Una leona en la laguna
Una leona tranquila, en todo caso. Donna Leon defiende con parsimonia pero sin fisuras el ¨¢mbito y la vida que ha sabido alcanzar, gracias a la literatura policial que cultiva con ¨¦xito, y a su propio sentido com¨²n. Es una norteamericana at¨ªpica, en los tiempos que corren. Pero tan t¨ªpica, en el fondo, como aquellos compatriotas que hicieron de la huida del terru?o y del cosmopolitismo una fuente de literatura.
Ciudadana del mundo, con nacimiento en Nueva Jersey y vivienda de elecci¨®n en Venecia, sobre la laguna, Donna Leon, en el transcurso de un almuerzo en Madrid, se revela tan poco Seren¨ªsima como Apasionada por unas cuantas cosas. El mundo y la historia en curso, la ecolog¨ªa, un feminismo nada propagand¨ªstico, sino asumido e ir¨®nico, y la vida en general.
Melena lisa, sesgada a la altura de la nuca, del color oro-lino de las mujeres sin tiempo. Ojos azules met¨¢licos con destellos amarillos, o viceversa. Ojos peque?os, bellos, miopes, incisivos.
Come verduras -no sin antes haber pedido perd¨®n por su vegetarianismo: 'Lo siento'- con el entusiasmo con que un cruzado se zampar¨ªa una pata de carnero. Aprovecha que le han servido crema de calabaza para hablar de su huerto. Pues, adem¨¢s de un apartamento en Venecia, que son 69 escalones de subir y bajar que su atl¨¦tica delgadez le permite, posee una casa de campo en la terra ferma, en donde cultiva vegetales, entre ellos calabazas. 'Muy feas por fuera, pero hermos¨ªsimas por dentro', dice.
Hablamos de su personaje, el comisario Guido Brunetti, y de su esposa, Paola, que pueblan su producci¨®n hasta la fecha, hablamos como si fueran de la familia. 'Pienso que en su ¨²ltima novela aparecida en Espa?a, El peor remedio, ambos se enfrentan porque representan el gran dilema de nuestros tiempos. Trabajar desde la ley o contra la ley'. Calla para que sea yo misma quien d¨¦ la respuesta. Y, por supuesto, lo hago. 'Confieso que, a mi edad, estoy m¨¢s cerca de lo convencional. Sin ley, esto es una selva'.
Entonces, los ojos de Donna Leon se vuelven totalmente amarillos y sonr¨ªe: 'S¨ª, pero qu¨¦ gusto da tirar una piedra contra un escaparate de una agencia de turismo sexual'.
Es esa dualidad lo que la hace interesante. Donna Leon invierte un a?o en cada libro y ha conseguido darle al angustiado Brunetti una familia cuyos miembros se sienten relativamente a gusto en un entorno en el que la cultura y la civilizaci¨®n, los placeres del esp¨ªritu y los de la carne, forman parte de la compensaci¨®n cotidiana por vivir en este pinche mundo.
Compensaciones, aunque sean calabazas o berenjenas, de las que Leon disfruta sin cortarse, consciente de que el resto est¨¢ lleno de Berlusconi, Bush, desechos t¨®xicos, hambre, injusticia, corrupci¨®n... Amplio cat¨¢logo del que se nutren sus tramas.
Leyendo las novelas de Donna Leon, uno se mete en la piel del comisario y se consiente peque?os vicios como un buen vaso de vino en tal bar, un bocadillo en tal otro, una ojeada a la laguna, un paseo. Por encima de todos, la leona observa.No s¨¦ si es un buen personaje, Donna Leon, para la entrevista, porque es un sujeto poco pasivo, siempre presto a hacer preguntas, a interesarse por lo que ocurre, lo que somos, lo que hacemos quienes nos cruzamos con ella en esta jornada de promoci¨®n que parece encarar sin problemas.Durante el almuerzo hablamos de Patricia Highsmith, a quien admira, y escucha con gusto an¨¦cdotas referidas a la creadora de Ripley.
No le parece mal, tampoco, que se le diga que su Brunetti tiene un precedente en aquel Maigret capaz de saborear un buen pastis en Par¨ªs, al atardecer. 'De hecho, Brunetti es Maigret en civilizado, un Maigret post 68'. Sonr¨ªe. 'Tengo amigos as¨ª'. Amigos italianos entre los que se siente a gusto, que gozan de la vida, de los vinos, incluso de la carne que Donna Leon ha expurgado de su dieta, y que la habr¨¢n le¨ªdo en ingl¨¦s o cualquier otro idioma. O que no la habr¨¢n le¨ªdo. Y a ella eso parece no importarle, porque tiene unas cuantas cosas claras.
La belleza, la bondad y la m¨²sica. Que suelen ser lo mismo y que est¨¢n todas en Italia, a poco que una tenga un apartamento en Venecia y un apartamento de ficci¨®n que le haga el trabajo sucio.
Babelia
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