De isla en isla por el mar Egeo
LAS ISLAS SON el mejor resumen de Grecia. O quiz¨¢ su exaltaci¨®n. Pasamos all¨ª diez d¨ªas, que comenzaron en Miconos, apenas a tres horas de navegaci¨®n del puerto de El Pireo, cerca de Atenas. Recuerdo el peque?o pueblo de Miconos: el relieve seco, abrupto; un cielo incre¨ªblemente transparente, y el mar cimbre¨¢ndose bajo un viento constante. Aqu¨ª y all¨¢, las blancas capillas bizantinas, primorosamente rematadas por c¨²pulas de intenso azul. Las calles, estrechas, para perderse, pero tambi¨¦n luminosas, y tantas buganvillas... Nos hubi¨¦ramos quedado, pero partimos, primero a la cercana isla de Delos, el lugar sagrado de Apolo, y luego a Santorini, que te abraza con su bah¨ªa, que no es m¨¢s que un enorme cr¨¢ter.
A unos 270 metros sobre el nivel del mar se encuentra Thir¨¢, la capital de la isla de Santorini, que es cosmopolita, comercial y toda ella un mirador de espectaculares vistas. Y a 10 kil¨®metros al norte de la isla est¨¢ el tranquilo pueblo de Oia, con las mejores puestas de sol que he visto y un manto blanco de casas aferradas al abismo. Quiz¨¢ ¨¦sta sea la imagen que m¨¢s le cueste olvidar al visitante: la ladera ba?ada de una intensa luz y las viviendas dibujadas en la roca.
En Creta y Rodas se siente m¨¢s cerca el Oriente, los venecianos y los caballeros. En Creta, la isla griega de mayor tama?o, muy cerca de Heracli¨®n est¨¢ Cnosos, y all¨ª, seg¨²n cuentan, se encuentra nada menos que la casa del Minotauro, el laberinto,unas estancias llenas de mensajes oscuros.
En la isla de Creta hay que visitar Chani¨¢, una bella ciudad con un hermoso barrio veneciano y un puerto colorido y alegre.
Despu¨¦s de varias jornadas llegamos a la lejana Rodas, que es un enclave medieval donde se mezclan creencias y culturas. En esta isla, las huellas de un fastuoso pasado cristiano y beligerante se muestran en el palacio de los Grandes Maestres, pero tambi¨¦n tiene rincones ¨ªntimos donde huele a bazar oriental y a mezquita. En la m¨ªstica Patmos, la ¨²ltima isla de nuestro viaje, se sube al monasterio de San Juan, del siglo XI, rodeado de una blanca corona de casas. Cuando partimos del min¨²sculo puerto de Skala, en Patmos, el mar segu¨ªa desafiante e intensamente azul. Las flores del final de la estaci¨®n declaraban un verano eterno y hac¨ªan que las islas olieran maravillosamente bien. Madreselvas, magnolias, azahar..., dif¨ªcil contarlas todas.
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