bless America a modo de desagravio tras conocer la sentencia judicial; el presidente Bush ha dicho que la misma es una ridiculez; y el conjunto de las fuerzas vivas del pa¨ªs no han dudado en calificarla como una conspiraci¨®n liberal, lo que en EE UU equivale m¨¢s o menos a decir rojo o comunista.
Decididamente, corren malos tiempos para la libertad y para los liberales. Aqu¨ª y all¨¢, en unas y otras partes del mundo resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil defender la libertad de conciencia, los derechos humanos, y la noci¨®n de ciudadan¨ªa. Parece como si de pronto la historia hubiera retrocedido varios siglos y nos enfrent¨¢ramos de nuevo con la amenaza de la hoguera por el simple hecho de disentir de lo establecido, por reclamar el derecho a no vibrar con los himnos patri¨®ticos, a tener un Dios diferente o, simplemente, a no tenerlo. Malos tiempos para la libertad de pensamiento, para la independencia de criterio, para ser diferente sin perder por ello el derecho a ser persona. Malos tiempos para ser mujer ad¨²ltera en algunos pa¨ªses y, en otros, para ir al front¨®n si previamente se ha criticado a quienes tratan de imponer a la fuerza su idea de la patria. Retrocede el pensamiento ilustrado mientras avanza sin cesar la marea patri¨®tico-religiosa. Nada ni nadie parece poder salvarse. Hasta los jugadores de f¨²tbol turcos que no han querido participar en la oraci¨®n han sido relegados a un segundo plano en el equipo mundialista, en tanto los brasile?os han sido premiados por Dios por rezar todos juntos antes de saltar al campo. Todo un s¨ªmbolo de los tiempos que corren.
?Independencia de los jueces? Si nadie lo remedia pronto empezaremos a o¨ªr que tal pretensi¨®n no es sino una peligrosa proclama liberal, y no s¨®lo en Nigeria o en los dem¨¢s pa¨ªses en los que el Cor¨¢n es la ¨²nica ley posible. Ya lo ha dicho Bush con rotundidad al mofarse de la sentencia sobre el juramento. Tambi¨¦n lo dijo Aznar hace tres a?os, cuando exclam¨® que 'la opini¨®n p¨²blica no entender¨ªa una sentencia absolutoria' hacia la Mesa Nacional de HB, y lo repiti¨® hace tan s¨®lo unos d¨ªas con ocasi¨®n del llamado caso Otegi. En el nuevo credo que se va imponiendo en unos y otros lugares, la mayor¨ªa es la ley los jueces deben dictar sentencia en base a encuestas de opini¨®n, y la minor¨ªa no tiene m¨¢s opci¨®n que resignarse.
Claro que a¨²n queda un resquicio para poder seguir proclam¨¢ndose uno liberal: atacar la intromisi¨®n de los poderes p¨²blicos en los negocios privados y los intentos de reducir el margen de maniobra de las empresas. Uno puede convertirse en el palad¨ªn de la libertad -de mercado se entiende- mientras al mismo tiempo manipula la contabilidad de su empresa -elija usted Enron, Dynegy, Adelphia, WorldCom, o Xerox- y se embolsa unos cuantos millones, sin por ello renunciar a entonar patri¨®ticos himnos o a exigir en nombre de Dios que todo el mundo jure fidelidad a la bandera. Uno puede proclamarse liberal siempre que se refiera a la libertad de las empresas, no a la de las personas.
En lo dem¨¢s, en todo lo relativo a los derechos humanos, la libertad de pensamiento, o la posibilidad de no comulgar con la mayor¨ªa, los liberales est¨¢n condenados a la hoguera. Tras siglos de aplastar a la gente en nombre de Dios o de la patria, la humanidad parece volver por donde siempre. Tal vez la ilustraci¨®n y la modernidad s¨®lo fueron un sue?o.
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