Las tres patas de un perro
BENAR?S ES MUCHAS y poderosa. In¨²til decir que me sigue atrayendo. Me sigue atrayendo y generando en m¨ª ese amor-odio que le hace a uno volver una y otra vez a pesar de todo. S¨®lo quien ama tiene derecho a mostrar el lado (uno de ellos) oscuro de lo que ama. La decepci¨®n, all¨ª, lleva caminos paralelos a los de ese extra?o pulso que recorre las venas y las articulaciones en busca del coraz¨®n, y le hace vibrar m¨¢s alto, m¨¢s poderosamente de lo que lo hace en otros lugares. Benar¨¦s es un lugar de poder. Se la odia o se la ama, o ambas cosas a un tiempo, ambas intensamente. En aquel ¨²ltimo viaje descubr¨ª que decepcionarse no era sino otro modo de estar ah¨ª, otro modo de amar-a-pesar-de.
La meta de un viaje que se inici¨® sin intenci¨®n de meta puede presentarse de repente en forma de carretera -camino de tierra a ratos, de asfalto a otros- que se abre a medida que avanzas en el destartalado Ambassador de alquiler. Los baches y las fogatas caben todos en el cuello inm¨®vil del conductor, atento dieciocho horas seguidas. Admirable limpieza de la mente, admirable concentraci¨®n dirigida al camino que se abre a medida que avanzamos. Atr¨¢s, el cansancio, la tos, el dolor en las piernas dobladas, el polvo y la noche que penetran, h¨²medos, por la ventanilla abierta. El cansancio... la atenci¨®n. Ese camino que se abre puede ser la meta de un viaje. El cuerpo dolorido desaparece en su postura, yo soy el camino. He llegado hasta aqu¨ª para ser ese camino que se abre en la noche de Jaipur a Benar¨¦s. Yo, serpenteando entre las chozas, bordeando fogatas y puestos de control, yo puente y cenagal y luego de nuevo carretera que desemboca en camino, me despliego inm¨®vil en el asiento trasero del veh¨ªculo mientras en el viejo casete chirriante suena la m¨²sica de la ¨²ltima pel¨ªcula india de moda. M¨¢s all¨¢ del observador: el camino. En el camino toda yo he pasado a ser el observador y ¨¦ste ha dejado de observar. No hay yo, no hay objeto de observaci¨®n. Lo que hay es camino.
En Benar¨¦s los d¨ªas transcurren sin ser apenas d¨ªas. El tiempo apenas tiempo. En paz. Desde la paz todos los deseos parecen creados. Creados por el aburrimiento que es la forma m¨¢s somnolienta de la insatisfacci¨®n. Occidente ha crecido sobre ella; su veh¨ªculo es la insatisfacci¨®n. Y pretende traspasarle ahora ese veh¨ªculo a Oriente. India lo paga caro. Su mirada se enturbia. Su mirada de b¨²falo a la orilla del Ganges. Conservan la paz los m¨¢s d¨¦biles, los que no esperan, los que resisten. Los d¨¦biles, tan fuertes en su debilidad.
El viaje: cada vez m¨¢s adentro, cada vez m¨¢s profundo. Viajar es tomar distancia de uno mismo. Viajar es relativizar, desterritorializar, desidentificar. Cada vez es m¨¢s lo que se deja, cada vez menos lo que uno lleva. Cada viaje ahonda en la extra?eza, en la erradicaci¨®n de lo supuesto, todo aquello que no cuestionamos y sostiene 'nuestra vida'. En cada viaje adelgazo m¨¢s: algo de m¨ª se me pierde. Voy quedando menos. Pero, qu¨¦ curioso: me encuentro andando con las patas de los b¨²falos, con la ¨²nica pierna del tullido, con las tres patas del perro y con su sarna y algo realiza por m¨ª las funciones del cuerpo, sin m¨ª.
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