Tiempos de reflexi¨®n
El rapapolvo p¨²blico que el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ha echado al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y a la direcci¨®n de CiU por la debilidad mostrada en el apoyo de sus posiciones -expresada por el voto contradictorio en la ley de partidos, la insolidaridad en la aprobaci¨®n del decretazo y la ambig¨¹edad mostrada ante la huelga general- ha ido seguido de una severa advertencia de Javier Arenas, como secretario del PP espa?ol, y de Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz, con un acento subordinado pero un poco m¨¢s catal¨¢n. Todos ellos han abierto lo que han llamado un periodo de reflexi¨®n tras el cual decidir¨¢n si siguen o no ofreciendo su apoyo a CiU en el Parlament, que la organizaci¨®n nacionalista necesita para no quedar en minor¨ªa.
Artur Mas no logra ocupar el espacio que Pujol se apresta a abandonar
Es evidente el desairado papel al que los l¨ªderes del PP han sometido al presidente de la Generalitat con sus cr¨ªticas y amenazas, tanto en el fondo como en la forma, en un campo tan sensible para Pujol -tanto m¨¢s cuanto que est¨¢ viviendo ya su ¨²ltima legislatura- como es el ¨¢mbito de la pol¨ªtica catalana ejercida desde la perspectiva espa?ola. No hay duda de que, m¨¢s all¨¢ de la intromisi¨®n verbal y el estilo autoritario utilizados, las tensiones surgidas entre el PP y CiU se acompa?an tambi¨¦n de problemas en el seno de las dos fuerzas pol¨ªticas y de un clima de incertidumbre para el conjunto de la sociedad catalana sobre el horizonte electoral inmediato. Como convidado de piedra, la sociedad catalana no sabe, una vez m¨¢s, si ser¨¢ o no consultada sobre c¨®mo entiende que debe resolverse este estira y afloja entre los dos partidos que mantienen una precaria mayor¨ªa parlamentaria y que pone en evidencia los equilibrios del Gobierno de la Generalitat.
Es cierto que el PP de Catalu?a ha venido tragando desplantes y correctivos en boca de los dirigentes de CiU, y lo ha hecho por imposici¨®n de Aznar con el argumento de que se persegu¨ªan dos objetivos: primero, encontrar apoyos pol¨ªticos a su mayor¨ªa absoluta en Madrid que hiciesen menos petulantes sus autoritarias decisiones, y segundo, propiciar la consolidaci¨®n de Artur Mas como candidato contra la opci¨®n de Pasqual Maragall. Sin embargo, se est¨¢n dejando o¨ªr voces en el interior del PP que ponen en duda ambos objetivos. En cuanto al primero, porque los dirigentes de CiU, inquietos por la imagen de supeditaci¨®n al PP que est¨¢n dando ante su electorado, adoptan actitudes que entran en contradicci¨®n con el apoyo pol¨ªtico exigido. En cuanto al segundo, porque algunos dirigentes del PP no tienen claro que estrat¨¦gicamente la victoria de Maragall les convenga menos que la de Artur Mas, ya que el distanciamiento expl¨ªcito inmediato de los nacionalistas les permitir¨ªa arrebatar votos a CiU ya en la pr¨®xima convocatoria y, sobre todo, porque, evaluado a medio plazo, el fracaso electoral de Mas, coincidiendo con la desaparici¨®n del liderazgo de Pujol, producir¨ªa una din¨¢mica dispersiva de la organizaci¨®n nacionalista que indirectamente fortalecer¨ªa a UDC, organizaci¨®n que por sus lazos europeos y sus posiciones pol¨ªticas plantear¨ªa en el terreno de las alianzas importantes posibilidades de futuro a cuatro a?os vista.
En las filas de CiU las tensiones crecen, conscientes de que est¨¢n presos de una contradicci¨®n en el interior de la cual forcejean nerviosos, pero de la que no consiguen librarse. Mientras tanto, Mas no logra ocupar el espacio que Pujol se apresta, con una manifiesta desgana, a abandonar, y aparece como un ejecutivo agresivo m¨¢s que como un pol¨ªtico nacionalista de s¨ªntesis, dejando traslucir que no se asienta en terreno firme, sino sobre una coalici¨®n llena de tensiones y reservas, al tiempo que recoge algunos fracasos personales, de las que es ejemplo su viaje a Cuba, donde fue ninguneado por Fidel Castro. Desde Cuba lanz¨® un reto a Maragall que, adem¨¢s de ser una cortina de humo para disimular la vacuidad de su viaje -'ni con Fidel, ni con la oposici¨®n'-, le transformaba de conseller en cap en l¨ªder de la
oposici¨®n al pedir un debate con el primer candidato a presidente.
M¨¢s all¨¢ del peso real que las diversas opiniones puedan tener estos d¨ªas, el periodo de reflexi¨®n anunciado por los l¨ªderes del PP tiene un fecha de caducidad insoslayable: la aprobaci¨®n de los presupuestos, que ser¨¢n sometidos al Parlament este oto?o. Veremos entonces si los diputados del PP diluyen toda su verborrea amenazante de estos d¨ªas en un vergonzante voto positivo a los presupuestos de 2003, o si, coherentes con sus declaraciones, niegan su aprobaci¨®n al Gobierno de CiU, con lo cual ¨¦ste se ver¨¢ obligado a prolongarlos y, abandonado por sus hasta ahora aliados, reconocer que ha sido desautorizado y que no tiene otra alternativa coherente que convocar elecciones anticipadas. Esperemos, pues, expectantes que llegue el oto?o para hacer un juicio definitivo.
oposici¨®n al pedir un debate con el primer candidato a presidente.
M¨¢s all¨¢ del peso real que las diversas opiniones puedan tener estos d¨ªas, el periodo de reflexi¨®n anunciado por los l¨ªderes del PP tiene un fecha de caducidad insoslayable: la aprobaci¨®n de los presupuestos, que ser¨¢n sometidos al Parlament este oto?o. Veremos entonces si los diputados del PP diluyen toda su verborrea amenazante de estos d¨ªas en un vergonzante voto positivo a los presupuestos de 2003, o si, coherentes con sus declaraciones, niegan su aprobaci¨®n al Gobierno de CiU, con lo cual ¨¦ste se ver¨¢ obligado a prolongarlos y, abandonado por sus hasta ahora aliados, reconocer que ha sido desautorizado y que no tiene otra alternativa coherente que convocar elecciones anticipadas. Esperemos, pues, expectantes que llegue el oto?o para hacer un juicio definitivo.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es miembro de ICV.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es miembro de ICV.
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