El futuro de la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos
Reconociendo las dificultades para analizar una situaci¨®n mundial cada vez m¨¢s compleja, Mija¨ªl Gorbachov y yo tratamos de identificar hace apenas un a?o los principales problemas con los que parec¨ªa enfrentarse la humanidad en los albores del siglo XXI. Dejando aparte los medioambientales y el avance del sida y otras enfermedades infecciosas, dos problemas destacaban entre todos: la pobreza y desigualdad crecientes y el hecho de que la tercera ola democr¨¢tica se hubiera detenido. Los acontecimientos desde el 11 de septiembre de 2001 han a?adido tres problemas m¨¢s, relacionados con los anteriores.
El primero, evidente, es que han aumentado las sensaciones de inseguridad e incertidumbre. Muchas de las certezas que un ciudadano de cualquier pa¨ªs del mundo ten¨ªa entonces se han convertido en inc¨®gnitas que nos preocupan, angustian o aterran, y que nos hace temer con fundamento que el mundo en el que vivir¨¢n nuestros hijos y nietos ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil y, desde luego, peor que el nuestro.
El segundo, que a?adi¨® el presidente Clinton a mi lista, es 'el c¨ªrculo vicioso que existe en la mayor¨ªa de pa¨ªses musulmanes en Oriente Pr¨®ximo y el Magreb': la escasa educaci¨®n que reciben las mujeres lleva a tasas elevadas de natalidad, y ¨¦stas, a que un porcentaje demasiado elevado de la poblaci¨®n sea de ni?os con escasas posibilidades de integrarse dignamente en la sociedad al llegar a la edad adulta. La mitad femenina de estos ni?os apenas recibe educaci¨®n, mientras que la masculina la recibe s¨®lo de organizaciones isl¨¢micas que imparten una versi¨®n intransigente del Cor¨¢n. Clinton recordaba que un ni?o paquistan¨ª de diez a?os, guapo y de voz dulce, que sab¨ªa el Cor¨¢n de memoria, declaraba que su mayor felicidad cuando fuera mayor ser¨ªa morir matando a todos los americanos que pudiera. El presidente Clinton opina que este problema, unido a los de la pobreza y crisis democr¨¢tica, es el principal responsable de la emergencia del terrorismo y la inseguridad.
Hay un tercer problema, que a?ado a los anteriores, y que podr¨ªa simplificarse como el de un unilateralismo creciente de Estados Unidos. La lista de temas importantes con grandes diferencias de posici¨®n entre su Gobierno y el resto del mundo (como Oriente Pr¨®ximo, Am¨¦rica Latina, la Corte Penal Internacional, el Convenio de Kioto, el sistema antimisiles, el proteccionismo a su sector sider¨²rgico, su casi nula ayuda externa, etc.) crece aceleradamente; pero estas discrepancias, lejos de incitar a Estados Unidos a reexaminar sus posturas, van acompa?adas por una arrogancia cada vez mayor. Creo que los estadounidenses tienen dificultades para ver que la falta de un contrapeso a su poder hegem¨®nico, que no tiene precedentes hist¨®ricos, y el escaso inter¨¦s de sus electores por todo lo que ocurre m¨¢s all¨¢ de sus fronteras les est¨¢ llevando a una pol¨ªtica exterior que en lugar de ganar corazones y voluntades en el mundo los est¨¢ alienando.
Hace dos semanas, el Weatherhead Center for International Affairs, de la Universidad de Harvard, organiz¨® en Talloires, junto al lago de Annecy, una conferencia titulada El futuro de la pol¨ªtica exterior de los Estados Unidos. La pol¨ªtica del WCFIA de impedir la atribuci¨®n de las opiniones a los participantes, acertada para estimular su libertad y espontaneidad, me obliga a no hacer citas. Sin embargo, puedo asegurar que la conferencia reuni¨® a unos treinta de los mejores especialistas en relaciones internacionales procedentes de unos veinte pa¨ªses, entre ellos a varios profesores norteamericanos, algunos de ellos dem¨®cratas y otros pr¨®ximos a la Administraci¨®n de Bush. Creo poder afirmar que casi todos los europeos y asi¨¢ticos, y espero que algunos americanos, salimos de Talloires extraordinariamente preocupados por las exposiciones que hicieron personas pr¨®ximas a la mentalidad del Gobierno de Estados Unidos.
