En la muerte de Ond¨®
La muerte en prisi¨®n de Juan Ond¨®, uno de los opositores condenados por el r¨¦gimen de Obiang Nguema en el reciente y esperp¨¦ntico macrojuicio celebrado en el cine Marfil de Malabo, vuelve a poner en entredicho un g¨¦nero de pol¨ªtica hacia ?frica, com¨²n en la Europa poscolonial, y de la que el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se ha convertido en un anacr¨®nico representante a la hora de gestionar las relaciones con Guinea. Se trata de la b¨²squeda de una suerte de legitimidad negativa para justificar la condescendencia con los dictadores africanos, cuando no el m¨¢s descarado apoyo a sus desmanes y atropellos. En virtud de aquella legitimidad negativa, hoy ya casi olvidada, no se juzgaba a los gobiernos y l¨ªderes del continente por lo que efectivamente hac¨ªan, sino por lo que pod¨ªan haber hecho, y de este modo resultaba que, por ejemplo, Laurent Kabila merec¨ªa ser considerado como una esperanza para el Congo por la sola raz¨®n de que sus fuerzas no mataron a tantos opositores como se esperaba que matasen en el momento de su entrada en Kinshasa.
Desde su llegada al poder a trav¨¦s de un golpe de Estado contra su t¨ªo Mac¨ªas, cuya demencia asesina diezm¨® literalmente a la poblaci¨®n guineana, Obiang Nguema es uno de los dictadores africanos que mejor han utilizado a su favor el mecanismo de la legitimidad negativa. La permanente alusi¨®n en sus discursos al r¨¦gimen de sangre y de terror que precedi¨® al suyo, inaugurado por lo que Obiang mismo denomina el 'golpe de libertad', no ha tenido nunca otro sentido que el de recordar dentro y fuera del pa¨ªs lo mucho, lo much¨ªsimo que puede hacer un dictador en Guinea, contraponiendo acto seguido lo poco con lo que ¨¦l mismo se conforma. Apenas una nimiedad, comparado con los treinta mil guineanos asesinados por su t¨ªo: detener y torturar a los miembros de la oposici¨®n cada vez que se le antoja, prohibir cualquier publicaci¨®n o emisi¨®n de radio que no cante sus alabanzas, saquear las rentas del Estado, repartir prebendas con el solo prop¨®sito de reforzar su sistema clientelar, en el que una indigna corte de personajes humillados pero m¨¢s o menos enriquecidos lo sostienen en la cima de la pir¨¢mide.
Para asombro de quienes conocen la realidad guineana, el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar no s¨®lo ha recuperado, sino que ha llevado hasta extremos inaceptables la pol¨ªtica de legitimidad negativa en el caso del macrojuicio del cine Marfil, que acaba de cobrarse la primera v¨ªctima mortal. Cuando el r¨¦gimen guineano empez¨® a preparar esta ¨²ltima farsa, el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar recomend¨® calma porque, fiel al principio de juzgar a los dictadores africanos por lo que pueden hacer y no por lo que hacen, era la primera vez que Obiang no implicaba a Espa?a en un supuesto golpe de Estado. A continuaci¨®n, y consumado el esperpento judicial, el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar destac¨®, no la radical injusticia de unas condenas sin fundamento y basadas en declaraciones arrancadas bajo tortura, sino el hecho de que el tribunal no hubiese dictado penas de muerte. Tan s¨®lo unas semanas m¨¢s tarde, y fallecido Juan Ond¨® como consecuencia de las terribles condiciones de detenci¨®n en las que se encuentran los condenados, el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se limita a reclamar por boca de su ministro portavoz una 'investigaci¨®n interna' para aclarar las causas de esta muerte, utilizando un discurso de moderaci¨®n para con el r¨¦gimen de Obiang que para s¨ª quisieran los sindicatos o la propia oposici¨®n pol¨ªtica en Espa?a.
Por supuesto que es un descorazonador avance -aunque sin duda un avance- que en Guinea se haya pasado del asesinato masivo practicado por Mac¨ªas a la tortura masiva de Obiang, y de las farsas judiciales que conclu¨ªan en ejecuciones sumarias, a las farsas judiciales que acarrean penas de prisi¨®n en una de las m¨¢s atroces c¨¢rceles de ?frica. Pero lo que bajo ning¨²n concepto puede hacer el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar es admitir que estos cambios sirvan para reforzar la legitimaci¨®n negativa de Obiang; que sirvan para ocultar que en Guinea Ecuatorial se ha escenificado una burla a la justicia y, adem¨¢s, sobre la base de un delito que tiene muchas probabilidades de ser una invenci¨®n; que sirvan para convertir en aceptable que en Guinea se torture y se robe y que se deje a los presos morir de inanici¨®n porque el mismo r¨¦gimen que los encarcela no s¨®lo es incapaz de destinar una ¨ªnfima parte de su abultada renta petrolera a alimentarlos, sino que se obstina en el escarnio de prohibir a los familiares que lo hagan.
En la c¨¢rcel de Black Beach, en los alrededores de Malabo, siguen detenidos hoy decenas de opositores al r¨¦gimen de Obiang, condenados en un macrojuicio sin garant¨ªas celebrado en el cine Marfil. Entre estos detenidos se encuentran muchos de los mejores hombres de Guinea, l¨ªderes pol¨ªticos que, pese al insoportable sufrimiento personal que les ha infligido y a¨²n les inflige el r¨¦gimen, nunca han abdicado de sus convicciones democr¨¢ticas ni de su determinaci¨®n a favor de una transici¨®n pac¨ªfica en su pa¨ªs. Esos hombres se merecen por parte de Espa?a, en donde se educaron y conservan amigos que comprenden y comparten su causa y su dolor de este momento, mucho m¨¢s que la simple 'investigaci¨®n interna' para esclarecer la muerte de uno de los suyos, t¨ªmidamente exigida por el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
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