?Armstrong o Superarmstrong?
Muy relajado, el estadounidense se prepara para la contrarreloj de hoy tras la irrelevante etapa de ayer
En la puerta del autob¨²s, antiguo y ruidoso, todo hay que decirlo, atento, vigilante, est¨¢ Erwin Bayarta. Nombre alem¨¢n, apellido hispano, rasgos filipinos, sonrisa inescrutable. Es un hombre con una misi¨®n y una historia. Es guardaespaldas diplomado. Est¨¢ all¨ª, a la puerta del autob¨²s azul y plata que dice US Postal para vigilar que ning¨²n peligro se acerque, que no haya un loco con una pistola ni un admirador con un cuchillo, que son los miedos de los deportistas modernos, de los ¨ªdolos de masas. Erwin Bayarta, musculoso y el¨¢stico, cuerpo bien marcado bajo el niki, no es un hombre cualquiera. Ha desembarcado en Francia, en el Tour, directamente llegado desde Austin (Tejas), como Armstrong antes que ¨¦l. Lleg¨® envuelto en papel de regalo en un paquete remitido por George W. Bush, presidente de Estados Unidos y m¨¢s orgulloso texano a¨²n que Lance Armstrong. Bayarta era su especialista preferido, el hombre que, en plan Clint Eastwood en En la l¨ªnea de fuego, corr¨ªa al lado de su limusina, paso atl¨¦tico, mirada atenta, sentidos despiertos, en sus recorridos populares por medio estado cuando era gobernador. Despu¨¦s trabaj¨® en la campa?a presidencial, y luego se retir¨® a descansar. Ahora disfruta. 'Esto es un trabajo bonito', dice. 'Aqu¨ª no hay problemas'. Es el Tour de Armstrong.
Vigila a cuenta de Lance Armstrong, que es tejano pero no viaja en limusina, que lo hace en bicicleta. Baja Armstrong del autob¨²s, se sube en la bici y all¨ª va Bayarta, paso atl¨¦tico, marcha, al trote, a su lado, sin jadear, sin sonre¨ªr, tenso y relajado a la vez. Preparado. Lo deja en el pelot¨®n, bien arropado, y se vuelve al autob¨²s. Llega a la meta antes que su protegido y all¨ª le espera. Bayarta tambi¨¦n est¨¢ a la puerta de la sala del hotel Ibis, t¨ªpico pabell¨®n en un cruce de autopistas, cerca de Avranches. Un dos estrellas funcional (y tanto) para el americano y todo su equipo (y tambi¨¦n el ONCE-Eroski duerme all¨ª). Una docena de periodistas, convocados por el favorito, se congregan. Bayarta abre la puerta, mira a la cara a los periodistas, memoriza sus rasgos, sus gestos, controla. Se sientan todos y Armstrong tambi¨¦n, a horcajadas sobre una silla, en un corro, como si fuera a dar una charla, como si fuera a contar un chiste. ?l tambi¨¦n mira a los periodistas a la cara, ya los conoce, pero le gusta recordarlos, controlar en qu¨¦ medio escriben, estudiar sus reacciones.
Sus palabras no importan tanto como sus gestos, como la forma en que entona, como la forma en que mira, se r¨ªe, se levanta o se calla, teatral, dram¨¢ticamente, varios segundos. Es la ceremonia la que tiene valor, la que indica lo a gusto que est¨¢ en el Tour, lo bien que se lo pasa, lo contento que est¨¢ de manejar todas (o casi) las claves de la carrera. Acaba de perder 27s en un incidente ins¨®lito en su carrera e inesperado, est¨¢ en v¨ªsperas de una contrarreloj en la que deber¨¢ afirmar su superioridad, y est¨¢ como Bayarta, concentrado, intenso, pero relajado. Es tambi¨¦n un comunicador, adem¨¢s de todo lo que es, ciclista, campe¨®n, casi dios, Superarmstrong, que se dice.
Un ejemplo. Le pregunta un periodista espa?ol sobre un tema espa?ol. Miren ustedes c¨®mo act¨²a Armstrong, que vive en Gerona medio a?o y ha aprendido espa?ol porque le gusta. 'Ah, un espa?ol, estos que siempre est¨¢n igual, que Manolo dice, que Armstrong dice, zas, zas, zas (d¨¢ndose pu?etazos, una mano contra otra)... Manolo, Armstrong, ja, ja, ja'. (Aplausos de la concurrencia).
Armstrong se hace el despreocupado, distante casi, y entre t¨®pico y t¨®pico sigue actuando. Algunos t¨®picos, a su estilo: que si Manolo dice una cosa, que no va a defender el liderato, y luego en el pelot¨®n ves que hace otra, que s¨ª que trabaja su equipo todo el tiempo, que ya le ha dicho Bruyneel que Manolo es as¨ª, que ya estuvo en la ONCE en su tiempo; que si hubiera estado Ullrich habr¨ªa estado a¨²n m¨¢s a gusto, que su equipo el Telekom trabaja y no se queja, y no como otros; que si Igor va a estar muy fuerte en la contrarreloj, pero tambi¨¦n Botero, cuidado con ¨¦l, que si no fuera tan irregular ganar¨ªa el Tour, que es muy fuerte Botero. Y as¨ª. Y otra actuaci¨®n. ?Pero los rivales son todos espa?oles?, le preguntan. Y ¨¦l dice que no, pero no se acuerda de ning¨²n nombre, y pide una hoja de dorsales para guiarse. ?Y Botero?, intenta ayudarle uno. 'Pero Botero es tambi¨¦n espa?ol', dice. .Y sigue buscando. Y le sale alg¨²n nombre, pero es como si estuviera en un restaurante ruso ante un men¨² que apenas entiende y dice nombres que le suenan algo: Rumsas, que estuvo muy bien en la Bicicleta Vasca, y los dos americanos, Leipheimer y Hamilton, y ?Frigo?, psss, y Kivilev. Y, ya como si fuera el postre, Menchov.
Y un resumen: 'Este Tour es bastante m¨¢s relajado que el de 2001, y la carrera, excepto hoy est¨¢ muy tranquila, quiz¨¢s hasta aburrida'.
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