Normas, valores y coches usados
Las crisis econ¨®micas tienen bastante que ver con la p¨¦rdida de confianza respecto de lo que el futuro deparar¨¢ a empresas, pa¨ªses, ahorradores o trabajadores. La peculiaridad de la crisis actual del capitalismo es que nace de una desconfianza profunda respecto del presente, especialmente en lo que se refiere a los consejos de administraci¨®n, la contabilidad de las grandes empresas, los an¨¢lisis de valores al uso, las auditor¨ªas, la regulaci¨®n de los mercados de valores, e incluso el propio capitalismo. Un c¨ªnico dir¨ªa que no es para tanto, que la confianza volver¨¢ cuando los ¨ªndices burs¨¢tiles registren cotas m¨¢s presentables. Es posible; sucede, sin embargo, que la desconfianza hace que ese d¨ªa llegue m¨¢s tarde.
Cuanto mayor es el da?o social que las normas anteriores no evitaron, m¨¢s probable es que los Gobiernos sobreact¨²en
Como ha destacado John Kay (www.johnkay.com), la regulaci¨®n de la actividad econ¨®mica responde a dos mec¨¢nicas distintas: las normas y los valores. Las sociedades modernas determinan democr¨¢ticamente los cauces por los que debe discurrir la econom¨ªa; conviene prohibir el robo, el bandidaje, o la extorsi¨®n porque impiden la prosperidad social. La regulaci¨®n mediante valores es m¨¢s sutil: aquellos agentes cuyas conductas no son conformes con las reglas del juego, por ejemplo, con la forma debida de hacer negocios pierden la reputaci¨®n, y en consecuencia la licencia social exigida para participar en la vida econ¨®mica. La mec¨¢nica de la norma pretende resolver el problema de la desconfianza a trav¨¦s de la formulaci¨®n jur¨ªdica de derechos y obligaciones; la de los valores amenaza a los tramposos con la exclusi¨®n.
La reacci¨®n de la mayor parte de los Gobiernos frente a esta ¨²ltima crisis de confianza consiste esencialmente en el establecimiento de nuevas normas de orden preventivo y en el endurecimiento de las sanciones asociadas a su incumplimiento. Cuanto mayor es el da?o social que las normas anteriores no han evitado, m¨¢s probable es que los gobiernos sobreact¨²en, como los malos actores ante un papel que les viene grande. Me cuesta adivinar el aspecto final del aquelarre purificador convocado en Espa?a por los Ministerios de Econom¨ªa y Justicia, CNMVo ICAC para reformar los soportes societarios de la actividad econ¨®mica. Adem¨¢s, las reacciones suelen responder a un cierto histrionismo, como el mostrado por el presidente Bush, quien busca asentar la nueva panoplia normativa sobre el mundo de los negocios en un terreno intermedio entre el Antiguo Testamento y la Ley de Lynch. Nadie se atreve a hablar de exceso regulador, ni a mostrarse esc¨¦ptico respecto de la eficacia ¨²ltima de este derroche jur¨ªdico. Los tiempos mandan callar. Sin embargo, es m¨¢s que dudoso que las nuevas iniciativas legales sirvan para algo m¨¢s que para lavar la cara de quienes consintieron que intereses privados penetraran en los intersticios del Estado, como se ha demostrado en los casos Gescartera o Enron, o de los gobernantes que se reservaron algunos cubiertos en el fest¨ªn del capitalismo popular espa?ol. Digamos que el capitalismo no se f¨ªa ni de unos ni de otros. Yo, desde luego, no comprar¨ªa un coche usado a Bush o a Rato.
La ¨¦tica corporativa al uso tampoco ha ayudado demasiado. El lema 'todo para el accionista, pero sin el accionista' apuntaba un ¨²nico valor empresarial y la conveniencia de una herramienta: la creaci¨®n de valor (riqueza) para el accionista y los c¨®digos de buen gobierno, al tiempo que propon¨ªa algunos modelos ejemplares, como el de Enron. Hoy se anuncia una renovaci¨®n del instrumento. No creo que el enarbolamiento de nuevos c¨®digos ¨¦ticos y valores (por cierto: ?cu¨¢les?) por parte de las grandes empresas sirva para restaurar la confianza. Al menos por dos razones: la primera es que suceder¨¢n a otros c¨®digos de vida ef¨ªmera que sabemos lo que han dado de s¨ª; la segunda es que, en bastantes casos, ser¨¢n formulados por quienes, en reencarnaciones anteriores, no tuvieron ning¨²n problema en conculcar el esp¨ªritu de los mismos. Este coche usado tampoco encuentra due?o.
Sin embargo, la mejor manera de que se recupere la confianza es a trav¨¦s de la regulaci¨®n mediante valores. Pero ser¨¢n los valores exigidos por los inversores, no los producidos por las enso?aciones de los gestores, quienes suelen utizarlos para atizar garrotazos al enemigo. Sin ir m¨¢s lejos, algunos de los principales inversores institucionales del mundo est¨¢n reunidos ese fin de semana en Mil¨¢n para acordar una mayor presencia en el Gobierno de las empresas y una mejor defensa de sus intereses (por cierto: ?qu¨¦ hac¨ªan antes?). Adem¨¢s, algunos de esos inversores institucionales, como es el caso de Calpers, creen que es arriesgado invertir en empresas que s¨®lo se ocupan de sus accionistas; la raz¨®n es que con bastante frecuencia sus gestores terminan ocup¨¢ndose en exclusividad de ellos mismos.
Lo que viene es el ejercicio de derechos por parte de los ahorradores y la confirmaci¨®n de que las empresas son demasiado importantes como para dejarlas al cuidado ¨²nico de los gobiernos y los directivos.
Alberto Lafuente F¨¦lez es catedr¨¢tico de la Universidad de Zaragoza.
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