Sin plataformas
Yo estaba convencido de que hay muchas diferencias entre Ruiz-Gallard¨®n y ?lvarez del Manzano, por ejemplo, pero Arenas, que conoce el PP mucho mejor que yo, me ha persuadido, no s¨¦ si por voz propia o por la de su amo, de que en su organizaci¨®n no hay familias, ni corrientes, ni plataformas. De modo que si hasta ahora hab¨ªa cre¨ªdo que en el PP hab¨ªa de todo, franquistas viejos y nuevos, autoritarios y tolerantes, neoliberales y reformistas de centro, tendr¨¦ que llegar a la conclusi¨®n no querida de que cualquier pepero es una amalgama. Tambi¨¦n hab¨ªa pensado que, como en toda cofrad¨ªa, habr¨ªa gays y lesbianas, pero en un partido tan uniforme no parece que puedan darse esas diferencias y, a juzgar por el concepto p¨²blico que tienen de la homosexualidad algunos de sus dirigentes, y de modo muy notable la mujer de su l¨ªder, no parece que en el partido gobernante pueda desenvolverse con comodidad quien no sea heterosexual. Es m¨¢s: si se atiende a la respuesta p¨²blica al caso Nevenka Fern¨¢ndez, no bastar¨ªa con la heterosexualidad, y el componente machista podr¨ªa ser un ingrediente m¨¢s de las se?as de identidad de la formaci¨®n. Lo siento por los homosexuales de derechas, entre los que tengo algunos amigos, porque deben de encontrarse pol¨ªticamente hu¨¦rfanos y en la calle.
No tanto como Carlos Alberto Biendicho, presidente de la plataforma de gays y lesbianas del PP, que ofrec¨ªa a la desesperada su apoyo a Zapatero si hac¨ªa caso a sus reivindicaciones. Entiende uno, sin embargo, la desolaci¨®n de quien pueda haber cre¨ªdo que en el PP cab¨ªa con sus diferencias y vea ahora que no s¨®lo se las niegan, sino que lo dejan descalzo y sin plataforma. Hay muchos gays y lesbianas cuya educaci¨®n sentimental es tan de derechas que la propia est¨¦tica que adoptan no encontrar¨ªa hueco entre el rojer¨ªo rosa. Y me los imagino, pobres de ellos, en la feria anual de Chueca esperando la mano amiga de Manzano o de Esperanza Aguirre y mirando con envidia c¨®mo se besuquean los otros con Trinidad Jim¨¦nez o con In¨¦s Saban¨¦s. Menos mal que les queda el consuelo de invocar a san Pelayo, al parecer un m¨¢rtir romano, cuya efigie han recuperado unos floristas del barrio en todo el esplendor de sus carnes de efebo bien dotado, y cuya fiesta patronal han decidido que coincida con la pasada celebraci¨®n del Orgullo Gay. Pero esa pancarta de la multitudinaria manifestaci¨®n del otro d¨ªa en la que pod¨ªa leerse 'El PP nos odia' puede que sea el resultado de una convicci¨®n de la comunidad gay, despu¨¦s de darse mucho contra la pared impuesta por la mayor¨ªa del rodillo a la causa homosexual, o simplemente un desahogo. Lo que est¨¢ claro es que la derecha pierde o gana ideolog¨ªa en la cuenta corriente, pero tiene una visi¨®n del mundo en todo lo que no es el dinero. Y ah¨ª va de mano de la Iglesia. Y lo mismo que ¨¦sta, no est¨¢ por la salida de los armarios, sino por los armarios de sacrist¨ªa. A la Iglesia, de tanto ocultar su profunda realidad homosexual, ya los gays no le salen de los armarios, sino de las cloacas.
Iglesia y PP tienen en com¨²n, entre otras muchas cosas, su tratamiento de la realidad: no la reconocen para cambiarla, sino para negarla, y cuando la evidencia los compromete demasiado admiten anomal¨ªas en la realidad y las tratan como desviaciones o enfermedades. Pero el PP tiene una ventaja respecto de la Iglesia cuando reconoce gays en sus filas: los casa en el ¨²nico matrimonio que Botella admite (entre hombre y mujer, naturalmente); la Iglesia, en cambio, a¨²n no est¨¢ por ¨¦sas. Al PP podr¨ªa bastarle con la sucesi¨®n de Aznar para cambiar de opini¨®n, pero no hay que perder la esperanza de que sea el propio Aznar el que cambie. No por la v¨ªa de las manifestaciones, a las que es naturalmente al¨¦rgico, sino por la poes¨ªa, de la que se confiesa apasionado lector. Y es posible que ma?ana mismo, desde la librer¨ªa Berkana, en Chueca, le env¨ªen un libro que exponen ahora en su escaparate, Amores iguales (Antolog¨ªa de la poes¨ªa gay y l¨¦sbica), del que es autor Luis Antonio de Villena. Cuando el presidente vea all¨ª a Virgilio, Horacio, Al Mutamid; a Miguel ?ngel, a G¨®ngora y a Shakespeare, incluso a su admirado Luis Cernuda, tal vez empiece a mirar a un gay de otra manera. Pero como no nos consta que su mujer lea poes¨ªa, estaremos en las mismas y, en todo caso, cuando Aznar haya acabado de leer la excelente y extensa selecci¨®n de Villena, sin haber muerto de rubor por el camino, nadie descarta que ya sea tarde para cambiar porque habr¨¢ tenido que marcharse.
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