El clamor de la fama
LA NOTORIEDAD de sor Juana In¨¦s de la Cruz (?1648/1651?-1695) fue inmensa mientras vivi¨® y las ediciones de sus obras, tres tomos varias veces reeditados en Espa?a -en total 20 ediciones, de 1689 a 1725-, son prueba irrefutable de su triunfo, como lo son tambi¨¦n estos versos de un admirador espa?ol: 'Sabed, que donde muere el sol, y el oro / dejar por testamento al clima ordena, / le naci¨® en Juana In¨¦s otro tesoro / que ganaba al del sol en la cuant¨ªa...'. Transformada en oro intelectual, vista como el m¨¢s 'noble' producto de las entra?as de la tierra americana, sor Juana, coronada de ep¨ªtetos, gracias a ese proceso de mitificaci¨®n, se convierte en la D¨¦cima Musa, en un F¨¦nix de los Ingenios, en una Sibila, en verdad, la ¨²ltima gran figura de los Siglos de Oro, la m¨¢s insigne poeta de 'las dos Espa?as'.
A partir del segundo tercio del siglo XVIII su fama se fue apagando, como la de G¨®ngora, y en el siglo XIX los juicios despectivos estuvieron a la orden del d¨ªa: el historiador mexicano Garc¨ªa Icazbalceta hablaba de una absoluta depravaci¨®n del lenguaje; el fil¨®logo espa?ol Men¨¦ndez Pelayo, de la pedanter¨ªa y aberraci¨®n del barroco; el cr¨ªtico mexicano Francisco Pimentel aseguraba que en el seiscientos s¨®lo hubo una persona en M¨¦xico que escribiera pasablemente, sor Juana y, aun ella, 'rara vez correcta', pues, 'todo lo arrasa el gusto pervertido'; Jos¨¦ Mar¨ªa Vigil la acusa de un 'enmara?ado e insufrible gongorismo', y, en el pr¨®logo a la Antolog¨ªa de la Academia Mexicana de la Lengua, le concede menor espacio que a don Porfirio Parra, un positivista, conocido por una calle en M¨¦xico.
El siglo XX ha demostrado en cambio un gran inter¨¦s por ella, y su obra se frecuenta, se admira, se celebra. Y a partir del trabajo extraordinario del pol¨ªgrafo Alfonso M¨¦ndez Plancarte -quien en 1951 empez¨® a publicar la edici¨®n cr¨ªtica de sus Obras completas- proliferaron los ensayos sobre la obra de la monja. Esa atenci¨®n cr¨ªtica culmin¨® con el importante libro Las trampas de la fe de Octavio Paz, a principios de la d¨¦cada de los ochenta, texto que en gran medida internacionaliz¨® su figura.
En verdad, su vida atrae tanto o quiz¨¢ m¨¢s que su obra: no es casual que en los ¨²ltimos veinte a?os se hayan descubierto nuevos textos a ella atribuidos, como la extraordinaria Carta al Padre N¨²?ez, encontrada en 1980 por el padre Aureliano Tapia M¨¦ndez en Monterrey. Asimismo, Enigmas ofrecidos a la casa del placer, 20 poemas manuscritos que sor Juana envi¨® a sus pares, las monjas y poetas portuguesas, a instancias de su mecenas, Mar¨ªa Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, manuscrito descubierto en la Biblioteca Nacional de Lisboa por el profesor Enrique Mart¨ªnez L¨®pez quien dio cuenta de su hallazgo en un congreso de hispanistas celebrado en M¨¦xico en 1959, descubrimiento apenas atendido cuando, en 1994, Antonio Alatorre public¨® la edici¨®n cr¨ªtica en el Colegio de M¨¦xico.
La publicaci¨®n en 1995 de Carta de sor Serafina de Cristo por El¨ªas Trabulse, quien la atribu¨ªa a sor Juana, dio origen a otro libro de Antonio Alatorre quien, con Marta Lilia Trevi?o, public¨® en 1998 su libro Sor Serafina y sor Juana negando dicha autor¨ªa. Numerosos manuscritos m¨¢s, entre los que se cuentan procesos inquisitoriales y libelos, han sido detectados por los investigadores en el Archivo General de la Naci¨®n y otras bibliotecas y archivos de Am¨¦rica Latina, Espa?a y EE UU; verifican la existencia de una enconada pol¨¦mica a favor o en contra de la monja novohispana, suscitada por la publicaci¨®n en 1690 de su Carta atenag¨®rica, persecuci¨®n que ella misma denunci¨® en su Respuesta a sor Filotea, personaje que, como bien sabemos, era nada menos que el obispo de Puebla, Manuel Fern¨¢ndez de Santa Cruz, travestido de monja.
En agosto de 2001 otra noticia alebrest¨® a los sorjuanistas y al p¨²blico en general: la posible (?o dudosa?) atribuci¨®n de una loa eucar¨ªstica a la ni?a Juana: el historiador Augusto Vallejo encontr¨® en Amecameca una 'Loa sat¨ªrica en una comedia en la festividad de Corpus hecha y realizada en Tlayacapan en 1682'. Dicho texto escrito en n¨¢huatl y castellano ser¨ªa la supuesta loa eucar¨ªstica que sor Juana escribiera cuando ten¨ªa 8 a?os, seg¨²n las noticias que de ella dio su protobi¨®grafo, el padre Diego Calleja, en su Aprobaci¨®n a la edici¨®n de 1700 de la Fama y obras p¨®stumas de la monja.
?Ser¨¢ verdad?
?Y qu¨¦ decir de lo que publicara Antonio Alatorre, en los 350 a?os del nacimiento de sor Juana, en noviembre de 2001, si es cierto que nuestra escritora naci¨® en 1651, como ella lo pretend¨ªa? Alatorre verbaliz¨® lo que varios sorjuanistas ven¨ªan insinuando: la existencia de una verdadera pasi¨®n amorosa entre la monja novohispana y su mecenas, la Lisy de sus sonetos, romances y loas, la virreina de M¨¦xico de 1680 a 1686, la misma que promovi¨® la publicaci¨®n de sus obras en Espa?a, y en 1694 convoc¨® a las monjas portuguesas para que se reunieran en una casa de placer (o casa do prazer), un placer inocente, porque en ese recinto de papel s¨®lo se escrib¨ªan versos de alt¨ªsima calidad: 'Yo no creo que sea descabellado ni dogm¨¢tico decir que sor Juana ignor¨® el amor humano mientras viv¨ªa 'en el siglo'; lo conoci¨® cuando viv¨ªa en el claustro. Lo que dice Francisco de las Heras (secretario de la marquesa de la Laguna) no tiene vuelta de hoja: ser¨¢ por esto, ser¨¢ por lo otro, pero sor Juana estaba enamorada de Mar¨ªa Luisa. Fue su relaci¨®n con ella lo que le dio, y muy agudamente, la experiencia del amor'.
Sin comentarios?.
Margo Glantz (M¨¦xico DF, 1930) es autora de libros como Apariciones (Alfaguara, M¨¦xico) y Sor Juana, la comparaci¨®n y la hip¨¦rbole (Conaculta).
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