La discusi¨®n en la conferencia estuvo dominada por dos an¨¢lisis, actitudes y predicciones contrapuestas: a) una autoproclamada imperialista, que considera leg¨ªtimo el intervencionismo de Estados Unidos en cualquier situaci¨®n de amenaza; b) otra (offshore balancer) aislacionista, que postula que Estados Unidos no debe intervenir, sino enfrentar una contra otra a potencias regionales para que se controlen o eliminen entre s¨ª (ejemplos, Ir¨¢n contra Irak, India contra Pakist¨¢n, China contra Rusia o contra Jap¨®n). Ambas posturas son unilateralistas; est¨¢n basadas en la aplastante superioridad militar de Estados Unidos y ninguna considera necesario ning¨²n tipo de coalici¨®n o consenso internacional, ni la participaci¨®n de un organismo multilateral como las Naciones Unidas, ni siquiera la aquiescencia previa de la Uni¨®n Europea y de otros antiguos aliados de Estados Unidos, a quienes se considera irrelevantes.
La postura imperialista ha acogido con entusiasmo los discursos del presidente Bush, que, tras la reacci¨®n moderada inmediatamente despu¨¦s del 11 de septiembre, han crecido en belicosidad a lo largo de 2002; al del Eje del Mal del Estado de la Uni¨®n ha sucedido el reciente de West Point, en el que Bush considera un error esperar a que las amenazas militares / terroristas se materialicen y considera leg¨ªtimo el derecho a iniciar ataques y guerras preventivas. La doctrina de la necesidad de efectivos militares se puede resumir en un '4+2+1'. El 4 representa el n¨²mero de lugares en los que Estados Unidos debe ser capaz de ejercer su poder disuasivo. El 2 representa el n¨²mero de guerras simult¨¢neas (por ejemplo, Irak y Corea del Norte), y el 1, la capacidad de Estados Unidos de forzar un cambio de r¨¦gimen, lo cual presupone la necesidad de ocupar ese pa¨ªs por un ej¨¦rcito terrestre. Naturalmente, esta postura defiende incrementos presupuestarios importantes en un momento en el que el super¨¢vit se ha convertido en serio d¨¦ficit y en una coyuntura econ¨®mica desfavorable.
La postura aislacionista tiene tres premisas basadas en la vieja doctrina de Monroe, que ha regido la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos durante m¨¢s de siglo y medio. Estados Unidos debe a) establecer su hegemon¨ªa regional en las Am¨¦ricas, b) vigilar para que ninguna potencia domine de igual manera en Europa o en Asia y c) tratar con esas potencias rivales s¨®lo si otras demuestran ser incapaces de controlarlas. Por ejem
plo, es esencial que ninguna potencia local (Ir¨¢n o Irak) predomine en el golfo P¨¦rsico amenazando el acceso al petr¨®leo de la zona. 'A los americanos no les gusta perder vidas'. EE UU debe intervenir s¨®lo en caso de extrema necesidad: la amenaza directa de una potencia rival.
Mis reflexiones durante esta discusi¨®n entre dos posturas 'alucinantes', que dir¨ªan mis hijos, pero 'realistas' y reales, me llevaron a varias observaciones y conclusiones. Primero, tras el 11-S cab¨ªan dos preguntas: 1) ?qui¨¦n nos ha hecho esto?, y 2) ?por qu¨¦? Plantear s¨®lo la primera conduce a la paranoia, y s¨®lo la segunda lleva a las verdaderas causas -es decir, a los problemas enumerados al principio de este art¨ªculo- y supone un paso hacia las soluciones. Mi temor es que muchos analistas se han quedado en la primera pregunta. No analizar las causas que llevan a personas a morir matando por una causa y creer que el problema se puede solucionar por m¨¦todos militares es ignorar las lecciones de la historia.
Segundo, fue muy revelador que en una conferencia sobre pol¨ªtica exterior se hablara exclusivamente de intereses, temas militares y de seguridad, y en ning¨²n momento de valores, solidaridad, ayuda, apertura de mercados, diplomacia y paz.
Tercero, Am¨¦rica Latina y ?frica no fueron tema de discusi¨®n. Igual que noviembre de 1989, fecha de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, supuso la marginalizaci¨®n definitiva para ?frica, el 11 de septiembre lo ha supuesto para Am¨¦rica Latina.
Por ¨²ltimo, los europeos y asi¨¢ticos y algunos de los americanos alejados del poder proclamamos nuestra preocupaci¨®n. Casi todos opinamos que un Estados Unidos aislacionista es m¨¢s peligroso que uno intervencionista. En todo caso, el predominio de intereses sobre valores, de temas militares sobre econ¨®micos y diplom¨¢ticos, de Rumsfeld sobre Powell, de la guerra sobre la paz, indica un divorcio creciente entre Europa y EE UU. La hora del di¨¢logo entre ambos ha sonado y es, sin embargo, m¨¢s dif¨ªcil que nunca.
Diego Hidalgo es presidente de la Fundaci¨®n para las Relaciones Internacionales y el Di¨¢logo Exterior.
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